Latitud 28 y el PCE, en el Club Victoria, una época inolvidable y emocionante

El edificio del Club Victoria, donde se fusionaban arte y compromiso social. (CA).

Rafael González Morera

Las Palmas de Gran Canaria —

En 1961 vuelve Tony Gallardo de Venezuela, pronto funda Latitud 28 en el Club Victoria, y como un relámpago vivificador se hace con la dirección del partido. Germán Pírez, según algunos críticos, se había acomodado, y según los más puristas y no exentos de mala leche, decían: “Germán ha cambiado la política por el ajedrez”. No era cierto según pude comprobar por relatos directos de miembros del partido, pero también la realidad es que Tony Gallardo representaba más juventud, más dedicación y también más osadía en la lucha contra la dictadura, y para muchos Tony cambió la escultura por el compromiso social, su taller de Juan de Miranda por la actividad en el partido, que se reflejaba fundamentalmente en el Club Victoria a través de Latitud 28.

scribía su hermano José Luis Gallardo que “en la obra y la vida de Tony Gallardo, la necesidad hegeliano-marxista no es en ningún momento negada, pero no es capaz de encarnarse en lo material, sobre todo en la piedra, sin antes transformarse en compromiso, en pacto singular con su sociedad y con su tiempo. En el escultor nacido en el itsmo que separa la playa de Las Canteras del puerto de La Luz, la razón histórica es por último vivida como locura, como un azar interiorizado que apuesta por otros reencuentros de azar”. Es en Latitud 28 en donde se cuecen las habas, y Tony deja en segundo plano su producción artística, para dedicarse de lleno al trabajo social, a la lucha antifranquista. Mela Campos, su esposa, José María García, Manuel González Barrera, Paco Lezcano, Agustín Millares, Fernando Rodríguez, Luis Alsó, y muchos más, hacen una labor formidable impulsando el teatro comprometido, la poesía social hasta donde dejaba la censura del régimen, teatro en barriadas y pueblos, conferencias, y caravanas culturales inolvidables, que llegaron incluso a las cuarterías de los aparceros del sur. Gallardo también escribía sobre Tony que “experimenta en su propia carne el concepto de arte en la calle, que aplicaría con el grupo Latitud 28 y también con el grupo Contacto en la década siguiente, a raíz de su salida de los cuatro largos años de cárcel franquista”.

“No voy a hablar aquí tampoco, -continúa José Luis Gallardo- de su militancia como máximo dirigente del Partido Comunista en Canarias, ni de tantas y tantas cosas, para no cansarles a ustedes con la reiteración. Pero sí afirmar que sólo un hombre así, un artista rebelde donde los haya, un hueso duro de roer, como dice Redondo Abuín, un escultor-luchador indomable, incansable, insobornable, cuyas imágenes, de carácter no oficial u oficioso, seguimos con Bajtin, indestructibles y categóricas, hasta el punto de que no hay dogmatismo, autoridad, paralelismo, ni formalidad unilateral alguna que pueda convivir ni armonizar con ellas, desafían a toda pretensión de perfección de una vez por todas, a toda estabilidad, a todo formalismo limitador, a toda operación y toma de decisión circunscritas al dominio idealista del pensamiento y a toda concepción elitista o esteticista del mundo y de la belleza, podía, si hacemos excepción de todo un Miguel Ángel, concebir ni esculpir, pongamos por caso, el Atlante, que impresionante domina por entero la perspectiva de la bahía del Confital, a la salida de la capital por el norte”, afirmaba José Luis Gallardo.

Está claro, y lo confirman varios críticos de arte, incluso su hermano José Luis, que desde que toma el mando en el PCE hasta la caída de Sardina en 1968, la obra de Gallardo en el terreno de las artes plásticas fue muy limitada, más bien exigua, poco conocida. Hace muchos trabajos en metal, a base de hierros soldados, algunos plenamente abstractos, pero pronto vuelve a un realismo palmario. Pero su gran obra desde 1960 a 1968 la dedica al PCE, al trabajo social y comprometido.

