Tijuana: la ciudad de eterno retorno

El alto nivel de vida de una ciudad como San Diego contrasta con los precios mucho más moderados del suelo mexicano.

Erick Canino

Tijuana, ese límite fronterizo del norte de México y el sur californiano de Estados Unidos, tiene algo que enamora. Ciudad viva, con un halo de leyenda que la sitúa de boca en boca en el límite del bien y del mal, y con un proyecto de futuro que sustenta en nuevos motores económicos… Es también la ciudad del eterno retorno, donde cada año se producen más 30 millones de movimientos fronterizos de ida y vuelta y a la que los oriundos siempre están deseando volver…

Las personas naturales de Tijuana, ya sea los que viven allí o los que han marchado a Los Ángeles o San Diego atraídos por nuevas oportunidades laborales, hablan de su ciudad con enorme respeto y cariño. Y desde ese mismo enfoque preguntan a los visitantes qué concepto se tiene de su región más allá de sus fronteras. Como trasfondo, esa fama que barniza su proyección internacional y que le sitúa como una ciudad quizás peligrosa, quizás inclinada hacia la mala vida.

Una vez allí, queda por encima de cualquier circunstancia esa manera dulce y sentida con la que sus habitantes normalizan cualquier circunstancia que pueda darse en el día a día. Tremendamente hospitalarios y generosos con la gente foránea, los vecinos de Tijuana presumen también con elegancia y sin excesos de sus raíces y de esa forma de vida singular.

El primer rasgo que define a este rincón de México es el movimiento continuo de su población. Son muchos los habitantes de Tijuana que cada día cruzan la frontera para ir a trabajar a Estados Unidos. Se calcula que unas 50.000 personas pasan diariamente por el control del punto fronterizo de San Ysidro (hacia San Diego), lo que convierte a este punto en la puerta más transitada del mundo. Es la vida desdoblada en dos realidades muchas veces bien distintas. La residencia en México y las largas horas de trabajo en Estados Unidos.

Tijuana se ha convertido en la ciudad más grande e industrializada de la franja fronteriza de esa parte de México. A cinco minutos en coche (cuando las largas colas no lo impiden) se encuentra toda la pujanza del estado más rico del EEUU, California, y más concretamente todo la fuerza y el encanto de una ciudad como San Diego, enclave norteamericano que es capaz de combinar una amplia y potencia presencia militar y naval con una oferta turística de primer orden y una apuesta decidida por los grandes centros de desarrollo tecnológicos. Tijuana es el gran canal que conecta estos dos países. Las otras franjas fronterizas al sur de Texas, Nuevo México y Arizona son regiones poco pobladas, con urbes alejadas de la frontera y consideradas entre las más pobres de todo México.

Vivir allí y a trabajar del otro lado. Esta es hoy por hoy parte de su esencia. Una convivencia pacífica entre dos extremos de sendos países tan distintos entre sí y que sin embargo han encontrado en esta tierra del Pacífico un modelo de integración. Para Tijuana, las oportunidades laborales en la región vecina suponen un importante alivio ante los niveles de paro que soporta su población. Y un claro doble beneficio, el importante ingreso de dinero que retorna a su país gracias a ese ingente movimiento de personas que duermen en un lado de la frontera y labran su vida en el otro.

El alto nivel de vida de una ciudad como San Diego contrasta con los precios mucho más moderados del suelo mexicano. Lo que en EEUU puede ser una vida llena de apuros para sobrevivir a todas las exigencias del día a día en el país vecino, esa misma capacidad de ingresos puede verse traducida en una existencia mucho más cómoda, en la que poder afrontar los gastos de la casa y demás cargas familiares sin la sensación de estar viviendo al límite, con un desahogo notable que hace que otros factores que pudieran resultar negativos queden muchas veces en un segundo plano.

En uno de los últimos estudios oficiales, el Departamento de Transportes de Estados Unidos valoró en casi 9 millones los coches que anualmente cruzan la frontera, con un global de 23 millones de pasajeros y casi siete millones de peatones. Cifras que redundan en otras importantes estadísticas. Como las que muestran que en California hay más de 15 millones de hispano hablantes, de los cuales se calcula que el 80% son mexicanos. La segunda ciudad del mundo en la que habitan más mexicanos es Los Ángeles, sólo superado por su capital, México D.F.

