¿Guerra sucia dice?

Ya saben ustedes que en las pastorales dominicales y en cualquier foro donde hubiera o hubiese lugar, el presidente del PP canario lanza su particular teoría sobre la guerra sucia. Ha aprendido muy bien el alcalde de Las Palmas que repetir la misma cosa muchas veces puede llegar a fijarse en la opinión pública, aunque la cosa repetida sea falsa, o cuanto menos, medio cierta. Lo está haciendo constantemente con su empeño en convertir a Juan Carlos Alemán en una especie de jefe de la más cruel de las mafias, en un capo de la guerra sucia que ha ordenado crucificar a Soria en los tribunales de Justicia. Para jeringarlo más, le coloca como espantajo a Jerónimo Saavedra, con el que el nuevo líder del centro reformista (y olé) parece estar ahora a partir un piñón. Debe haber encontrado unas buenas zapatillas de ballet con las que sortear, de artístico modo, la mancha de aceite que él mismo derramó alrededor del carismático socialista. Aquel episodio del aceite que -dijo Soria- perdía Saavedra a borbotones, tuvo su enjundia porque no fue un pronto, sino el resultado de una reflexión de horas. Es más, el alcalde pidió que le pusieran con la agencia Efe para contarlo, después de escuchar varias opiniones de sus más estrechos colaboradores que desaconsejaban meterse en ese jardín. Fue la primera vez que saboreó la guerra sucia, el ataque personal al adversario para tratar de obtener rédito político. El patinazo soriano fue de tal calibre que hasta tuvo problemas en su círculo más íntimo. No aprendió la lección, lo que significa que algún día saborerará su propia medicina.