Una de musas

Ni siquiera este ambiente que todo lo empalaga de buen rollito, concordia, tarjetas de crédito exprimidas hasta la extenuación y treguas en las negociaciones infinitas del pacto de Gobierno, nos va a hacer disminuir un milímetro nuestra dosis diaria de mala uva. Nos lo recomendó un médico chino hace unos años: no te guardes para mañana lo que puedas largar hoy, y la verdad es que nada de úlceras ni de retortijones extraños. Un primor el médico chino. También nos dijo el galeno que escogiéramos tres o cuatro musas políticas, de ésas a las que sabes que puedes acudir en momentos aciagos, cuando no hay muchos temas que echarse al teclado y tus lectores esperan de ti un esfuerzo de imaginación. Tenemos varias musas: una estaba el otro día en un coche en el Castillo de Fuste, en Fuerteventura, aplicada a determinada arte amatoria, cuando el benemérito cuerpo de la Guardia Civil descubrió su excelentísimo cuerpo en actitud de amor enlatado. Y lo contamos sencillamente porque tal acción sirvió para que el congreso insular del PP majorero fuera una balsa de aceite. No nos habría interesado de no haber sido así, porque también los políticos y las políticas tienen derecho a sus aventuras, faltaría más.