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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Charlotada Canaria

Fernando Clavijo, a punto de saludar a los Reyes (@equipoClavijo)

Carlos Sosa

Las Palmas de Gran Canaria —

La amplitud de miras del llamado “nacionalismo canario” está quedando plenamente retratada en estos días de soberanismo, patriotismo y furia que vive España. Las caras visibles de Coalición Canaria se han colocado en el extremo más alejado de los partidos que han promovido el referéndum catalán y de aquellos como el PNV que están intentando que la resolución del conflicto no se salde con vencedores y vencidos al grito de una, grande y libre.

A la vista del oportunismo político por el que siempre ha transitado Coalición Canaria, cabría pensar automáticamente que su posición del lado de lo que Ana Oramas llamó este miércoles “fuerzas constitucionalísticas” responde sencillamente a la luna de miel que vive ese partido con el PP, con la chequera de Montoro abierta de par en par para conseguir el voto de la referida Oramas y del otro diputado nacionalista canario, empotrado en las listas del PSOE, Pedro Quevedo.

Una postura a priori coherente si no fuera por la que ha adoptado estos días el Partido Nacionalista Vasco, abiertamente partidario de la negociación y del entendimiento antes que de la imposición con la que pretenden actuar las llamadas “fuerzas constitucionalísticas”, a las que se ha sumado con esa zalamería propia de los grandes momentos Coalición Canaria.

El PNV también ha conseguido grandes cesiones por parte del Gobierno del PP a cambio del apoyo a los presupuestos del Estado ahora mismo vigentes. Pero al contrario de las fuerzas “nacionalísticas” canarias, mira con mucho recelo el renacer de un peligroso movimiento recentralizador potenciado precisamente a raíz de los excesos del proces y de la más excesiva respuesta del ahora crecido nacionalismo español.

Que los partidos nacionalistas canarios no se hayan alarmado ante ese nuevo movimiento nacional español que quiere empezar por reclamar para el Estado las competencias en Educación, la desaparición de cualquier cuerpo policial autonómico y la máxima intervención y control de los poderes autonómicos, no solo deja en pelotas a los teóricos de esos nacionalismos de ahora para después sino también a los que siempre hemos creído en la conveniencia de una España descentralizada mediante la fórmula más adaptada a cada tiempo.

El discurso de Ana Oramas este miércoles en la decisiva sesión del Congreso de los Diputados (y las Diputadas) fue realmente penoso en contraste con el que minutos antes había pronunciado el portavoz del PNV, Aitor Esteban. Un discurso que pareció haber sido pensado en el mostrador de un bar de moscas, chochos y pejines, escuchando a los parroquianos decir eso de “que entre la acorazada Brunete en la plaza de Cataluña” y “que se vayan si se quieren ir”. Es verdad que en tan solo dos minutos no puede caber el ideario nacionalista (si lo tiene) o autonomista (ma non troppo) de Coalición Canaria, pero desperdiciar la mitad de ese tiempo en charlotadas que dejan a la ciudadanía de Canarias a nivel hooligan, provoca mucha decepción.

Como decepciona la alegría con la que la señora Oramas se despachó a los 2,2 millones de catalanes que se movilizaron el 1-O para votar en ese referéndum (ilegal, anticonstitucional, golpista, lo que quieran) que se celebró contra todo pronóstico y contra todas las fuerzas coercitivas del Estado español. Ya quisiera para ella un respaldo del 30% de la población de Canarias, 600.000 personas, dato muy alejado del de los 62.000 votos que a ella le sirvieron para ser diputada.

El único presidente autonómico de “obediencia nacionalista” que acudió este jueves al desfile militar con motivo del día de España fue Fernando Clavijo. Toda una declaración de intenciones de quien un día no muy lejano se declaró independentista.

Dos días antes, en el pleno del Parlamento regional, dio las claves de su posición con respecto a las autoridades catalanas: “No se puede cumplir la ley un poquito, o se cumple o no se cumple, y nosotros estamos con la Constitución”. Exactamente la misma visión del asunto que tienen el Partido Popular y las fuerzas nacionalistas españolas; ni un solo resquicio al reconocimiento de que en Catalunya están pasando cosas extraordinarias que no se pueden resolver por la vía ordinaria. Ni un solo guiño a la conveniencia de adaptar ese marco legal a nuevas realidades y viejas reivindicaciones que van mucho más allá del modelo de financiación autonómica y la pasta que me tienes que dar, Mariano, para yo adjudicar carreteras en Canarias.

Como Rajoy, que preside un partido imputado por violar la ley para financiarse, con decenas de cargos públicos corruptos en la cárcel o haciendo méritos, Fernando Clavijo se aferra al palo mayor de la ley. Una pobre opción. Y peligrosa.

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