Sobre este blog

El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

El Círculo vicioso

Sergio Alonso Reyes, presidente del grupo Domingo Alonso.

Ya tocaba que el Círculo de Empresarios de Gran Canaria saliera a la palestra a fijar su posición. Y no es que tocara porque la sociedad canaria estuviera desorientada esperando los sabios posicionamientos políticos de este grupo de notables, algunos venidos a menos, sino porque cada vez que se le encienden las alarmas a la derecha canaria por el motivo que sea, ahí están ellos para tratar de sofocar los conatos, reconvenir al díscolo y cabrear a los ciudadanos que aun con la que está cayendo son capaces de mantener un poco de sentido común. El comunicado semestral del Círculo de Empresarios es un apéndice del discurso que el Partido Popular ha venido sosteniendo estos últimos meses, amplificado con aparato eléctrico y mucha bronca a medida que se han precipitado los acontecimientos petroleros y las alarmas electorales se han encendido de modo grave. Por eso, lo primero que rechina de su encíclica veraniega es la acusación al Gobierno de Canarias (CC y PSOE) de actuar con “intereses partidistas” hacia “derivas políticas populistas” y promoviendo “actos de desobediencia o desafecto frente a nuestro Gobierno central”. Los tres ejes del discurso del PP canario para defender las prospecciones de Repsol, que por supuesto, también merecen una consideración especial para este grupo de empresarios: que se fomente “sin suspicacias cualquier iniciativa económica y empresarial del sector privado, y esto incluye tanto la investigación sobre la existencia de gas o petróleo (...) como la construcción de hoteles modernos”. ¿Falta algún detalle identificativo? Pues hay más, allá vamos.

Copiar a Cataluña

Tan afanados estaban los redactores del comunicado del Círculo Empresarial en acusar al Gobierno canario de todos los males del mundo, que por el camino se olvidaron de algunos detalles nada insignificantes, como los motivos por los que se ha llegado a la actual situación de ruptura institucional entre Canarias y el Estado. En el centro de todos esos motivos está el ministro José Manuel Soria, al que no se hace la más mínima referencia ni implícita ni explícitamente. Como si el líder de la derecha canaria no haya tenido la menor participación en la generación del clima de crispación y de enfrentamiento, como si ninguna de sus decisiones fuera merecedora de una respuesta colectiva de la sociedad canaria y de sus instituciones. Sólo el Gobierno canario se lleva las tollinas, pero con acusaciones de muy grueso calibre como el de tomar decisiones políticas “propias de regímenes totalitarios” por promover una consulta ciudadana, mira tú qué cosas, o por haber tanteado a accionistas de Repsol para disuadirles de las prospecciones en aguas isleñas. “Copia la trayectoria de Cataluña”, llega a decir el escrito empresarial respecto a la deriva “hacia políticas populistas” del Ejecutivo canario. No tienen ni pajolera idea de lo que dicen porque por desgracia para esta tierra, no gozamos de la categoría de la clase empresarial catalana que se ha unido siempre unánimemente tras sus instituciones para reclamar de Madrid un trato justo, anteponiendo siempre los intereses propios a esas pamplinas del espantajo de la unidad nacional que los ultras disfrazados de liberales agitan cada vez que a un pueblo le da por cabrearse. Ojalá hubiera en Canarias una clase empresarial como la catalana; o como la balear, que también se ha puesto junto a sus instituciones para rechazar con una sola voz las prospecciones petrolíferas en sus aguas aduciendo intereses económicos, sociales y ambientales, los mismos argumentos que ha defendido el Gobierno de Canarias y los cabildos y ayuntamientos que han querido sumarse a la causa. Argumentos que, como se puede comprobar, no comparten en absoluto algunos prebostes del mundo empresarial canario.

Los tres tenores

La suerte que tienen los 24 miembros del Círculo de Empresarios de Gran Canaria es que no se tienen que presentar a las elecciones para ocupar plaza en ese club presuntamente selecto. Son elegidos por ellos mismos bajo el estricto control de quien es su ideólogo, Sergio Alonso Reyes, propietario del grupo Domingo Alonso y presidente del Club de Fans de José Manuel Soria. Huyen de las elecciones porque para eso tienen a algunos esbirros que periódicamente presentan a las organizaciones donde hay que medirse para salir elegido. Ellos no, ellos prefieren la atalaya de la presunta influencia que les confiere su facturación, sus apellidos y las estrechas relaciones que mantienen con quienes han de sacarles las castañas del fuego en las instituciones públicas. Junto a Sergio Alonso y su hijo Óliver, dos de los 24 del club, controlan este tipo de pronunciamientos Mario Romero Mur y Agustín Manrique de Lara, todos ellos dedicados en cuerpo y alma a la tarea dual de proteger el liderazgo de la derecha política de José Manuel Soria y las prebendas que, en franca contradicción con su proclamadísimo liberalismo, puedan caer en todo momento. Mario Romero es empresario de tamaño mediano; acaba de vender sus lavanderías y su principal carta de presentación es la de ser miembro de una familia propietaria de una modesta cadena hotelera, además de presidente del consejo asesor de Endesa en Canarias, un cargo honorífico que le debe a su íntimo amigo el ministro. De Agustín Manrique de Lara, puesto al frente de la Confederación de Empresarios por José Manuel Soria, qué quieren que les digamos que no les hayamos dicho ya: que es una marioneta bailando al son que toca su mentor y de las imposiciones que en este club dictan Sergio Alonso y Mario Romero Mur.

¿Y los otros miembros del Círculo?

Los empresarios, por lo general, son temerosos del poder político, salvo que el poder político en cuestión ponga en peligro, por un periodo más prolongado del deseable, el poder político que a ellos les gustaría imponer. Resulta impensable que este círculo vicioso que forman Alonso, Romero Mur y Manrique hagan la menor crítica de las salvajes políticas del Gobierno central, mayormente porque el sector del automóvil se ha visto muy beneficiado por las subvenciones del PIVE. Pero ante un Gobierno como el canario al que se le podrían reconocer algunos hitos educativos y sociales interesantes y un pulso honroso frente a los atropellos de Madrid no se le puede dar un palmo de ventaja porque no se ha postrado convenientemente ante el poder que ellos creen representar. Y, sobre todo, porque pone en peligro el regreso del PP al poder en las islas. Por suerte, por mucho ruido que los medios le concedamos, este círculo no es representativo del sentir generalizado del empresariado canario. Básicamente porque ni siquiera los 24 que conforman este lobby están de acuerdo con la mayoría de sus comunicados, aunque de cara a la galería así lo sostengan. La mayoría de ellos reconoce que Soria ha sido un desastre para Canarias estos tres años, que ha provocado la actual situación de crispación y ruptura, y que el diálogo que el Círculo de Empresarios exige ahora lo ha cortocircuitado el ministro desde el primer momento. Pretender que la desafección, que la ruptura del equilibrio institucional, haya sido un efecto unilateral es negar principios básicos de la termodinámica. Es seguro que Rivero y Pérez pudieron hacerlo mejor, pero no fueron ellos desde Canarias los que encendieron la mecha.

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