Historias del 'cordobazo': las peñas de la UD Las Palmas reflexionan sobre el bochorno del fútbol canario

Incidentes en el partido entre la UD Las Palmas y el Córdoba.

Fernando Del Rosal

Las Palmas de Gran Canaria —

“Considero que hay demasiada de esta clase de gente, que no va a ver deporte” o a satisfacer el orgullo “de un equipo al que nosotros admiramos”, dice la peñista de la UD Las Palmas Pino Hernández. Ella purga su dolor con esta reflexión y alega que “yo no perdono a esta gente ni muerta, porque hemos perdido la ilusión más grande que teníamos, ver a nuestro equipo en Primera”.

El pasado domingo 22 de junio la Unión Deportiva Las Palmas empataba a uno contra el Córdoba en el partido de vuelta, el decisivo, de la eliminatoria de ascenso a la Liga BBVA, la ansiada Primera División. Los hechos que ocurrieron aquel día en el Estadio de Gran Canaria son harto conocidos y pregonan la ignominia de la sociedad en determinados momentos donde el control y la razón se diluyen en el frenesí y el caos.

Las consecuencias deportivas, trágicas. Las legales y disciplinarias: varias multas al club amarillo que le obligaron a pagar un total de 180.000 euros. 90.000 por “deficiencias en las medidas de permanencia y desalojo de espectadores”, otros 90.000 por no controlar el movimiento de espectadores de diferentes sectores de las gradas hacia el sector de la grada naciente y no controlar el acceso de 500 aficionados al estadio antes de acabar el partido.

La Comisión Antiviolencia, además, propuso una multa de 60.000 euros para el presidente del club, Miguel Ángel Ramírez, “cuyas declaraciones generaron una dura reacción contra la labor policial y dificultaron la normal evacuación del recinto deportivo”, y 4.500 euros y prohibición de acceso a los recintos deportivos por un período de 12 meses a cada uno de los dos aficionados identificados quienes, antes del inicio del partido, “agredieron violentamente a un aficionado del equipo visitante provocándole heridas de diversa consideración que precisaron su traslado al hospital”.

El Comité de Competición ya ha amenazado con cerrar el Estadio de la UD en caso de reincidencia. La noticia reciente de la petición de prisión para tres de los “invasores” por parte de la fiscalía es un afluente más del caudaloso río de tinta que ha cosechado el club amarillo desde aquel día deshonroso. Es de recibo ahora dar voz a la gente, al aficionado, pulsar su opinión con el ánimo de despresurizar un dolor tan fuerte como aquel que nace del sentimiento, un rasgo humano que se escapa del raciocinio y pertenece en exclusiva a los asuntos del corazón. Una consulta de sus valoraciones es importante de cara a conocer el poso y las sensaciones que laten entre la masa social del club para poner de relieve su versión sobre lo que se ha calificado como bochorno, vergüenza, injusticia y oportunidad histórica maltrecha.

Pino Hernández Benítez es, además de responsable de la peña Pío Pío de Córdoba y UD Las Palmas, la presidenta de la Federación de Peñas de la UD Las Palmas, que integra a casi 14 peñas amarillas. “En estos momentos y después de reflexionarlo mucho, nadie pensaba, ni nosotros mismos, que se fuera a cometer la estupidez que se cometió”. Desde el descanso del partido, recuerda Hernández, “se oyó a algunas personas decir: Hay que tirarse al campo, preparados para tirarse al campo. Lo que no pensamos nunca era que había gente en la calle” que acabó entrando cuando el partido enfilaba su recta final. Y para la abanderada de las peñas amarillas, “la policía tenía que estar en cada acceso” para impedirlo. Así fue cómo, denuncia Hernández, la invasión vino de la mano de un grupo de “gamberros, ignorantes y borrachos” que “arrastraron a los inocentes que nos sentamos en las gradas, donde hay muchos muchachos que no saben y se tiran”.

