Prince Boateng, el 'chico malo' que se había reencontrado en Gran Canaria

Imagen del encuentro entre la UD Las Palmas y el Granada CF.

Efe

Las Palmas de Gran Canaria —

Cuando la UD Las Palmas anunció, en el verano de 2016, la incorporación de Kevin-Prince Boateng, la noticia circuló por todo el planeta fútbol a través de los medios digitales. Y es que se trataba de un fichaje sorprendente, el más mediático en la historia del club grancanario, como reconoció entonces la propia entidad.

Llegó Boateng a Gran Canaria con un pasado futbolístico salpicado por varios episodios extradeportivos que habían enturbiado su sobresaliente carrera. La operación era arriesgada para ambas partes, club y jugador, pero esas dudas acerca de su contratación quedaron enseguida disipadas.

Para Prince, fichar por Las Palmas, un modesto equipo cuyo primer objetivo es la permanencia, era una puerta para reconducir su vida personal, su carrera deportiva y lavar su imagen, tras su expulsión del Schalke 04 alemán por bajo rendimiento en 2015, o del equipo nacional de Ghana, un año antes, por insultar al seleccionador.

El futbolista, que tuvo una infancia difícil, admitió incluso en varias entrevistas los excesos que había cometido años atrás, con su cuenta bancaria repleta, pero víctima de la inmadurez: “En dos años gasté todo mi dinero en coches, discotecas y amigos que no lo eran”, llegó a manifestar.

Boateng quiso dar un giro a su vida y por eso vio en Gran Canaria la posibilidad de encontrar un refugio. “Dentro de seis meses no me preguntarán por todo esto, prefiero hablar en el campo”, dijo el jugador en su flamante presentación preguntado por su conflictivo pasado. Cuánta razón llevaba.

El jugador alemán, internacional con Ghana, se adaptó rápidamente al modesto club canario y encontró en la isla el cariño que pedía, lejos del ruido de los grandes clubes por los que había pasado en Italia, Inglaterra o Alemania, pero también alejado de su actual esposa, con la que tiene un hijo, además de tener otro hijo en Alemania que hace un año y medio que no ve.

Casado con la modelo y presentadora italiana Melissa Satta, la distancia con sus seres queridos, residentes en Milán, no había sido inconveniente para que Boateng empezara a ofrecer su mejor versión sobre el césped, primero jugando en la banda izquierda y después, casi como solución de emergencia, de delantero centro, posición en la que se afianzó hasta el punto de convertirse en el máximo goleador con diez tantos.

Su compromiso quedó demostrado siempre. También en los peores momentos, como durante la decepcionante segunda vuelta del equipo, especialmente después de que el entonces entrenador, Quique Setién, anunciase con mucha antelación que no renovaría.

Incluso el técnico cántabro llegó a decir que Prince era de los pocos jugadores que seguía demostrando su carácter en el campo, dando a entender que el resto había bajado los brazos tras su decisión de no continuar en el banquillo insular.

La Unión Deportiva se había reservado al término de la temporada anterior una opción unilateral para prorrogar su contrato, pero no quiso ejercerla sin antes consultar con el jugador. La respuesta de Prince no dejó lugar a dudas: amplió su contrato por tres temporadas, hasta 2020, unos días antes de la última jornada liguera, desechando ofertas más suculentas.

“Quiero ser parte del futuro de este club, el dinero es muy importante para todo el mundo, pero no lo es todo en la vida. Para mí es mucho mejor ser feliz, y aquí no me falta nada, quizá solo la familia, que está lejos...”, expresó el día de su renovación, como un aviso a navegantes, aunque nada hacía sospechar este desenlace.

Esa lejanía de sus seres queridos ha terminado decantando la balanza. Quizá lo más sorprendente hayan sido los tiempos de la decisión, porque a solo dos días del estreno liguero en Valencia, el próximo viernes, los caminos de Prince y Unión Deportiva Las Palmas se separan de forma totalmente inesperada.

Sin embargo, una sola temporada de amarillo ha servido para que el mayor de los hermanos Boateng haya dejado huella en el vestuario isleño, y también entre una afición que conocía con incredulidad la noticia de la marcha de uno de sus jugadores más queridos.

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