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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Un Gobierno sin Coalición Canaria

Ana Oramas en una rueda de prensa en el Congreso de los Diputados

Carlos Sosa

Por más que se busquen razones de peso político para explicar la negativa de Ana Oramas a apoyar a Pedro Sánchez en un hipotético acuerdo de Gobierno con Podemos no aparecen más que vaguedades. Lugares comunes como el modelo de país, el joropo venezolano, el carácter mesiánico de Pablo Iglesias… pero ni una sola referencia a lo que en realidad pudiera subyacer tras esa posición cerrada: la ideología. Es indiscutible que la señora Oramas representa dentro de Coalición Canaria al ala más derechosa, a pesar de aquellos arrumacos que llegó a hacerle a Zapatero en los estertores de su mandato y que le costaron –y le siguen costando- muchos disgustos con los suyos. La doña es conservadora y a ella se debe en gran medida la deriva que en esa dirección acometió desde que tomó posesión el actual presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo. No ha servido de nada la desautorización pública que le hiciera José Miguel Barragán, secretario general de CC y el mayor experto en templar gaitas a este lado del Atlántico, que redujo a la consideración de “opinión personal” de Oramas la exclusión de Podemos del imaginario nacionalista canario. Ella ha seguido insistiendo en la cuestión hasta volvérsela a soltar en la cara a Pedro Sánchez en la ronda de negociaciones iniciada por el líder socialista esta misma semana. Con Podemos, ni de coña. Algo muy chungo debe haberle pasado con la formación violeta a la diputada tinerfeña en el último mes porque hasta entonces no le ponía ningún reparo. En una entrevista a Columna Zero, hace ahora un año decía, a preguntas específicas sobre un pacto con Podemos que “cualquier pacto por hacer bien a los ciudadanos es legítimo, no hay que prejuzgar a nadie. Los pactos ya no se hacen por tema ideológico sino por programas y compromiso”. Está bien, oye.

Los amos de la “agenda canaria”

Alejándose de la órbita de un hipotético Gobierno del PSOE con Podemos, con el apoyo externo en asuntos concretos con Ciudadanos y los nacionalistas vascos y catalanes (sean o no requeridos llegados el momento procesal oportuno) parece claro que Ana Oramas aleja a Coalición Canaria de su propia tradición de estar en los alrededores del poder en la Villa y Corte. Desde que en 1996 José Carlos Mauricio se convirtiera en conseguidor ante José María Aznar gracias a los cuatro diputados de CC, convenientemente unidos a los del PNV y los de CiU (quién se acuerda de eso ahora, Mariano) los nacionalistas canarios han jugado siempre a pactar con el partido que lleva el Boletín Oficial del Estado. La única excepción ha sido precisamente esta última legislatura, cuando ese choque de egos entre Soria y Paulino Rivero impidió cualquier tipo de entendimiento, y se tradujo en una implacable persecución a Canarias por parte del primero y un pulso muy duro de llevar por parte del segundo que, a la postre, sumó en su contra para acabar defenestrado en su propia organización. Los resultados de ese conchabo con Madrid siempre nos han sido vendidos como la gran panacea, pero la realidad es que esta autonomía sigue estando a la cola de casi todo lo bueno y a la cabeza de casi todo lo malo. Ana Oramas ha preferido arriesgarse a quedarse fuera de cualquier tipo de capitalización de los logros –pequeños o grandes- que esa ventaja posicional pudiera o pudiese proporcionar a Canarias, y ha dejado ese terreno completamente libre a Pedro Quevedo, el diputado de Nueva Canarias que se incrustó hábilmente en la lista del PSOE por Las Palmas para convertirse de facto en el principal protagonista de este inicio de legislatura. Porque siendo como fue Nueva Canarias quien impuso al PSOE en su alianza electoral “una agenda canaria” será el único, en cualquiera de los escenarios gubernamentales posibles que aborde el PSOE, el que la pueda lleva a cabo. Con los riesgos inherentes de que no le hagan puñetero caso, por supuesto. Una agenda canaria, por cierto, muy puñetera para los intereses de CC porque en ella se incluye la famosa reforma del sistema electoral isleño, ese que tantos disgustos puede reportar a la muchachada que capitanea Ana Oramas.

Arrinconada con el PP

A Ana Oramas no parece importunarle demasiado este escenario de partida ni las consecuencias iniciales que pudiera reportarle su autoexclusión de un acuerdo con el PSOE si por los alrededores revolotea Podemos. Ella considera que lo difícil vendrá después, cuando haya que derogar y hacer leyes, transar acuerdos y conseguir el máximo consenso parlamentario. Un voto es un voto, debe pensar, pero sólo es un voto, le recordamos. Y si Pedro Sánchez consigue la alineación política que pretende, aquella que pasa por acordarlo todo con todos menos con el PP, el arrinconamiento voluntario de Oramas le puede catapultar precisamente a ese rincón, al de la derecha política de la nación, que es donde parece encontrarse más a gusto. Porque hasta los nacionalistas vascos y catalanes, incluidos los de la deriva independentista, van a terminar entrando a pactar sus cosas con el Gobierno que salga de estos acuerdos. Y si el PSOE gobierna con Podemos cualquier interlocución con Canarias la canalizará a través de sus diputados, especialmente de su socio de Nueva Canarias, el instrumento eficaz que puede reducir a Coalición Canaria a su mínima expresión. Todo ello, claro está, si Sánchez no fracasa en el intento, que es lo que viene vaticinando la diputada tinerfeña que va a ocurrir. Lo ha dicho cada vez que ha podido: vamos a elecciones nuevamente, lo que no es aconsejable ni siquiera para su propia formación. Pero ella sabrá.

Rita no está prescrita

Otrosí. Podemos y Socialistas por La Gomera han sido los únicos partidos que, de momento, se han preocupado por la gestión del PP en la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias durante los derrochones años de Rita Martín (2007-2010), según relata un testigo presencial en la comisión correspondiente del Parlamento, nuestro compañero Salvador Lachica. Es decir, el asunto parece interesar solamente a los únicos partidos nuevos en el Parlamento de Canarias cuyos diputadas y diputados asisten con los ojos a cuadros a los escándalos que entre todos los demás se han venido tapando durante décadas y décadas en esta asirocada nacionalidad ultraperiférica. Ni siquiera el PSOE, que fue el partido que solicitó a la Audiencia de Cuentas la fiscalización de ese periodo, se preocupó este jueves un pizco por sacarle lasca a una auditoría que refleja escándalos por todas partes. Nadie ha asumido –ni piensa asumir- responsabilidad política alguna por aquella etapa negra de la promoción turística canaria, cuando se gastaba a espuertas en saraos, ágapes y cuchipandas, en viajes a la China, a la Semana de la Moda de Nueva York o a Islandia. Todo parece reducirse al fraccionamiento irregular de un contrato con la Universidad Complutense de Madrid para ejecutar un encargo que seguramente podían haber ejecutado cualquiera de las dos Universidades canarias, o las dos a la vez. Habrá que esperar a que el diputado que pidió la fiscalización la reciba de manos de su grupo parlamentario y compruebe si, por casualidad, existen indicios de malversación que puedan derivar en la judicialización del informe, cosa que no ha hecho la Audiencia de Cuentas por miedo a los ronchones. Porque no han pasado diez años todavía, parece.

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