En Latitud 28 y en el partido dirigido por Tony es sin duda la época más bonita y emocionante, rayando muchas veces en acciones peligrosas, de todas las épocas que conozco del PCE. Sería a mediados de 1962 cuando una tarde en el Club Victoria, Mela Campos me pregunta súbitamente si quería ingresar en las Juventudes Comunistas. Sabía que estaba militando en las Juventudes Socialistas con Felo Monzón, pero fue muy sincera al exponerme su deseo de que entrara en el partido. No lo pensé mucho, simplemente le dije: vale. Y vaya si valió, de no hacer nada con Felo Monzón, porque el PSOE estaba hibernado, en los cuarteles de invierno, y tenían mucho miedo la mayoría de los socialistas; sin embargo con Tony Gallardo aquello fue una vorágine, y entre caravanas culturales, charlas de arte, que tenían más contenido político que artístico, reparto de octavillas y buzonadas, Latitud 28 de la mano del PCE fue extendiendo sus tentáculos por toda Gran Canaria. Por entonces ya estaba en el Diario de Las Palmas en nómina como auxiliar de redacción, estudiaba en la Escuela de Comercio, jugaba en el Juvenil Sporting San José, -que tuve que dejar en edad todavía juvenil- y era asiduo del Club Victoria en donde pasaba buenos ratos con Tony y Mela, una gran amiga que tengo la fortuna que ahora vivimos cerca y nos vemos con frecuencia. Y por si fuera poco, militaba en el PCE.

De dos acciones inolvidables con Tony no me olvidaré, una manifestación organizada en una regata de vela latina, siguiendo todo el recorrido de los botes con reparto de octavillas por la costa, hasta que llegó la Policía Armada (los grises) y tuvimos que salir corriendo como atletas de primer orden. Creo que terminé en la calle Fuego, en lo alto de La Isleta en tiempo record, aunque Emilio Díaz Miranda que aparte de gran nadador corría como una centella, nos ganó a todos. La otra acción subversiva inolvidable por su peligrosidad fue en el cine Avenida (antes Hollywood, en la calle General Franco, hoy Primero de Mayo), en donde hicimos un reparto de octavillas mientras Tony se subió al escenario para dar un discurso al público presente, y algunos de ellos nos increparon y silbaron, mientras el acomodador avisaba a la policía y tuvimos también que salir por patas.

Tony nos daba charlas a un grupo de militantes incluso de la historia del partido, y nos contaba las barbaridades cometidas por los franquistas en Canarias a sangre fría. Nos hablaba del fundador del PCE en Canarias, el palmero José Miguel Pérez, que también fue fundador del Partido Comunista de Cuba y su primer secretario general. Nació en Santa Cruz de La Palma en 1896, y en 1921 emigró a Cuba, y en 1925 organizó el Partido Comunista de Cuba, siendo elegido secretario general y expulsado poco después por el dictador Machado, y a su regreso a Canarias desarrolló una intensa labor política y sindical, creando el periódico comunista Espartaco. En 1933 fundó el Partido Comunista de Canarias en La Orotava, y fue elegido secretario general. En 1936 es detenido por los golpistas franquistas tras participar en la resistencia republicana en la Semana Roja de La Palma del 18 al 25 de julio, pero el cañonero Canalejas llegó de Santa Cruz de Tenerife y los republicanos son reducidos tras unos siete días de desigual lucha. El 4 de septiembre fue fusilado en el Barranco del Hierro de Santa Cruz de Tenerife junto a muchos republicanos tinerfeños. José Miguel Pérez fue un maestro ejemplar, dedicado siempre a la ayuda de los más necesitados y a la clase obrera.

Volviendo a principios de los años 60, Tony tiene que lidiar con un movimiento que pronto cobra una fuerza popular de primera magnitud, Canarias Libre, cuya explosión y gran desarrollo se produjo con motivo del partido de fútbol entre la Unión Deportiva Las Palmas y el Córdoba el 4 de marzo de 1962. El equipo amarillo iba embalado para recuperar de nuevo la Primera División, y en ese encuentro el árbitro aragonés Martín Álvarez tuvo una actuación escandalosa, injusta. Había marcado para Las Palmas Espino, y a falta de dos minutos en un clamoroso fuera de juego, realmente provocativo, consiguió el empate el cordobés Vila, terminando el encuentro 1-1. Explosión de ira en el Estadio Insular, lanzamiento de todo tipo de objetos, incluso fue famoso por sus protestas el doctor don Rafael O´Shanahan, que tiró un zapato y su reloj al árbitro. Estaba sentado cerca de mi padre también indignado por la gran injusticia arbitral, y luego hubo una tremenda “guirrea” de piedras cogidas en los Arenales aledaños al recinto deportivo, prácticamente tomado por la encolerizada afición. Para muchos esa fue la dinamización de Canarias Libre. La Policía Armada (grises) tuvo que emplearse a fondo esa tarde en el Insular, y luego en el aeropuerto de Gando, hasta donde fue escoltado el árbitro perseguido por muchos aficionados amarillos.

