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Mujer mayor, migrada, monomarental y trabajadora del hogar: el rostro de la pobreza energética

Imagen de archivo de una mujer afectada por la pobreza energética en Catalunya

Yeray S. Iborra

La muerte de Rosa, de 81 años, el pasado 14 de noviembre de 2016 por un corte de luz de Gas Natural, es un ejemplo extremo de cómo la pobreza energética afecta más a las mujeres y, aún más, a las mujeres de avanzada edad. Los factores de riesgo de Rosa, mujer y mayor de 65 años, son compartidos por la mayoría de personas que sufren pobreza energética.

La desigualdad de género es un “factor de riesgo que aumenta las posibilidades” de sufrir pobreza energética. Así lo determina un informe (Desigualdad de género y pobreza energética , un factor de riesgo olvidado) elaborado por Ingeniería Sin Fronteras con la Alianza contra la Pobreza Energética, presentado este lunes en la Biblioteca Francesca Bonnemaison de Barcelona.

Las autoras del estudio han destacado la dificultad en la búsqueda de datos, ya que los indicadores oficiales presentaban un “fuerte sesgo androcéntrico”. El informe concluye que las mujeres mayores, migrantes, monomarentales y trabajadoras del hogar son las que más probabilidad tienen de sufrir pobreza energética. Gracias a una serie de entrevistas realizadas para la ocasión y a los datos cruzadas entre ayudas contra la pobreza energética, el empleo o las horas destinadas al trabajo en el hogar, el estudio determina cuál es el rostro aproximado de la pobreza energética.

El estudio se apoya, entre otros, en los datos del Ayuntamiento de Barcelona, que especifica que de las personas que recibieron ayudas para pobreza energética, había el doble de mujeres que de hombres; en 2015, 20.169 mujeres fueron atendidas, respecto a 9.437 hombres mayores de 60 años. Los números van más allá y muestran que, tanto por distrito como por franja de edad, las mujeres superan el número de hombres que pidieron ayuda a los Servicios Sociales de Barcelona.

Por otro lado, el estudio también determina que la pobreza energética conlleva, en base a una serie de entrevistas realizadas a afectadas, una peor alimentación y una mayor vulnerabilidad habitacional. Las entrevistadas coinciden en que resulta un “esfuerzo” demostrar a la Administración que se vive una situación de vulnerabilidad.

El encuentro de este lunes ha servido para reivindicar el enfoque de género en las políticas de las instituciones. A pesar de los diversos acercamientos que se han hecho desde la administración para tener en cuenta el sesgo de género en las políticas públicas –Barcelona, por ejemplo, cuenta con la Estrategia contra la Feminización de la pobreza–, el estudio destaca que no son suficientes.

Feminización de la pobreza energética

Según indica el informe, ser mujer afecta directamente al riesgo de sufrir pobreza. Los expertos que han elaborado el informe aseguran que la feminización de la pobreza es una evidencia y, por tanto, la feminización de la pobreza energética también. Hay varios factores que apoyan esta tesis.

El primero, la tasa de riesgo de pobreza bajo supuesto de autonomía (calculada en base a los ingresos individuales y no a los ingresos por hogar), muestra que las mujeres tienen un 25% más de posibilidades de caer en la pobreza; las mujeres presentan un 49,7% de posibilidades, frente al 25,7% de los hombres.

Este dato demostraría que, en términos de vulnerabilidad y opresión, la dependencia de la mujer del hogar para garantizar ciertas condiciones de vida la hace económicamente más vulnerable. Así lo apoya la brecha salarial existente en la ciudad de Barcelona, de un 25% de diferencia. De hecho, otro factor que afecta a las mujeres y las empobrece, teniendo en cuenta la diferencia en la remuneración y el acceso a los recursos, sería la imposición en la distribución de roles: las mujeres pasan casi el doble de horas semanales dedicadas a hogar. El informe destaca que los cortes de suministro, un acceso insuficiente a los servicios básicos y la generación de deuda afecta más a “quien vive más ligado al espacio privado”.

Por último, el estudio destaca que la pobreza energética tiene graves consecuencias en todos los ámbitos de la vida de las personas que la padecen: salud, social y psicológico.

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