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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

El juez delincuente que lo salpicó todo de mierda

Carlos Sosa

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Desde la cárcel de Estremera, en Madrid, donde ya lleva más de un año de los seis y medio que le cayeron por corrupto, el orgullo del juez delincuente Salvador Alba Mesa sigue intacto. Él siempre sostuvo que obraba conforme a la Ley y que eran los demás los que formaban parte de una conspiración para perjudicarle. Se sentía ampliamente respaldado por José Manuel Soria, ministro de Rajoy; por Antonio Doreste, presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias; por Emilio Moya, presidente de la Audiencia Provincial de Las Palmas, y por Manuel Marchena, presidente de la Sala Segunda del Supremo. ¿Con qué objetivo?: acabar con la carrera política y profesional de la magistrada Victoria Rosell, que por entonces se iniciaba como diputada de Podemos.

Con la fortaleza que le daban tan egregios respaldos decidió imponerle al empresario Miguel Ángel Ramírez una fianza de 35 millones de euros que le obligara a pedirle una reunión en la que pactar cualquier cosa. Y Ramírez accedió: al fin y al cabo él trataba de salvar sus empresas, que se vieron muy perjudicadas por tan cuantiosa decisión judicial. 

Alba le pidió que declarara lo necesario para que Marchena admitiera a trámite en el Supremo una querella de José Manuel Soria contra Victoria Rosell por retardo malicioso en la administración de justicia, prevaricación y cohecho. Con la colaboración de Ramírez, la querella fue admitida, pero ni Soria ni Alba, ni por supuesto Marchena, sabían que aquella conversación en la que se pactaba la conspiración había quedado grabada para la posteridad.