En esta discusión entra, sin querer mojarse demasiado, José Hermógenes, de la peña leonesa de La Bañeza (un pueblo de la provincia castellana), tal vez con las mayores muestras de desencanto en este particular censo de opinión: “Hoy estamos hablando de eso y si hubiese entrado el gol de Apoño o el de Vicente...”, apunta el peñista leonés. Hermógenes cree que “hubo falta de seguridad. Hay cosas que se pueden prevenir”. “Cuando acabó el partido y ves a la gente de la peña llorando, con un dolor... No quiero recordarlo, estuve un par de días bastante mal, te quedas un poco helado”. José es de la UD desde crío, cuando “la época bonita de la Unión Deportiva”, cuando hace 40 años logró que su compañero en el seminario se aprendiera la alineación de Las Palmas de memoria, cuando jugaban Tonono, Juan Guedes, Germán Dévora o Paco Castellano. “Podría recitarla entera”, comenta orgulloso, “era fácil ser de Las Palmas, lo difícil es serlo hoy, que hay gente nueva, pero bueno, ahí estamos”. La pesadumbre se pega al ánimo con fuerza después de algo así.

Dentro de la polémica sobre la culpa de lo que acaeció aquella nefasta tarde en el Gran Canaria, el representante de la peña Ultra Naciente, Jonathan Alonso, aboga por la multilateralidad de la responsabilidad: “Hubo muchos factores desencadenantes de lo que pasó, desde la propia afición hasta la responsabilidad que tiene el club por la apertura de las puertas (cerca del final del partido), o el jefe de seguridad del Estadio”, y defiende la tesis de la imposibilidad de controlar “lo incontrolable”. Alonso cree que estas circunstancias individuales por separado no acarreaban riesgos para suponer un problema como el que se dio, pero que juntos todos los factores unidos al lleno absoluto del recinto más la estancia de aficionados fuera del mismo desencadenaron la tragedia. Incide Alonso así mismo en una dejadez de la policía local que permaneció “de espaldas a la gente que estaba fuera haciendo botellón” y una falta de “medios policiales” alrededor del estadio. La postura de Ultra Naciente descansa también y sobre todo, como por otra parte cabría esperar, en que la concentración policial se centró casi exclusivamente en el graderío donde se sitúa este grupo de aficionados en la grada naciente.

Responsabilidades

Donde Pino Hernández sí ve un borrón es en el papel que jugó la delegada del Gobierno en Canarias, María del Carmen Hernández Bento, quien, a su parecer, “tiene que saber en todo momento cómo y cuándo se debe plantear la seguridad en un estadio”, y que “si hay más de 30.000 personas, eso avala para que no haya 20 ó 30 policías en la Grada Naciente y todo lo demás vacío”. Y añade que no tiene “nada ni en contra ni a favor de los ultras”. La delegada del Gobierno, arguye Hernández, “está para saber todos los peligros que puede acarrear un evento con demasiada gente como la que había, no se puede dejar con unos cuantos policías”. Porque Hernández exime a la seguridad privada de esta competencia, la de prevenir y actuar, que atribuye exclusivamente a la policía, y declara que “los seguritas no te pueden tocar”, tan sólo, dice la peñista, advertir o disuadir al invasor: “A mí me toca un segurita y lo denuncia al momento, tienen las manos atadas”, zanja Hernández. Su sentencia es que, para evitar la entrada a última hora de intrusos no deseados, “tenía que haber una patrulla en las puertas del estadio para avisar de que determinadas personas iban a hacer lo que hicieron”.

Por su parte, Alfonso del Pozo, madrileño aficionado al equipo amarillo “desde los cinco años” y perteneciente a la peña El Tractor Amarillo, achaca la culpa al club. “Después de analizarlo en frío, creo que fue una negligencia del club” y “la responsable es la directiva, lógicamente”. Del Pozo recuerda que “no es un hecho aislado” y que en la temporada 2005-2006 ocurrió lo mismo contra el Linares, pero que en aquel entonces “el resultado te acompañaba”. “La junta directiva con el presidente a la cabeza es la responsable”, opina el madrileño, y comenta cómo se sorprenden algunos conocidos suyos en Madrid cuando les dice que el presidente de la UD, Miguel Ángel Ramírez, es el dueño de una empresa de seguridad, como es Seguridad Integral Canaria: “En casa del herrero, cuchillo de palo”, ironiza del Pozo, quien no duda que “la directiva tiene que dimitir” y no sólo por esto, sino “por su estado de cuentas” deficitario que hereda de la anterior directiva, dice, si bien matiza que “hay que reconocer que gracias a la labor de esta gente el club ha evitado la desa”.

