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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Un comisionado contra la demagogia

El vicepresidente del Gobierno, Pablo Rodriguez, sostiene el paraguas en el que se refugia junto a la consejera de Política Territorial y Medio Ambiente, Nieves Lady Barreto

Carlos Sosa

El vicepresidente del Gobierno de Canarias, Pablo Rodríguez, acudió a la cumbre de Gran Canaria a presenciar con sus ojos lo que allí ocurría esta pasada semana durante el incendio que se llevó una vida por delante y provocó cuantiosos daños ambientales y materiales. Rodríguez no tiene ni una sola competencia en cualquiera de las materias en presencia: ni es consejero de Medio Ambiente ni responsable de Seguridad. Ni la función que sí tiene encomendada en obras públicas le concernía allí porque las carreteras afectadas son todas propiedad del Cabildo. Le acompañaba en su excursión a la cumbre su jefa de prensa, suficiente constatación de cuáles eran los motivos que lo llevaron hasta allí abandonando sus siempre decisivas actuaciones al frente de un departamento en el que le pusieron exclusivamente por ser el líder de Coalición Canaria en Gran Canaria y diputado por esa isla, el único.

Este es un Gobierno de postureo y de mentiras que dedica más tiempo a la propaganda que a resolver los problemas de la gente que vive en Canarias, como queda demostrado, por poner unos pocos ejemplos, en los pésimos resultados en la gestión de la dependencia; en nuestra posición en el vagón de cola en la calidad sanitaria que recibimos; en las altas tasas de desempleo que sufrimos a pesar de los apoteósicos resultados económicos que nos anuncian; en el escandaloso abandono de sus responsabilidades en la televisión pública, bajo mínimos en audiencia, en credibilidad y prestigio, y en la nefasta gestión llevada a cabo en las crisis de los vertidos de aguas residuales, las cianobacterias y el buque venenoso que ya se repara en astilleros peninsulares.

El descubrimiento -por parte de este periódico- de lo que nos costó a todos los canarios la fotografía del presidente Clavijo con las tropas españolas destacadas en el Líbano (casi 8.000 euros) es solo una constatación más de cuáles son las verdaderas prioridades de este equipo.

No es un problema de comunicación, en absoluto. Este Gobierno no es una excepción cuando se trata de buscar un culpable que cargue con sus negligencias. Lo intentó Soria cuando fue descubierto con cuentas y negocios opacos en paraísos fiscales: un problema de comunicación. En absoluto.

Cierto es que el Ejecutivo nacionalista canario en cada vez más patética minoría comete con frecuencia extravagantes errores de comunicación derivados mayormente de la confianza que tienen los responsables de ese negociado en los medios de comunicación que se nutren del fondo de reptiles. Pero hay clamorosos errores políticos que ni siquiera ese fondo ni la más sofisticada política de comunicación pueden solventar.

Uno de ellos es, ciertamente, el de la gestión ambiental en cualquiera de sus frentes. Y quedó patente en la crisis de las microalgas y de los vertidos de aguas fecales al mar, que tanto monta, monta tanto. O en el del carguero Cheshire.

La respuesta que Fernando Clavijo ofreció a todos los canarios no fue el reconocimiento de lo mal que se gestionaron (y se siguen gestionando) esas crisis sino el anuncio urbi et orbi de que creará en breve un nuevo alto cargo, con sus secretarias y secretarios, su jefe o jefa de prensa, sus sobres y papeles timbrados, sus tarjetas de visita, su coche y su conductor, sus billetes de Binter y sus dietas y pernoctaciones. Un nuevo alto cargo, dijo, para sortear la demagogia y las mentiras. La demagogia y las mentiras ¡de los demás!, de las fuerzas de la oposición (ahora mismo mayoritarias en el Parlamento) y de periodistas como un servidor que nos dedicamos a azuzar a las masas contra la mala política de este Gobierno.

El nuevo alto cargo no será un comisionado para la lucha contra la postverdad, sino un comisionado, atención, para la lucha contra el cambio climático. “Lo tenía en la cabeza hace tiempo”, declaró el presidente en un pleno del Parlamento, y ahora lo crea porque ya está bien de que nos estemos creyendo que él no está sensibilizado con la naturaleza y los pajarillos del campo pese a su desidia ante las microalgas, los vertidos de mierda al mar, su política energética y esa Ley del Suelo que nos ha impuesto tan alegremente para agradar a ciertos sectores empresariales.

El anuncio de ese nuevo comisionado, con rango de viceconsejero y con voz pero sin voto en la mesa del Consejo de Gobierno, pone de relieve más carencias todavía. La primera es que la acumulación en la misma consejería de las competencias en política territorial y el medio ambiente puede tener efectos perversos cuando lo que prima es lo primero sobre lo segundo. No se le puede exigir ni una pizca de coherencia a la consejera Nieves Lady Barreto cuando con una mano tiene que promover y propagar la nueva Ley del Suelo y con la otra poner en práctica políticas que protejan el medio ambiente y el suelo rústico, el gran damnificado tras la entrada en vigor de ese nuevo texto legal.

La segunda es la implícita confesión de que no ha servido de nada la oficina para el cambio climático, creada solemnemente en Lanzarote la pasada primavera después de que se anunciara su puesta en funcionamiento para los primeros meses de 2016. No hay una sola noticia, además de la puramente propagandística, que nos conduzca a pensar que en estos dos años y pico de Gobierno de Clavijo se haya hecho algo por sacar a Canarias del lugar que ocupa en Europa (entre los primeros) en huella de CO2 por una serie de factores -algunos corregibles- que empeoran por momentos como consecuencia de los registros de visitas turísticas que estamos teniendo.

Más allá de la autorización para nuevas explotaciones de energía eólica, en lo que sí hay que reconocer a este Gobierno haber invertido la fatídica tendencia de las últimas décadas, la falta de empuje en más proyectos de autosuficiencia energética, de promoción del autoconsumo y, en sentido contrario, el empeño por mantener el gas como combustible de transición, particularmente en Tenerife, no hacen creíble en absoluto que Clavijo y los suyos se crean lo que realmente pueden hacer por hacer una aportación importante desde Canarias contra el cambio climático.

Al revés, la nueva Ley del Suelo abre la puerta de par en par a ampliar la oferta turística del Archipiélago sacrificando el suelo rústico, corriendo en dirección contraria a la tendencia de la renovación y mejora de calidad que nos permita incrementar el PIB congelando -o incluso reduciendo- la afluencia de visitantes, que consumen luz y agua, lo que en estos momentos se fabrica en Canarias casi exclusivamente con combustibles fósiles. Turistas que vienen en aviones o en barcos y cuyo gasto medio no ha conseguido incidir de manera decisiva en el desempleo que sufren las Islas.

Si realmente Fernando Clavijo tiene intención de nombrar a un comisionado para el cambio climático que no le cante las cuarenta desde el primer día, quizás deba cambiar antes radicalmente el rumbo de sus políticas energéticas y con el territorio. Porque, de lo contrario, tendrá que elegir comisionado entre los miembros de la asociación de empresarios de la construcción.

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