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Salvador Giralt: “Escribo sobre mi entorno, pero dejo volar libremente la imaginación”

Salvador Giralt.

Joana Castells Savall

Barcelona —

'L’Entrepà' es el nombre de un pequeño bar en el centro de Manresa en esta novela breve (o narración larga, como prefiere llamarla su autor), dividida en dos partes, que relata fragmentos de una vida en forma de historia corriente y aparentemente tranquila que se alarga por casi treinta años. En primera persona, la voz de un narrador-protagonista de quien nunca conoceremos el nombre despliega retrospectivamente una trama sin estridencias, con un estilo vivo, diálogos ligeros y precisas descripciones minuciosas de acontecimientos cotidianos: un picnic en la fuente un mediodía de invierno, el secreto de la receta de los mejores bocadillos o la justa proporción de pólvora, sémola y plomo para cargar debidamente una pistola. Poblada de caracteres domésticos y seres más etéreos y un punto salvajes, la narración bascula entre el fuego del amor en el idealismo romántico y la épica de un día tras otro. En busca de un equilibrio fugaz y delicado en una balanza que, por un sí o por un no y sin saber muy bien cómo, siempre se descompensa.

El espacio y el tiempo de 'L’Entrepà' y los personajes que los habitan son coordenadas y caracteres familiares, seguramente cercanos a la mayoría de lectores en lengua catalana. ¿Es el día a día la mejor fuente de historias?

Supongo que eso depende del escritor... Quien hace novela histórica, por ejemplo, se va a otras épocas. En cambio, mis referentes cuando escribo son el entorno inmediato, lo cotidiano. 'L’Entrepà' está situado en Manresa, donde viví unos años, y en el libro aparecen coordenadas reales, lugares que conozco, experiencias propias... Pero después me gusta mezclar cosas, inventar, transformarlo, como en un rompecabezas con toda clase de piezas que, poco a poco y a su manera, se van encajando.

¿Y con los personajes, igual?

Sí, en mis personajes casi siempre hay una persona detrás, como si necesitara una conexión con la Tierra desde donde hacer volar libremente la imaginación.

¿Y cuál es, para ti, la chispa que arranca el motor de la ficción narrativa? ¿Qué ánimo, necesidad o qué idea te llevan a sentarte y escribir una novela ?

Para empezar, yo no creo que 'L’Entrepà' sea una novela, para mí es una narración larga, porque una novela tiene otro tiempo, un despliegue diferente, otra complejidad.

Yo no había escrito nunca hasta el año 1985, cuando me cogió una especie de trastorno mental, como una enfermedad, y me puse a escribir. Desde entonces, me dedico a ello todo lo que puedo. Empecé con poesía y después me puse con la narrativa... y tengo bastantes proyectos abiertos, y muchas cosas medio acabadas. ¡Piensa que desde el 85 hasta ahora han pasado muchos años! Otro tema es la cuestión de publicar, de entrar en el mundo de la literatura que se encuentra en las librerías, para mí ha sido muy complicado y muy largo. Además, tengo la sensación de que hoy en día todo se hace un poco atropelladamente, alguien escribe un libro que tiene éxito y al año siguiente ya saca otro. Yo no estoy en esa situación, vengo de otra parte, voy trabajando, independientemente de si se publica o no y, si puedo, publicaré algunas cosas, no muchas, tampoco.

En la primera parte del libro se narra una historia de amor que termina de repente, sin final feliz. Pero mientras dura, es la “rutina dorada de los días bienaventurados”, un estado de plácida satisfacción cotidiana, una manera de vivir a favor de las pequeñas maravillas diarias... ¿Resuena aquí el tópico de la “dorada medianía” de Horacio?

Depende de los niveles o de las capas de lectura, imagino. Horacio tiene un poema que me gusta mucho, “Beatus ille”... Y sí, la primera parte del libro es como un globo; se narra, con mucha ironía, una situación idealizada, dorada, con sus contradicciones, pero muy romántica, hinchada como un globo. De hecho, hay bastante literatura detrás de este libro, que no tiene por qué notarse pero está, como trasfondo.

Así, ¿el anónimo narrador-protagonista es un tipo conformista y anodino o un sabio contemplativo (un filósofo de barra de bar) que nos transmite una importante lección de vida?

Yo diría que es bastante sabio, el narrador de la obra (que no tiene nombre pero yo sé quién es). Y a la vez es una persona muy anodina, un hombre rutinario y muy vencido por la vida, pero esto último quizá en el buen sentido: es alguien que se sobrepone a una crisis muy profunda y consigue alcanzar un equilibrio.

Y de hecho, el libro tiene dos partes que son lo mismo, pero la primera es vivida en primera persona y en la segunda el narrador hace de testigo, en cierto modo está a salvo de lo que ocurre. Es un relato que da dos vueltas: en la primera parte, el protagonista es el sujeto y, en la segunda, juega un papel un poco de guía, como un gurú que hace lo que puede.

¿Los personajes femeninos, Elionor y más tarde Daisy, vendrían a ser Madames Bovary en versión autóctona?

Quizá... supongo que son algo arquetípicas, como un tipo de mujer del que todo el mundo tiene una parte, con un punto de misterio que explica la fascinación que provocan. En realidad, se trata de dos personajes paralelos, casi idénticos, que responden a esa simetría en la estructura del relato.

Y el Pollastret, el poeta alcohólico autor de los pareados para cada bocadillo de la carta, ¿qué papel juega, es una nota de color o una disonancia?

