Escenas nocturnas de Triana en agosto

Vaya semanita (la pasada) dio el ayuntamiento a los vecinos de la céntrica calle de la capital grancanaria. Noche tras noche, a eso de las once y a una u otra altura de la vía, se detenían camiones de los que se ocupan del mantenimiento del alcantarillado. Tapa fuera, tobera dentro y a remover detritus. Los vecinos comprenden que a otra hora, el agravio para el comercio y para quienes pasean por esa calle sería grande. Además, entienden que si se realizan esos trabajos está claro que es porque la necesidad obliga a ello. Pero, al tiempo, se preguntan si nadie se da cuenta de que aguantar esos decibelios, que nada tienen que envidiar a los de cualquier lugar de ésos que tienen que cerrar prontito por orden de Pepa, durante cinco noches seguidas no es posible. Sumen a la música-máquina una fetidez que exige la invención de una palabra que supere en mucho el significado de hediondo. Quejosos están y dicho queda. Y ahora, a esperar que el saneamiento no se prolongue también a la semana que ahora comienza.