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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Carreteras: no es sólo un problema de Gran Canaria

Fernando Clavijo y Carlos Alonso en rueda de prensa.

Carlos Sosa

Se ha vuelto a equivocar Fernando Clavijo, y nuevamente con la ayuda inestimable del Partido Popular. Como adelantamos en esta misma sección hace unos cuantos días, la absoluta deslealtad institucional del presidente del Cabildo de Tenerife rompiendo la unidad ante el convenio de carreteras entre Canarias y el Estado no solamente hace tambalear las frágiles relaciones internas en el pacto entre Coalición Canaria y el PSOE, sino que amenaza a la imprescindible estabilidad institucional entre el Gobierno de Canarias y los siete cabildos del Archipiélago. Y no por quince millones de euros, que a pesar de las exiguas cantidades que manda el Estado son cáscaras de lapa, sino en realidad por una pose que no es más que la salida natural que canaliza Carlos Alonso a la presión de una ATI ansiosa por recuperar el desaforado poder que Paulino Rivero logró embridar en los últimos cuatro años de su presidencia. Se trata de que Tenerife recupere el liderazgo político, y por lo tanto presupuestario, a cualquier precio, da igual que por el camino caiga Fernando Clavijo o se quiebre Coalición Canaria en islas como Gran Canaria o Fuerteventura, sin menoscabo de lo que puedan cabrearse los palmeros, los herremos o el ostracismo de los nacionalistas gomeros los lleve a la desaparición del mapa político. De lo que se trata es de recuperar el peso que desde que Manuel Hermoso dio la puñalada a Jerónimo Saavedra las oligarquías tinerfeñas vienen reclamando sin el menor disimulo. Paulino Rivero, con todos sus aciertos y sus desaciertos, logró frenar ese ímpetu tinerfeñista y por eso se llevó la medalla de traidor que le cuelgan incluso dentro de su propio partido. El cierre del anillo insular, el viario de carreteras de la isla de Tenerife, es la excusa perfecta porque es la brecha que tanto a ATI como al Partido Popular pueden agigantar dentro del pacto con el PSOE dado que la consejera de Obras Públicas es socialista y el presidente del Gobierno no puede traicionar a los que le auparon a ese puesto decisivo de su carrera política.

El PP, de fanfarria

Fernando Clavijo necesita un periodo mayor de maduración. Sostener como ha hecho estos días que tiene que respetar el desmarque del presidente del Cabildo de Tenerife en base a un Pacto por Tenerife al que él mismo se prestó con esa institución y los 31 municipios de la isla es de una inmadurez política que causa espanto. Se puede combinar un pacto con una isla entera, con todas sus fuerzas vivas, incluido el obispado nivariense, sin quebrar las obligaciones que emanan del cargo que ostenta y que le obligan en primer lugar con los miembros de su propio Gobierno, sean del partido que sean, y a continuación con la obligación que todos los miembros de ese Ejecutivo tienen con toda Canarias. Un Pacto por Tenerife, por cierto, que no es más que la reedición de otros muchos que con anterioridad se fueron pariendo en momentos que las fuerzas vivas de la isla consideraron críticos y que tenían que ver siempre con inversiones que se paralizaban, ora por falta de recursos, ora por denuncias de los movimientos ecologistas, ora por fallos judiciales o decisiones de órganos suprainsulares. El Partido Popular, por supuesto, no es ajeno a la operación, y no porque sus dirigentes sean unos auténticos linces de la estrategia política y se hayan colocado a empellones en la foto, sino porque ha sido evidentemente invitado a formar parte para que el daño a infligir fuera aún más descarado. La estrategia pasa por fortalecer la creencia de que con el Partido Popular Canarias va mejor, y dada la imposibilidad material de que esa mejoría pueda traducirse en una avalancha de millones en los presupuestos más electoralistas de la era Rajoy, todo se va a reducir a la escuálida cantidad de quince millones de euros, quince. Ese número mágico está permitiendo a Carlos Alonso abrirle una brecha a su socio en el Cabildo, el PSOE; abrirle otra brecha al mismo partido en el pacto con CC en el Gobierno que preside Fernando Clavijo; convertirse en el líder de referencia de la política tinerfeña, por encima de su antecesor, Ricardo Melchior, y del propio Clavijo, al que lleva de paseo de pacto en pacto. Y, de remate, va engolfando al Partido Popular para que se esmere en soltar la pasta con el argumento en la recámara de que si no se consigue lo pretendido, llegado diciembre pase al territorio de los apestados. Para entonces, para diciembre, todo puede dar un giro tan espectacular que ninguno de los cálculos de ATI le sean propicios. Lo viene advirtiendo con su socarronería habitual el secretario general de Coalición Canaria, José Miguel Barragán, que juega con la doble ventaja de ser majorero y vivir en Tenerife, lo que les parecerá una chorrada pero no lo es. Barragán sabe que con estas escaramuzas de Carlos Alonso y Fernando Clavijo se está alimentando un monstruo.

Cuidado con las demás islas

El que crea que Gran Canaria es la isla más perjudicada por la perreta de Carlos Alonso se equivoca de parte a parte. La carretera más urgente de la isla redonda es la de La Aldea y ésa parece tener garantizada su financiación para el año que viene. La otra obra pendiente, la cuarta fase de la circunvalación podría ralentizarse un poco más con el único peligro del sobrecoste pero sin ningún riesgo de protesta social una vez los importadores de coches parecen calmados con lo bien que les ha ido estos últimos años y entretenidos con la grave crisis del grupo Volswagen. El problema va a estar en las demás islas, empezando por la de Fuerteventura, de la que es natural y vecina la consejera de Obras Públicas, ninguneada hasta extremos infames por su presidente y por Coalición Canaria. Ornella Chacón tiene ante sí el doble reto de salvar el convenio de carreteras sin perder el necesario fair play con el Cabildo de Tenerife y el Consejo de Gobierno del que forma parte. En Fuerteventura tiene la ventaja de contar con un presidente del Cabildo muy proclive a Fernando Clavijo, pero muy celoso de los intereses de la isla, sobre todo cuando de lo que se trata es de empichar, verbo que aprendió a conjugar cojonudamente bien durante su etapa como alcalde de Puerto del Rosario. A Marcial Morales no le va a hacer puñetera gracia que un capricho de su homólogo de Tenerife pueda poner en peligro las tres obras de carreteras que, acogidas al convenio con el Estado, están en marcha en la isla: una ralentizada, otra parada y la otra más o menos a buen ritmo. Y si le preguntaran a su antecesor, Mario Cabrera, ni les contamos. Como no le va a hacer puñetera gracia a Casimiro Curbelo, al que ATI y el PP quieren de socio en un hipotético nuevo escenario de Navidad y Reyes, que no le incluyan a La Gomera en las nuevas inversiones que él pretende. O peor aún, que en La Palma los socialistas que lideran ahora el Cabildo apoyados en Coalición Canaria puedan reprochar al Gobierno de Clavijo que la carretera Bajamar-Tajuya pueda irse al garete por estos desafueros tinerfeños, como la del acceso al puerto de Tazacorte. Antonio Castro puede tener un problema grave. No es pleito Tenerife-Gran Canaria, por mucho que una parte de la prensa de Tenerife, tan dada a estas bromas se haya prestado ya ligerita; es una bomba que están armando de manera irresponsable y les puede estallar en la cara. Que se olviden de los ataques de celos del Puerto de La Luz, que es grandecito y se defiende solo. El conflicto de las carreteras es lo grave.

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