Para del Poz,o “ninguna de las decisiones que envolvieron al partido fueron acertadas”, pero que la previsión del presidente Ramírez pecó de miopía, más cuando el máximo mandatario amarillo opera en el sector de la seguridad privada; “si puedo disponer de 50, 60, ó 100 guardas más, pues dispongo de ellos. Se te puede desbordar, pero tú has puesto los medios, no puedes ir con 25 policías ó 25 guardas jurados a controlar un perímetro tan grande”, finaliza del Pozo. El madrileño no confía en que se depuren responsabilidades, y se lamenta de que “tras un fracaso vienen nuevas promesas y se vuelve a ofrecer la posibilidad de la Primera División”, tal vez como un prototípico canto de sirena.

¿Se pudo prevenir o anticipar?

Se ha hablado de una posible sobreventa de entradas para el decisivo partido del ascenso a Primera División. “No creo que hubiera más gente de lo que el aforo permitió, a mí no me consta”, alega Pino Hernández. Hernández ve una falta de efectivos policiales y su inoperancia una vez se produjo la invasión. “Se vieron desbordados, saltó demasiada gente y menos mal que con la aparición del presidente de Las Palmas, Miguel Ángel, la cosa se apaciguó un poco. Valerón (Juan Carlos) intentó también parar un poco”, comenta la representante de los peñistas. En cuanto a la finalización del partido, Hernández desestima el pitido final como una posible salida a aquella encerrona, “pasara lo que pasara, perdimos, pero no podemos dar por finalizado un partido. Si el árbitro hubiera pitado el final, habría sido correcto, pero también habría sido incorrecto si el Córdoba hubiera perdido un minuto y medio por culpa de nosotros (la afición), sería una vergüenza a nivel nacional que se permitiera algo así”.

De otro lado, Alfonso del Pozo cree que “con las grandes masas de concentración de personas siempre las hay que no guardan el orden” y no pasa por alto cómo “en Madrid estamos acostumbrados a ver cómo todas las celebraciones acaban con altercados”. Por lo demás, echa en falta que se declarara el partido como de alto riesgo, lo que implica un mayor énfasis en la seguridad, y también que “el árbitro podía haber dado por bueno el resultado y haber pitado el final, nos hubiéramos ido al vestuario con el resultado a favor y los del Córdoba un poquito cabreados, pero ya está”.

Y no se queda ahí, pues para él “el árbitro con su decisión de no pitar antes, además de cometer una injusticia provocó un incidente de orden público”, aunque considera que “no podemos echar la culpa al árbitro”.

Para Hermógenes, por su parte, es difícil acertar con las responsabilidades, tanto más cuanto vio los sucesos desde la distancia y por televisión. Pero sí tiene claras dos cosas. Una, que para ajustar cuentas “están las cámaras de seguridad” que pudieron grabar a los sujetos de la invasión de campo. Y dos, “con todo lo que se diga, mucha gente de la que se tiró estaba dentro del campo”, más allá de la que pudo acceder al Estadio de Gran Canaria en las postrimerías del encuentro.

De otro lado, el representante de Ultra Naciente Jonathan Alonso opina que un modo de atajar la invasión debió ser la mayor celeridad en la actuación policial. “En el momento en el que saltó la primera persona, si la policía hubiese actuado en ese momento acordonando el recinto, no hubiese saltado nadie más”. Pero sí achaca la principal responsabilidad a cada uno de los que saltaron al campo, que “fueron mínimo 500 personas”, afirma el peñista, entre ellas, reconoce, algunos aficionados de Ultra Naciente, a quienes excusa porque “no se quedaron cuando acabó el partido, sino que se fueron del campo”. Suscribe también el que la Delegación del Gobierno debió prever que se trataba de una situación de máxima tensión y debió declarar el partido de alto riesgo, “aunque no fuera un derbi o un partido conflictivo entre aficiones”.

Alonso aboga por la división física entre los distintos sectores de la grada, “con barreras de metacrilato, por ejemplo”, como medida disuasoria y de control. Una división así, entre las zonas sur, curva, tribuna y naciente, cree el peñista, evitaría la libre circulación de los aficionados por el perímetro del campo y la mayor capacidad para controlar e identificar a quienes intentan saltar al terreno de juego, pues siempre se verían obligados a hacerlo desde su parcela.