Como ya exponía en la anterior entrega, el nacimiento popular de Canarias Libre crea muchos celos en el PCE, y creo que fueron esas contradicciones las que llevaron a Fernando Sagaseta a la ruptura con la línea oficial carrillista. Un informe emitido por la Ejecutiva del partido en Paris decía que “era un movimiento de los intelectuales, capas medias de la población, gente joven. Ese Movimiento de Canarias Libres (sic), con unos planteamientos muy infantiles y muy fuera de la realidad de las Islas, pero que caló inmediatamente, más que nada porque el Partido no realizó ningún trabajo de orientación, caló en los sectores pequeños burgueses y en algunos sectores campesinos y sirvió durante unos dos o tres años de actor de agitación y movilización de cierta parte del pueblo. El Partido, en estas circunstancias, fue arrastrado a remolque de ese Movimiento de Canarias Libres, de tal manera que, en la base de ese movimiento, los militantes del Partido eran los que ayudaban fundamentalmente a la tirada de octavillas, de letreros y a las acciones, pocas acciones de agitación que realizó ese movimiento. No influía, ni mucho menos, ni orientaba; la prueba de ello es que los militantes, e inclusive algunos dirigentes de Canarias Libres, eran militantes y dirigentes del Partido. Los militantes y dirigentes del Partido actuaban en Canarias Libres, pero no con una política propia, sino siguiendo la política de esos intelectuales”. Este punto de vista oficial del PCE, será compartido años más tarde por algunos de los protagonistas de los acontecimientos, pero muy criticado por otros, que con el transcurso del tiempo fueron alejándose de la línea oficial del PCE, para romper con él en la década siguiente, y crear un nuevo Partido Comunista en Canarias, que no obedeciese a las directrices del histórico PCE. Era evidente que la visión desde Paris no era la misma existente en Canarias.

Mis primeros peninos en el viejo DiarioDiario

Estaba en esas fechas ya en el Diario de Las Palmas como auxiliar de redacción, tenía que hacer las entrevistas de casetas en el referido encuentro UD-Córdoba, y no pude acceder a ellas, tomadas por la Policía Armada, y con el público tirándose al terreno de juego. Un policía, porra en ristre, aunque le mostré mi carnet del Diario –todavía no tenía el de periodista- me empujó y no me dejó entrar a la caseta del Córdoba. El barullo era monumental en el césped, y muchos policías iban ya pistola en mano. Mi jefe Luis García Jiménez escribía ese domingo muy indignado: “El 1-1 de ayer queda ciertamente como una afrenta, como un desprecio al sentido de dignidad del fútbol (…) El resultado final lo había producido el árbitro dándole al Córdoba un gol totalmente inexistente”, publicaba el Diario de Las Palmas. “El desgraciado árbitro que hoy ha manejado tan nefastamente el pito en nuestro Estadio Insular es el señor Martín Álvarez, del Colegio Aragonés. Por supuesto, no honra a su Colegio, ni a la clase arbitral en general, y, por bien y prestigio de la misma esperamos sea inhabilitado a perpetuidad incapacitándole oficialmente para cualquier labor de tipo deportivo, aparte de las responsabilidades de orden civil que puedan caberle, tras la fabulosa alteración de orden público que ha protagonizado”, terminaba su artículo Luis García. El aragonés Martín Álvarez no sólo no fue sancionado, sino que estuvo doce años en Primera División, y cuando se retiró fue profesor del Colegio de Árbitros de Aragón para dar clases a los jóvenes árbitros. “Será para enseñarles a los chicos a pitar penalties inexistentes”, comentó Luis García cuando se enteró que hacía el nefasto trencilla pasados los años.

El Movimiento de izquierda independentista republicana Canarias Libre había nacido en 1959 de la mano y pensamientos de Fernando Sagaseta, Carlos Suárez, Armando León, Andrés Alvarado, todos ellos miembros del PCE. Desde un punto de vista sociológico había tenido, y especialmente a partir de los incidentes de 1962, una gran aceptación por varias motivaciones, como la crisis del modelo agrícola con el surgimiento de otro sistema económico que girará en torno al turismo y el éxodo del campo hacia el trabajo de la construcción, de la hostelería y servicios. La aparición de grandes barrios marginales y el chabolismo fue también causa determinante, y la persistencia del fenómeno del caciquismo. La falta de libertades en la dictadura, la represión de la Iglesia Católica, la ejecución de Juan García Suárez El Corredera a garrote vil en 1959, la revolución cubana, el surgimiento de ETA, entre otras causas sociales, impulsaron vertiginosamente a Canarias Libre.