Una ciudad en crecimiento

En un tiempo relativamente corto, Tijuana ha experimentado un notable crecimiento. De los apenas 245 vecinos que habitaban la región a principios del siglo XX en los únicos espacios poblados de entonces, la zona centro y la avenida principal (que hoy se le conoce como Avenida Revolución), se ha pasado a más de dos millones de habitantes, situándose como una de las ciudades más pujantes de México y la cuarta más poblada, sólo superada por Ciudad de México D.F., Guadalajara y Monterrey. Hoy por hoy es una tierra de oportunidades que intenta superar con esfuerzo y responsabilidad estigmas que la siguen vendiendo como una ciudad peligrosa e insegura.

Poco a poco se han establecido nuevos modelos de negocios, con la creación de cervezas artesanales y el cultivo de viñedos que ya se traducen en ricos vinos con un amplio mercado de ventas. Además, como otro apunte de su versatilidad económica, Tijuana es en la actualidad uno de los principales puntos de ensamblajes de televisiones del planeta.

Desde hace muchos años los americanos han visto a este territorio vecino como un foco de oportunidades. En este sentido, un breve relato histórico podría iniciarse en los años 20, cuando la Ley Seca estableció con todo el rigor la prohibición de la venta y consumo de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos. Todo lo que estaba vedado en casa quedaba a libre disposición a unos pocos miles de metros de distancias. Los americanos, claro está, hicieron de Tijuana un lugar frecuente de esparcimiento. También fluyó a favor de este acontecimiento el hecho histórico de la aprobación del juego en México, lo que supuso que importantes casinos abrieran sus puertas, como fue el caso del Casino Agua Caliente de Tijuana.

Los clubes nocturnos son también otra de las estampas recurrentes cuando se habla de este rincón de México. La afluencia de adultos americanos en el paso fronterizo por este motivo durante décadas pasadas fue notable, como también lo ha sido la marcha continua de jóvenes que ven como en México la mayoría de edad legal se reduce a los 18 años, por los 21 años que siguen primando en Estados Unidos como límite permitido para poder consumir alcohol. Y en Tijuana el tequila es una auténtica delicia…

México es un país de intensos sabores y olores y Tijuana es el primer escalón desde Estados Unidos hacia un rico mudo de comida y bebidas. Allí, por poner sólo un ejemplo, se inventó la ensalada César, con su receta original, la que no lleva pollo. Y en su cuna, en el mismo restaurante donde se creó, aún se sirve respetando fielmente su primer esbozo, con una demostración en vivo ante los comensales de cómo se prepara justo antes de servirla en los platos para ser degustada. Los sabores de la gastronomía mexicana son principalmente intensos, contundentes, con el recurso habitual del picante… todo esto funciona también como parte de su reclamo turístico, en el inicio de una ruta que para los más dispuestos debe continuar sin falta en los bares y locales nocturnos que se multiplican en la Avenida Revolución y otras calles principales del centro de la ciudad.

Cervezas artesanales locales, tequilas (con su alacrán para tragar también si así se desea) y mucha cumbia y música en directo. Y al finalizar la noche, la cena-desayuno de tacos en cualquier puesto callejero. Tijuana es, sin duda, una de los lugares del mundo donde se debe ir a gastar una noche de fiesta una vez en la vida, aunque pueda dar que pensar que en cada local a que se entra hay que pasar siempre un cacheo por parte de los responsables de seguridad. “Es cierto que a veces ocurren cosas malas aquí, como que aparece algún muerto en algún lugar –comentaba uno de los vecinos – pero eso son gente que andan metidos en asuntos en los que no debieran, ya sabes”

Ellos, los mexicanos, tienen una alegría contenida que la muestran minuto a minuto en una disposición inagotable hacia el diálogo y en una sonrisa casi continua. Quieren a su país, lo disfrutan, y cuando encuentran a alguien de visita hacen de la hospitalidad y generosidad un recurso continuo.

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