''Me faltaba vivir lo cotidiano de África''

Mientras responde a la entrevista, Pepe Naranjo (Telde, Gran Canaria, 1971) se pasa la mano por la cinta que lleva en su muñeca derecha. Es la pulsera del Camino de Santiago, que su hermana le regaló el día antes de irse a vivir a África para cumplir su sueño de periodista. “Es para los que empiezan un nuevo camino”, le dijo. Desde entonces no se la ha quitado y la acaricia con frecuencia, como si le diera las gracias todo el tiempo a las dos por seguir ahí, mientras relata sus experiencias en África como periodista freelance.

- Pero de las redes sociales no se puede vivir, no generan ingresos -se le contradice-.

- Evidentemente. ¿Pero crees que me da más satisfacción publicar en El País que hacerlo en mi medio? Cuando llegué a Senegal iba obsesionado con vender. Ya no me obsesiona -contesta-.

Lleva años escribiendo de África occidental -es autor de Los invisibles de Kolda, sobre la tragedia de la inmigración clandestina-, pero hace seis meses que lo hace desde ella. En octubre cogió las maletas y se instaló en Dakar, la capital de Senegal, para contar las historias del continente negro en el portal Guinguinbali y en otros medios que le publican. A sus 40 años, Pepe Naranjo ya tiene esa edad en la que, a los reporteros como él, se les empieza a considerar veteranos.

“África es muy descarnada, para lo bueno y para lo malo”, asegura. En una charla en la Universidad de Las Palmas de G.C. habló de lo bueno, sobre cómo un grupo de 30 activistas y blogueros lograron, en las últimas elecciones senegalesas, evitar el fraude electoral y la perpetuación de su presidente.

Decía Kapuscinski que África, en realidad, no existe; que es un continente demasiado grande como para describirlo. Pepe Naranjo no aspira a tanto, pero sí al menos a contar unas pocas historias.

Uno se acerca a la información sobre África y parece que nunca se ubica del todo. ¿Por qué da esa sensación?

Hemos vivido de espaldas a este continente. Somos europeos, y ahora estamos además mirándonos el ombligo. Lo que tenemos es un problema de ideas, de mentalidad, y nos ayudaría mirar otras experiencias. Para el gran público África es una gran desconocida.

¿Quizá es difícil para los periódicos contar África?

Yo cada vez estoy más convencido de que los medios tradicionales están muertos. A mí me da igual si me publican o no. Tengo que vivir y comer, es un defecto que tengo, pero más allá de eso, a mí me da igual. Tengo Guinguinbali, de la que soy uno de los creadores, Twitter, Facebook y una conexión a internet y un portátil. No necesito más nada.

¿Con cuánto vives en Senegal?

Intento llevar una vida bastante austera. Con 500 euros al mes se puede vivir bien. Lo que más gasto es teléfono, porque lo uso mucho, internet y transportes. Las cosas superfluas, pero que por mi trabajo son importantes. La comida no es muy cara, hay menús por un euro y medio.

En los seis meses que llevas en África occidental has vivido un cambio político en Senegal, un golpe de estado en Guinea Bissau y otro en Mali.

También he hecho algunos reportajes sobre venta de tierras, publicado en Mundo Negro, y sobre hambruna en el Sahel. Pero como información internacional, esos han sido los tres acontecimientos de máxima actualidad. Todos muy juntos además, entre el 22 de marzo y el 12 de abril. En dos semanas se puso patas arriba la región.

¿Por qué eliges Dakar para vivir?

Es la ciudad mejor comunicada de África occidental y tengo posibilidad de desplazarme a otros países. Tenía ya contactos allí de haberla visitado cuatro o cinco veces. Y porque se avecinaba un proceso electoral que ya se veía venir que iba a ser caliente.

¿Qué pasó?

Es algo que se viene gestando desde hace tiempo, con movimientos de protesta que empalman con la primavera árabe, de alguna manera. Eso desemboca en un proceso electoral donde un señor de 85 años, presidente desde hace 12, quiere volver a presentarse cuando la constitución le limita a dos mandatos. Y se busca una triquiñuela, violando el espíritu de la constitución.

Parece que te involucras más con esto que con los golpes de estado...

Guinea Bissau vive un golpe de estado cada dos años. Es muy interesante, y lo que está pasando con la rebelión tuareg en Mali también. Pero en Senegal vivo todo el proceso. Me parece que da el mensaje de que la democracia sí es posible en África, y que la sociedad civil sí puede participar y ser decisiva.