Pero mucho antes que naciera Canarias Libre, surgió la Iglesia Cubana, un movimiento librepensador, excéntrico, irónico, sarcástico, y de mucha mala leche, y entre los miembros de la fundación de primera hora encontramos a Luis Hernández Crespo, filósofo, intelectual, que recitaba a Calderón y a García Lorca de memoria. A Luis Hernández los demás “afiliados” le llamaban “el Papa”, por su indudable carácter de líder y dirigente del grupo subversivo y anticatólico que por allí pululaban, entre otros Arturo Cantero Sarmiento, que para otros era “el Obispo”, Manuel Bello, farmacéutico, Emilio Guedes, erudito y contestatario, Juan José Falcón Sanabria, compositor, Juan Marqués García, musicólogo, Matías Días Padrón, conservador del Museo del Prado, Helio Ortega, y otro de los alma mater del grupo, Luis Alsó, que reunía una multitud de militancias clandestinas, la Iglesia Cubana, Canarias Libre, Latitud 28 y el Partido Comunista, como el gran nadador y excelente amigo, Emilio Díaz Miranda, que también andaba militando con todo el rojerío y los contestatarios que se le ponían por delante.

A Luis Alsó en aquella época lo veía con mucha frecuencia en el Club Victoria, en Latitud 28. No sabía que yo había ingresado en las Juventudes Comunistas, las células funcionaban independientemente por aquello de la Brigada Político/Social franquista y no se sabía la militancia de unos y otros, y un buen día me dijo; “oye, Rafa, que veo que eres uno de los nuestros, ¿quieres ingresar en el grupo de la Iglesia Cubana?” No lo pensé quince segundos; “Luis, dejé la Iglesia Católica, y no pienso ingresar en otra iglesia”. “Vale tío, pero sigo diciendo que eres de los nuestros”. Era por supuesto muy simpatizante de los amigos de la Iglesia Cubana, pero en aquellos momentos con el Diario de Las Palmas, la Escuela de Comercio, el Juvenil Sporting San José, y el PCE, tenía la agenda muy cubierta. Y además el partido veía con cierta reticencia esas aventuras un tanto folklóricas, de muchas discusiones dialécticas pero con poca efectividad social más allá del disfrute personal del cachondeo y tente tieso. Sin embargo, todo hay que decirlo, participé en un sancocho organizado en la barra de Las Canteras, a la cual fuimos con un barquillo en el que llevamos las viandas, el carbón, y el bebistraje, y nosotros “vadeando” las olas, y menos mal que estaba la marea vacía. Pero a la vuelta había pleamar y más de uno con la chispa que tenía casi se ahoga.

En realidad tenía una gran amistad con todos “los cubanos”, y en especial con Emilio Díaz Miranda, que es de mi generación, y que ya estábamos militando en el PCE, y además le hice varias entrevistas para el Diario como gran campeón de natación que era en aquellos tiempos, y además olímpico en Roma. Y con Luis Alsó y Manolo Bello también me unía un gran “feeling”, que por la diferencia de edad rayaba en la admiración, y mantenía unas conversaciones trepidantes y crepitantes entre Canarias Libre, la Iglesia Cubana, el Partido Comunista, la guerra civil, el existencialismo, y la filosofía pura. Pero Toni Gallardo supo ganarse a muchos de los críticos de la Iglesia Cubana y de Canarias Libre, para que ingresaran en el PCE. Años inolvidables, hasta llegar a septiembre de 1968, y combinando con mi trabajo en La Provincia desde su vuelta a los kioskos a finales de 1966.

