Rayco y la lucha diaria contra la esclerosis

Rayco Díaz Cabrera

Saúl García

Arrecife —

Rayco Díaz Cabrera (1979) subía cada día los 89 escalones de la Sociedad Democracia, donde llevaba trabajando quince años como conserje. Comenzó a notar que se desequilibraba. “Se me iba el cuerpo”. Le entró la preocupación y fue al médico. El diagnóstico final se lo comunicó el neurólogo: esclerosis múltiple primaria progresiva. Es una enfermedad degenerativa que avanza, a veces más rápido, como al principio, y a veces más despacio.

Los músculos se quedan rígidos: “No controlo mis reflejos, es como si tuviera quince kilos en cada pierna, y entonces la arrastro; si camino veinte pasos me quedo sin aire”, dice Rayco, sentado en una habitación de su casa, en el barrio de Titerroy, donde hay un sofá, una silla de ruedas eléctrica y mucho espacio libre para que se pueda mover. Llaman a la puerta. Un técnico viene a instalar una máquina que empuja el aire, para hacer más llevadera la apnea del sueño que padece Rayco. El lunes ha salido del Hospital, donde le hicieron unas pruebas, y el miércoles ya le están instalando la máquina. Su mujer, Yurena, acompaña al técnico al dormitorio. Cuando sale de la estancia, Rayco dice: “¿Sabes el curro que tiene esta mujer conmigo?”.

La enfermedad la padece él pero la soportan los dos. Yurena vuelve y dice que al principio fue duro: “Fue una lucha muy fuerte y es complicado con la edad que tenemos”. Tienen un hijo de 14 años. A Rayco hay una cosa que le duele más que el cuerpo: “Me duele que ella no pueda hacer su vida”, dice, y ella sonríe. Cuando le diagnosticaron la enfermedad, Yurena trabajaba, pero lo tuvo que dejar. “No podía atenderle”. Rayco necesita ayuda para cualquier acto cotidiano, aunque intenta arreglárselas por su cuenta. “Soy muy guerrero”, dice él. “Es duro este chico”, dice ella: “Un día fue a coger un vaso de agua y me lo encontré en el suelo, así que no puedo dejarle sólo”.

Los dos están contentos con la atención que reciben de la Sanidad pública, sobre todo con su neurólogo, Pablo Eguía, que “es muy bueno”, pero reclaman alguna mejora. Ella pide más días y más horas de rehabilitación y él cree que lo más importante sería un poco de ayuda doméstica para que ella pueda 'respirar' un poco. Yurena asegura que la rehabilitación, la fisioterapia, hace que Rayco mejore mucho y, sobre todo, que no empeore: “Tenemos un objetivo, que es mantener el cuerpo”, dice. Ahora va a rehabilitación tres días a la semana, 45 minutos cada sesión. “Cuando vuelve, llega mucho mejor, se le nota con más energía. Todos los pacientes piden lo mismo: más horas de rehabilitación”.

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