La leyenda de la cinofagia: ¿comían perros los antiguos canarios?

José Juan Jiménez, conservador del Museo Arqueológico de Tenerife

Ana Santana (EFE)

Santa Cruz de Tenerife —

En 1583 el mercader de vinos británico Thomas Nichols aludió a que la principal comida de los antiguos habitantes de Gran Canaria eran los perros castrados, lo que propagó la idea de una cinofagia sistemática que nunca justificaron las crónicas ni las excavaciones arqueológicas.

Sobre este asunto escribe el conservador del Museo Arqueológico de Tenerife, José Juan Jiménez, en su nueva obra Canarii: La génesis de los canarios desde el mundo antiguo, publicada por LeCanarien Ediciones, en la que amplía “sustancialmente” sus planteamientos primigenios.

José Juan Jiménez, que es doctor en Prehistoria por la Universidad de La Laguna, relata en una entrevista con EFE cómo incluso el antropólogo estadounidense Earnest Albert Hooton afirmó en 1925 que Plinio el Viejo en su Historia Natural indicó que los canarios fueron denominados así porque comían carne de perro.

A su vez, Hooton resaltó que “una gente llamada canarios viviese en el continente -tan cerca de Gran Canaria- y fuese adicta a la cinofagia”, con lo que especuló que esta práctica dio nombre a los indígenas y a la isla.

La costumbre de comer carne de perro, explica José Juan Jiménez, está documentada en varias localidades del norte de África como parte regular de la dieta e incluso en Trípoli se vendía en las carnicerías, aunque era una costumbre preislámica, prohibida por el Corán, procedente de la época cartaginesa, cuando se sacrificaban perros a la diosa Tanit.

Pero José Juan Jiménez advierte de que hay que poner reparos arqueológicos y etnohistóricos a esta hipótesis porque en primer lugar, indica, los restos arqueológicos presuntamente alimentarios de los asentamientos de Gran Canaria no refrendan un consumo sistemático de cánidos por parte de los antiguos canarios hasta el siglo XV.

De hecho, el arqueólogo ha señalado que sólo en cinco yacimientos (Gáldar, Agaete, San Bartolomé de Tirajana, Moya e Ingenio) hay evidencias óseas de canes, que son cuantitativamente insignificantes si se comparan con las de especies verdaderamente aprovechadas en la dieta, como cabras, ovejas y cerdos, agrega el investigador.

Jiménez también llama la atención sobre la ausencia de noticias respecto a esta costumbre alimentaria en las crónicas y primeras historias de Canarias, “tan proclives a detenerse en los recursos alimenticios de sus primeros pobladores”, si se exceptúa “la breve e indocumentada descripción de Thomas Nichols en 1583”.

“¿En qué datos se basó este mercader de vinos para afirmar que los perros eran objeto principal de consumo?”. José Juan Jiménez señala que el propio Nichols aseveró que existían perros en Gran Canaria “tales como los hay en todos los países del Noroeste y en ciertas partes de las Indias Occidentales que sirven de comida a la gente en lugar de ovejas”.

Según el conservador del Museo Arqueológico esta “confusa traslación de hábitos alimenticios” entre distintas áreas geográficas por parte de Nichols dio origen “a la cinofagia sistemática presuntamente practicada en Gran Canaria”, unos datos que posteriores eruditos y estudiosos recogieron acríticamente, como hizo el propio Viera y Clavijo.

José Juan Jiménez puntualiza además que resulta “muy improbable” que se haya denominado canarios a los indígenas de Gran Canaria porque practicasen la infundada cinofagia, pues “los muchos grupos bereberes que sí parecen practicarla con frecuencia no fueron llamados de esa forma”, sino con sus propios apelativos étnicos.

Asimismo, continúa el investigador, está demostrada la existencia del adjetivo canarius derivado de canis que hace referencia a una hierba ingerida por los perros para purgarse, a un “augurio canario” de época romana en el que se sacrificaban perros y a un pueblo voraz de la Mauretania, los Canarii, es decir, “que existieron varias y diferentes acepciones para unos vocablos similares”.

También en el norte de África era habitual encontrar figuras con cara de perro, como ocurría con los ídolos prehispánicos de arcilla en Gran Canaria donde los genios malignos se concebían con la apariencia de grandes perros velludos.

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