¿Es un cambio de tendencia en la región?

No lo sé. Los golpes de estado son la punta del iceberg de la debilidad de los sistemas de participación, y eso tiene que ver con la fragilidad de los sistemas educativos. Yo ponía en mi blog, que en Bissau el estado ni está ni se le espera. Los profesores no tienen ni la primaria, la mayoría no tiene una cultura media. Es muy grave. Tiene que ver también con el peso de la colonización, las multinacionales, la corrupción, las condiciones de trabajo... Todo un sistema perverso que hace muy difícil que la maquinaria funcione. Es evidente que en mucho sitios no está funcionando. Pero en otros sí. Mira Kenia, Sudáfrica, Botsuana, Ghana, el Magreb... Se han conseguido mantener niveles de crecimiento económico, el problema es la redistribución. A África le queda un largo camino.

En tu blog dices que la mayor parte del tiempo te gustaría hablar de otra África, pero también que basta un año de escasez de lluvias para que millones de personas se encuentren cara a cara con la muerte.

África es muy descarnada para lo bueno y para lo malo. Las ciudades son muy hostiles, pero a la vez la gente es muy acogedora. Por supuesto que hay otras cosas que contar muy en positivo. El proceso electoral senegalés ha demostrado una lección de madurez: que la participación ciudadana es capaz de hacer caer a un tipo que se quería perpetuar en el poder por medios ilegítimos. Pero eso no sale.

¿Por qué?

Porque va en contra de la imagen construida. África es un estereotipo. Lo que vemos es lo que nos venden, porque no es un lugar que vayamos a menudo. ¿Cómo construimos esa imagen? Guerra, miseria, hambruna, golpes de estado... Yo no digo que no existan, pero no es toda la realidad. Hay gente, empresarios, mujeres que trabajan, clase media... Toda una realidad cotidiana que no se cuenta.

¿Es la que tú vives?

Claro. África son 1.000 millones de habitantes. Hay conflictos por determinadas razones históricas, pero no es la realidad de todo el continente. El caso de Senegal es paradigmático. En un contexto de inestabilidad en África occidental, se ha mantenido estable como país. Es una democracia muy sólida. Ellos dicen que llevan 150 años de democracia, porque antes fueron franceses. Es otra manera, porque es a la africana, pero hay que entenderlo.

Vives en Dakar, de la que dices que es una ciudad hostil y agresiva, donde cada día pagas un precio por ser blanco.

Todas las ciudades que yo conozco en África tienen ese punto. Pero en el centro de Dakar es donde más he visto eso. Cuando llegas por primera vez todos te quieren vender algo, si te descuidas te tiran mano al bolsillo... En la misma puerta del aeropuerto hay cien personas que te ofrecen cosas. Eso hay que aprender a gestionarlo abusando del olfato y la vista. Y vas haciendo amigos y entendiendo algunas claves de comportamiento.

¿Qué haces cuando no trabajas?

En el periodismo no desconectamos mucho nunca. Hice un viaje al sur que se podrían considerar unas minivacaciones, pero siempre averiguando, haciendo fotos, porque de ahí puede salir un reportaje turístico... Estoy siempre activo y muy pendiente de lo que va pasando en Senegal y los países vecinos. Paso mucho conectado a internet, y eso me crea una cierta contradicción. Tienes un montón de experiencias que vivir y gente que conocer, y a veces me paso más tiempo con el ordenador que en la calle.

¿Pensaste alguna vez ser reportero freelance en África? freelance

He ido dando los pasos, como siguiendo un camino por el que la vida me ha ido conduciendo. Empecé con el tema de la inmigración, viajé a África varias veces... Yo no podía explicar la inmigración contando negros llegados en patera. Tenía que contar la otra parte de la historia, porque si no, solo contaba el final del cuento.

Pero lo de viajar fue una decisión tuya...

En mi primer viaje al África subsahariana me voy en mis vacaciones. El periódico me pagaba algunos viajes pero otros me los pagué yo. A partir de ahí yo soy curioso y me voy interesando. Al final sentía que me faltaba vivir lo cotidiano, y hace seis meses se dieron las circunstancias personales y profesionales. Ahora estoy allí, no sé por cuánto tiempo porque vivo a dos meses vista. Pero tampoco me preocupa mucho.

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