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Invocando a Andreu Nin

Los diputados de ICV-EUiA, PSC, CUP y ERC en el acto de homenaje a Andreu Nin celebrado en el Parlament de Catalunya.

Antonio Baños

Barcelona —

Decía Gaziel que la historia en general, y la catalana en particular, estaba hecha de fallas y pegas. Las fallas venían a ser las catástrofes colectivas, los errores de un país y de sus proyectos. Las pegas eran los accidentes desgraciados, las muertes súbitas o a destiempo que cambiaban el curso de la historia. Cataluña ha ido, si se quiere decir así, de falla en falla, pero además ha sufrido una epidemia histórica de pegas, de desapariciones de personajes de los que nunca se pueden sustituir. La gente buena se nos muere o la matan.

Y una de las pegas mayúsculas para el mundo intelectual y político catalán del siglo pasado fue la detención, tortura y asesinato de Andreu Nin hace 76 años.

En un acto honorable, el Parlamento de Cataluña, de la mano de la Fundación Andreu Nin, conmemoró este lunes la muerte del político en un salón de actos de la Ciutadella a rebosar. Unas 200 personas quisieron asistir al primer -y tardío- reconocimiento público del líder del POUM por parte de una institución catalana.

En la mesa, Núria de Gispert, que se encontraba rodeada de rojas por todas partes, glosó el paso de Nin como consejero de Justicia durante la Guerra Civil. Destacó el hecho de que bajo su administración se nombró a una juez en Granollers, hecho nada habitual en la Europa de la época.

Teresa Carbonell, presidenta de la Fundación Andreu Nin y veterana del POUM, arrancó el acto de forma emotiva saludando a otros veteranos camaradas presentes. Todos de una edad que rebasaba los noventa. Luego, el historiador Pelai Pagès glosó la figura del político. Y después, el sueño de Andreu Nin, de alguna manera, se hizo realidad: un representante de todas las formaciones de izquierdas del país fueron subiendo al atril a hacer un parlamento. La unidad de las izquierdas, como la resurrección de la carne, es un mito persistente y resistente a las evidencias. Pero al menos ayer en el Parlament se consiguió que ésta tuviera una expresión material en forma de hilera de hombres -ninguna mujer subió a glosar al luchador por la igualdad de géneros- alabando la figura de quien intentó agrupar la cabezonería y flexibilizar la ortodoxia en unos tiempos poco propicios. Subieron al atril Quim Arrufat de la CUP, Oriol Amorós de ERC y Maurici Lucena del PSC, que fue contado como político de izquierdas (¿?).

No sé muy bien si la unidad de la izquierda está cerca, lo que quedó claro es que se alargará en el tiempo. Sindicatos, organizaciones y partidos más o menos hegemónicos llevaron hacia su molino la figura de Nin. Debemos destacar la honestidad de Josep Juan Nuet, del PCC; d'Alfred Clemente, del PSUC Viu, y de Joan Herrera, de ICV-EUIA, al reconocer que en la filiación de sus organizaciones se encontraban aquellos que terminaron con Nin y con la posibilidad de un marxismo libre y con diálogo con otras corrientes socialistas. Era el momento de decirlo. Momento de recuperar su figura pero no como un nombre mas de eso que llamamos memoria histórica. Yo, por ejemplo, vivo al lado de la calle Andreu Nin y me desespero al ver que lo más importante de la calle es un Corte Inglés. No es así como mantenemos vivos a nuestros referentes. Se trata de manosear, sacudir, contaminar y discutir la vida y la obra de Nin como algo vivo y contemporáneo. Que es, seguro, como a él le gustaría hacernos servicio.

Porque Nin, además de la valía incontestable de su ejemplo y de su obra, es válido como posibilidad. Volvemos a Gaziel. La irreparable pega de la muerte de Nin nos llevó a la inmensa falla del socialismo inflexible y dogmático. Nos llevó a la separación entre lucha nacional y de clase y a una decepción que justo ahora empezamos a superar.

Ayer en el Parlament se invocó con honor y respeto el espíritu de Andreu Nin y deseo de todo corazón que este venga a dar una mano. Encarna todo aquello que nos es menester con urgencia. Fue maestro, periodista, hombre culto y de lenguas, patriota e internacionalista a la vez y, sobre todo, entendió que la diferencia de criterio es la verdadera fuerza de una revolución. Por eso su grupo se llamaba “de unificación” y no “de unión”. Se trata de armonizar las izquierdas, no diluirlas.

Como dijo Teresa Carbonell al final de su intervención: ¡Viva el socialismo!

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