El de Ultra Naciente recuerda que “hace un par de temporadas hablamos con el club y les propusimos declarar una grada de animación para la gente joven en la naciente y que se separara del resto”. Y aclara, eso sí, que la naciente es la única zona que está aislada del resto “por los dos puentes” de acceso. Los ultras pretendían con esta propuesta evitar que los aficionados ocuparan asientos que no les correspondían y usurpar localidades de tarifas superiores y en mejor situación. La petición fue oída pero la posible ejecución de la separación fue postergada dado que, según recuerda el aficionado, “va en contra de la ley de evacuación en recintos deportivos por ser medios físicos que impiden el paso entre personas”.

Cree Alonso que después de lo ocurrido tal vez la policía se muestre más flexible y permita al club acometer esta medida para delimitar los sectores de la grada. El problema es, añade, que el de Gran Canaria es un estadio con gradas en altura y que las vías de escape en caso de incendio se reducen a las salidas de emergencia y que en los estadios con gradas “a ras de suelo” siempre cabe un escape directo desde la grada “hacia el terreno de juego”. El peñista desvela, de hecho, que el planteamiento del club para la temporada que viene (2014-2015) es “sectorizar tanto sur y curva como tribuna y naciente”. En cuanto al por qué de la ausencia de responsables, Alonso se remite, como el asturiano Hermógenes, a las cámaras de vigilancia.

En cuanto a la falta de seguridad privada, achaca la responsabilidad al jefe de seguridad del estadio, quien en la reunión semanal que se celebra los jueves, previa a los partidos en el Gran Canaria, con el club, el Cabildo, la Policía Nacional y la Local y Protección Civil, es el encargado de adjudicar el número de efectivos de seguridad privada y su ubicación.

La falta de civismo

Una parte minoritaria, se dice, o quizás es lo que queremos creer, de los aficionados y espectadores de fútbol, parece que tienen un parco compromiso ciudadano, un sentido común que más pareciera el menos común de los sentidos, una ausencia de moralidad, de civismo.

La invasión infame y terrible es reflejo de ello. Pero la autocrítica entronca directamente con el sentido común, y con el fin de que la responsabilidad sea un bien compartido, los peñistas opinan sobre las velas que cada cual aguanta en este embrollo del “forofismo” y el amor por los colores.

Pino Hernández cree que los que saltaron al campo “no representan” en nada a la afición amarilla, que dio muestras de deportividad absoluta cuando aplaudía, ya finalizado el partido, a la pletórica hinchada cordobesa incrédula ante el premio inesperadamente sobrevenido. “Son gente que entra a un recinto deportivo como quien va a un festejo y para estropearlo”. La presidenta de los peñistas de la UD introduce aquí lo que para ella es un cariz predominante y hegemónico en esto de la afición futbolística: el machismo. “A esta gente por mucha educación que se le dé no es suficiente, pues se consideran muy machos”, denuncia Sánchez. Y recuerda un percance que sufrió durante el partido objeto de este reportaje, en su localidad (la primera fila del sector AB 28, cerca de la pista de atletismo), cuando uno de los “invasores” agarró una botella de refresco para tirársela desde el terreno de juego.

También recuerda eventuales golpes que uno de los que saltó al campo propinó a un jugador del Córdoba; “esa no es la afición que nosotros representamos cuando vamos a Córdoba”.

Sánchez, de hecho, aboga por la implantación del derecho de admisión articulado a través de controles de alcoholemia llevados a cabo por la policía: “El que entre con una mínima de alcohol se queda en su casa. No entra al estadio”, en la medida de que se convierte en un elemento incontrolable; y recuerda la presidenta de peñas, que “cuando vi que Valerón se adelantó en el césped y uno de estos fue hasta él lo primero que se me vino a la cabeza es que pueda llevar un arma, un cuchillo, y lo puede desgraciar para toda la vida”. Es una medida preventiva.

Por su parte, del Pozo cree que “el 95% de los que saltaron al campo fueron a celebrar la victoria, no a pegar a nadie”. Pero el “escándalo” y la “vergüenza” que soportó ante sus paisanos madrileños fue irremediable ante “una imagen lamentable”, como recuerda el peñista.

También Alonso, de Ultra Naciente, alude a la cuestión social y la “cultura que debe tener una sociedad” y que aquel día brilló por sus ausencia.

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