La caída en Sardina del Norte de toda la dirección del PCE

El 15 de septiembre se produce la caída de Sardina del Norte de toda la dirección del PCE en Gran Canaria. Un auténtico desastre. Una semana antes, o algo así, recibo una llamada en casa de Mela Campos: “Feluco, si puedes vente a casa sobre las diez u once de la mañana, antes de que vayas al periódico a trabajar”. Como un clavo, o un reloj, me presenté en el domicilio de Mela y Toni en la calle Juan de Miranda, en donde incluso Gallardo tenía su estudio/taller y a veces hacíamos reuniones. Me informaron que el domingo próximo se iba a organizar un asadero en Sardina de Gáldar, en la Cala Martorell, y que iban a ir unos ochenta o cien miembros del partido, y que contaban conmigo. “Coño Toni, siento decirte que el miércoles me voy a Tenerife, el domingo juega Las Palmas contra el Atlético de Madrid porque el Estadio Insular está clausurado, y voy a hacer las crónicas previas y la del encuentro. Me manda el periódico, y no puedo decir que no voy”. A mi jefe Antonio Lemus no le hacía ninguna gracia ir a su patria chicha, Tenerife, a hacer la crónica de ese partido, y me encargó a mí todas las previas y la reseña del encuentro. El choque contra los colchoneros me salvó de algún problema, o problemón, de haber estado en Sardina del Norte. Para los curiosos futboleros y amantes de la historia amarilla digamos que Las Palmas ganó su partido de clausura en el Heliodoro por 2-1, con goles de Justo Gilberto y León, y el del Atlético lo marcó Irureta. Ese día por la noche, en el hotel Tigaiga en donde me hospedaba tras dar la crónica para La Provincia, recibo una llamada de Pepe Rivero Gómez que me informa del desastre de Sardina del Norte, en donde cae toda la dirección en aquellos momentos de la organización. Toni Gallardo, José Luis Gallardo, Jesús Redondo Abuín y Manuel Morales Macías fueron condenados a ocho años de cárcel. A Juan Quesada Cruz, Juan Francisco Morales Ruíz, Manuel Vizcaíno Reyes, José Montenegro Álamo y Ramón Armando León le cayeron tres años. A dos años fueron condenados Leopoldo Valido Florido, Polo el mecánico, José María Viéitez Gómez, Juan Valido Hernández, Antonio Naranjo Santana, José del Toro Augusto y Francisco González Torres, y a un año Juan Francisco García Bravo de Laguna, Francisco Delgado Cabrera y Ángel Dávila Sarmiento.

Pero hay una serie de mujeres que destacaron con luz propia en todos estos sucesos, entre ellas Mela Campos, que organizó la defensa de todos los hombres detenidos, protagonizando un encierro en la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria que fue histórico, pionero en España en este tipo de acciones, y que puso en jaque a la Guardia Civil y a la Brigada Político Social. También fueron muy destacadas las acciones de las hermanas Morales Ruíz, Victoria, Ana y Rosa, hijas del militante del PCE Juan Morales Santana y de Victoria Ruíz Pérez, también miembro del partido y que vivían en la calle Luján Pérez, 77, todos ellos muy amigos míos y de mis padres Felo González y Solita Morera. En la calle Princesa Guayarmina vivía mi abuelo materno, Pepe Morera y mi abuela Mamá Lalo Santana, también amigos de la familia Morales Ruíz. Mela Campos y demás compañeras escribieron aquellos años páginas inolvidables como esposas, madres, hijas, defendiendo con uñas y dientes a sus familiares presos.

Un par de meses después de este aciago suceso, a finales de 1968, José Carlos Mauricio que había ingresado en el Diario de Las Palmas a finales de 1966, cruza el pasillo y pasa a la redacción de La Provincia que estaba físicamente enfrente, y se dirige a mi mesa. El “malvado” Mauricio, como le bautizó años después Pepe Alemán (tenía la ventaja Pepe de conocerlo de compañero de estudios en los Jesuitas, y yo lo estaba empezando a calibrar), me espetó: “¿Tú eres Rafael González Morera?” Me conocía perfectamente, nos saludábamos sin casi hablarnos desde hacía más de un año, y me salió del alma la respuesta, “No, yo soy Lenín”. Pocas veces he visto a Mauricio sonreír, pero esta vez no pudo evitarlo, hizo una mueca sonriente. “Me gustaría hablar contigo mañana, ¿podemos vernos a las seis en el Gabinete Literario?” Y allí nos reunimos, y tuvimos el primer encontronazo. “Después del desastre de Toni Gallardo en Sardina del Norte, el partido me ha elegido como nuevo secretario general”. “Eso habrá que verlo cuando salga de la cárcel”. Toni estuvo cuatro años preso (1968-1972), y eso le permitió a Mauricio hacerse con el control del partido. La segunda reunión con Mauricio fue en el Hotel Madrid, no era cuestión de repetir los sitios porque la Brigada Político Social se estaba empleando a fondo. En esta ocasión la conversación subió de tono, pero le seguí insistiendo a José Carlos que había que hacer unas elecciones cuando Toni saliese de la cárcel. Y así se hizo en 1973.

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