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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Pues hablemos de la ley de renovación

Playa del Inglés.

Soria convocó el domingo sus leales y a los que no les interesa estar a mal con él a un mitin mañanero que sólo tenía como objetivo convencer a los conversos y distanciar a los desafectos acerca de su abigarrada gestión al frente del Ministerio de Industria, Energía y Turismo. Si oyera lo que a sus espaldas dicen de él los empresarios que le bailan el agua, a esta hora estaría replanteándose un formato así. Pero él es como es y no nos vamos a meter ahora nosotros a intentar cambiarlo. En medio del autobombo y, de manera muy medida, Soria soltó ante ese selecto grupo de invitados la bombita de la semana para que los periodistas nos entretuviéramos con ella y no habláramos del petróleo y del referéndum que ha cogido al PP con el paso cambiado. Como podrán ver en esta misma sección, no le hicimos puñetero caso ayer y hablamos de la bicha, pero ante la reacción que ha tenido su propia troupe, nos hemos animado a entrar al trapo. Con su anuncio de recurrir ante el Tribunal Constitucional la ley canaria de renovación y modernización turística, Soria se ha cargado de un zarpazo el consenso institucional que él mismo había exigido (y conseguido); la mesa de negociación que se estaba reuniendo con resultados ciertamente esperanzadores; la unidad de destino en lo universal de las patronales canarias, y más concretamente de las patronales de la provincia de Las Palmas, y la unidad de criterio de los dos principales ayuntamientos turísticos de Gran Canaria, Mogán y San Bartolomé de Tirajana, ambos gobernados por el PP, más en el primer caso que en el segundo. Y, para colmo, no va a conseguir que dejemos de hablar del petróleo porque como todo lo que es susceptible de empeorar, empeora, este lunes habló para el mundo el irrefrenable Manolo Fernández, ex secretario general del PP y ex consejero delegado de Anfi del Mar, y no necesariamente por ese orden. Pero, ¿qué dijo Manolo? Aguanten hasta el final, que lo vamos a contar.

El acuerdo, a punto

Los primeros sorprendidos por la salida de pata de banco de Soria han sido los negociadores. Las conversaciones para pulir y abrillantar la ley de modernización turística iban por buen camino, lentas pero por el buen camino, y todo hacía pensar que hacia la primavera se podría tener lista una reforma que permitiera a ambas partes salir airosas del lance. Para los que exigen que Gran Canaria pueda levantar hoteles de cuatro estrellas se preparaba un catálogo de exigencias de calidad que podrían justificar el empeño, después de haber descartado que se pudieran ocupar los suelos clasificados con cuatro estrellas antes del levantamiento de la moratoria. Si se trataba de excelencia, no había excusas para no aceptar una condición así, que se sumaría a la de la rehabilitación para el incremento de categoría de los establecimientos acogidos al espíritu de la ley. Se negociaban los parámetros, cuestiones más técnicas que políticas, cuando llega el señor ministro y da un puñetazo en la mesa para impedir que otros puedan arrebatarle el protagonismo mediático, mayormente el de los fines de semana, para que se hablara de él, aunque fuera mal. La reacción de las dos patronales canarias no se hizo esperar. Este mismo lunes, tras reunirse con Paulino Rivero, tanto Agustín Manrique como José Carlos Francisco coincidieron en la inseguridad jurídica que genera que el Constitucional admita a trámite la perreta de Soria y anule consecuentemente toda una ley por un solo artículo. Una inseguridad jurídica precisamente consistente en cambiar las reglas de juego para peor a mitad del partido, ahuyentando a los inversores del mismo modo que Soria clamó cuando se quejó de que el Cabildo promoviera el BIC del Oasis deteniendo sólo la inversión de un particular, en este caso RIU. Se queja Soria de que el Gobierno canario gobierne por decreto cuando lo que está en litigio es una ley aprobada por el Parlamento. Es él y su gobierno los que gobiernan por decreto desde que llegaron al poder a finales de 2011. Su decreto 1/2012, por ejemplo, ha generado una estampida de inversores terrorífica y ha sumido en el caos y en la ruina el sector de las renovables. Eso es gobernar por decreto; eso es generar inseguridad jurídica por cambiar las reglas a mitad de partida.

