Frías noches de insomnio para custodiar el rebaño

“Tengo que aguantar lo que venga, pero ni de castigo le deseo yo esto a nadie”. Ramón Mayor custodia día y noche su rebaño de 150 ovejas en el corral de Cueva Corcho, en el municipio grancanario de Valleseco, después de que una manada de “nueve o diez” perros salvajes haya matado a siete animales en los últimos meses y de que otros once hayan desaparecido.

A la vera del redil, en una pequeña llanura habitualmente enfangada, Ramón estaciona el vehículo que ha convertido en morada en las frías noches de invierno de la cumbre de Gran Canaria. “Hasta las 00.00 o la 01.00 estoy bien, pero más tarde no importa si estás dentro o fuera del coche”, dice el pastor, que ya lleva unos veinte días en esta situación.

Ramón, que ha denunciado el caso ante la Guardia Civil, lamenta las pérdidas que le han ocasionado los ataques de los perros. “Estuve guardando las ovejas en verano sin producir nada, pagando un seguro y, ahora que empiezan a producir algo, me matan a los animales”. El ganadero cifra los daños en 4.000 o 5.000 euros.

La Benemérita le prometió que realizaría una batida por la zona para controlar la manada de canes, pero Ramón se muestra escéptico y solicita nuevos apoyos . “De momento, no he visto a ningún guardia civil por aquí, sé que nadie debe culpa, pero pensé que me darían una solución, que algún medio debía haber”, asevera.

El pastor, que ubica en la Cruz de Tejeda la procedencia de esta manada, relata su experiencia con los animales. “No aparecen sólo ovejas muertas, sino también golpeadas. Algunas han amanecido en la Cruz de Tejeda huyendo de los perros. Le he dicho a la Guardia Civil dónde están, porque los he visto allí”.

Según relata el ganadero, uno de los vecinos de la zona resultó herido recientemente por el ataque de uno de ellos, que pudo ser ahuyentado tras la “rápida” intervención de su compañera.

“Una puñalada”

Ramón apenas guarda un resquicio de esperanza de hallar las once ovejas desaparecidas de su rebaño. “Tenían cencerros puestos, pero no doy con ellas, están lejos unas de otras. Ojalá que aparezcan todas, pero lo veo muy difícil, ya hace más de quince días de eso y los animales no aparecen por ningún lado”, señala.

“Es como si te dieran una puñalada, es la comida tuya y tu trabajo”, concluye el pastor mientras se apura para alimentar a uno de los corderos que han quedado huérfanos.

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