La sibilina crítica de Bravo de Laguna

Por si eran pocas las divisiones generadas por Soria con su anuncio de recurrir la ley turística, la reacción del presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo de Laguna, del PP, complica aún más la escapatoria ministerial. No era para tanto, viene a decir el dirigente grancanario ante el tamaño de la amenaza de su jefe de filas, nosotros sólo pretendíamos una corrección en un artículo que perjudicaba a la isla, y no el recurso contra una ley alegando vulneración de derechos y libertades protegidos por la Constitución y las directrices comunitarias. Siendo como es Bravo de Laguna reputado jurista, algo se debe haber estudiado el recorrido que puede tener un recurso así; y siendo presidente de un Cabildo habrá medido las funestas consecuencias que la paralización de la ley por la admisión a trámite del recurso pueden generar en toda Canarias, incluida la isla que pretende defender con su postura en favor de los cuatro estrellas. Conviene, llegados a este punto, leerse las apreciaciones del PP en San Bartolomé de Tirajana, el principal municipio turístico, porque deja en pelota picada a los que dicen que a Gran Canaria lo que le interesa es hacer hoteles de cuatro estrellas y dejar la rehabilitación en un segundo plano. En la ambigüedad ha tenido que situarse también el cada vez más desarmado Fernando Fraile, presidente de la patronal turística de Las Palmas, que se mueve entre una maraña de intereses empresariales que se complican con las imposiciones innegociables del señor ministro. Fraile prefiere el acuerdo antes que la ruptura que este domingo provocó Soria; conoce los pormenores de las negociaciones y lo cercana que estaba la solución pactada. Pero sabe también que, como Agustín Manrique, no puede contrariar al señor ministro, y así tuvo que conducirse este lunes con la ley y, acto seguido, matizando su postura contraria al petróleo al afirmar que lo dicho sobre el riesgo que se asumiría con beneficio cero es solamente su opinión.

Manolo Fernández Estefanía

La percha para volver a hablar del petróleo y su referéndum nos la dio, como decíamos al principio, el gran Manuel Fernández, Por mis pistolas, el más pintoresco vaquero a este lado del Río Pecos, que se despachó a su modo ante las cámaras de Mírame TV en una genial entrevista de nuestro compañero David Cuesta, capaz de sacar lo mejor de cada uno de sus entrevistados. Y vaya si con Fernández lo sacó. Metido en faena petrolera, el ex secretario general del PP dijo que “es un mal augurio que Marruecos no haya encontrado petróleo” en las cuadrículas donde sondeó Cairn Energy . “Pero también podemos pensar que sí lo ha encontrado y que no lo ha dicho”, ¡atención!, ¡atención! “como en las películas del Oeste, cuando los colonos encontraban oro y se callaban”. No nos negarán que no es entrañable este diputado regional, que viene siendo el mismo que llamó “gilipollas” a los que pretenden que el vecino alauí se quede con las riquezas de los presuntos yacimientos que él cree que compartimos en el lecho marino. Pero no fue esa incursión en las novelas de Lafuente Estefanía donde único se columpió el maestro Fernández. Conocedor como pocos canarios de Noruega (fue mano derecha de Björn Lyng aquí y en aquel país) despreció las opiniones sobre el peligro de vertidos con afirmaciones tan extraordinarias como estas: “En la zona de Noruega hay 1.100 pozos y sólo ha habido pequeños derrames”. Dejando pasar lo de “pequeño” como dejamos pasar lo de los “dos pinchacitos de nada” de la delegada del Gobierno, veamos cómo completó la frase su ilustrísima señoría: “Es como si ahora a un coche se le derrama un poco de aceite porque se le rompe el cárter”. Vamos a ver, Manolo. Un cárter tiene, dependiendo del pedazo de motor que lubrique, entre cinco o seis litros de aceite, y una mancha de esa envergadura es tan importante que ha de ser limpiada de la vía pública para evitar accidentes. Además, el aceite de los cárteres, cuando se cambia, ha de ser tratada por gestores autorizados dado su alto poder contaminante. No te quiero ni contar si en vez de una lata de cinco litros, a los amigos de Repsol se le escapan unos cuantos miles de barriles al mar sin refinar. Calcula, Manolo, calcula.

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