El Pollastret juega un poco el papel de catalizador, de bufón. Es un provocador que a la vez resulta muy entrañable, y con un ingenio fuera de lo común. En los pareados no se acaba de ver su talla, pero puede adivinarse, ¿no? (Ríe.) Lo que me ha sorprendido mucho es que ha cautivado a muchos lectores, hasta el punto de que casi se ha convertido en el protagonista del libro. Ha terminado cobrando mucho peso, una importancia que yo creo que le ha dado el público.

Es que, salvo el narrador, tanto las “heroínas” del libro como la galería de secundarios son personajes más bien planos, arquetípicos, que parecen puestos al servicio de la acción, como si, predestinados, funcionaran para demostrar una tendencia natural de los acontecimientos. ¿Como en una tragicomedia moderna?

Por eso digo que no se trata de una novela, sino de una narración larga. Para mí, en 'L’Entrepà' sólo hay un personaje, en el sentido de carácter novelesco, que es el narrador, los demás son como personajes de guiñol, representados a través de la mirada de este narrador. Y hay un punto de fatalismo en el libro, sí, pero más bien en un sentido oriental, de karma, como una manera impersonal de encadenarse naturalmente los sucesos. Y en ese transcurso se imbrican una serie de temas, la pasión amorosa, etc.

Sí, porque el amor condenado al fracaso es uno de los tópicos más puramente románticos y uno de los temas que engranan la acción de 'L’Entrepà'. ¿Se trata de una manera de entender las relaciones humanas o de un tributo a la tradición literaria ?

No, de tributo a la tradición literaria nada, es como me ha salido. En esta vida todo tiene sus claroscuros, los buenos momentos están pero se acaban, y si lo miras con perspectiva, todo va hacia la decadencia... Y es parte del sentido de la verdad, verlo así. Yo creo que el amor como un estallido, apasionado, existe, y en las relaciones hay momentos de paroxismo y momentos de calma, es parte de la Naturaleza.

El desarrollo de la intriga narrativa está ligado a un objeto descolocado, olvidado durante muchos años, que siempre retorna con un poder de atracción y con una fuerza evocativa extraordinaria. ¿Es tal la importancia de ciertos objetos en nuestra vida diaria? ¿Vivimos a merced de nuestros fetiches?

¿Las pistolas? Esto tal vez sí responda a una voluntad de dar un toque literario... Porque yo jamás había visto pistolas ni había tenido una en las manos. Y me pasé toda una tarde en una armería para examinar, para que me explicaran, para que me enseñaran cómo se carga un arma... Quizá lo que hay detrás es que, de pequeño, mi juego favorito era hacer pólvora, pólvora banca, pólvora negra, y quemarla; conozco la pólvora, porque he hecho. Pero, ¿por qué surgen las pistolas? Aquí quizá sí haya algo de artificio, pero de repente tuvo sentido ponerlas, pienso que es uno de los elementos que mantiene un grado de incertidumbre, un punto de intriga que articula todo el libro y conduce al desenlace. Pero no sé por qué las puse. Cuando escribes hay temas que se activan y te preguntas qué tienen que ver contigo, por qué piensas en ello, si de pronto aparecerán en tu vida real... Pero, con las pistolas, hasta ahora no se ha dado el caso (ríe).

A lo largo de los años te has dedicado a la poesía, a la narrativa y al teatro: ¿qué tipo de aventura supone para ti cada uno?

Empecé con la poesía y luego seguí con la narrativa, y antes había estudiado teatro con Fernando Grifell. A mí lo que me gusta es escribir, aunque actuar o recitar tiene algo de fiesta, de aquí y ahora, de momento de celebración, que también me gusta mucho. Pero creo que recitar poesía es muy difícil, más que hacer un papel en una obra de teatro. Recitar es un poco como hacer de clown, pendiente y a merced de la interacción con el público.

Y finalmente, ¿qué es la Asociación de los Amigos de la Siesta, de la que eres presidente?

(Ríe.) Uy, ahora eso ya tiene mucha historia. En su origen fue una idea que nació muy vinculada a un premio literario que se llamaba El Punyal de Vic... Yo me había presentado a muchos premios y tenía ganas de ganar uno, y desde la Asociación de los Amigos de la Siesta montamos un festival para que pudiera ganar un premio. Ya lo decía en las bases, ¡eh!, no lo escondíamos... Pero sobre todo, el principio de los Amigos de la Siesta es tomarse las cosas con calma.

¿Consultarlas con la almohada?

Sí, eso. Sería una asociación con inquietudes literarias pero también relacionada con ese gusto por el reposo, por hacer una buena comida y dormir. Y la verdad es que funciona bastante a ritmo de siesta... Pero de vez en cuando montamos algo, hemos hecho dos o tres siestas colectivas, paella, siesta y algún pequeño recital. Y luego también hay un blog, que llevo sobre todo yo, y donde aparece bastante literatura.

¡Pues suerte que hemos hecho la entrevista antes de comer! Y a modo de diagnóstico literario, ¿tiene buena salud la literatura catalana actual o muchos de los libros que se publican hoy serían historias para dormir?

Es que creo que a mí me falta un poco la conexión con todo ese circuito. Yo entré en la literatura así de golpe, venía de otro mundo que no tenía nada que ver y de repente me encontré escribiendo, sin conocer a nadie que lo hiciera, y lo tuve que aprender todo, buscar, mirar qué hacían los demás... Entonces me ocurre que de todo lo que hay ahora me siento un poco lejos, desconectado. Encuentro muchas cosas bien escritas, pero la magia de un buen libro es algo distinto. No sé cómo estará este último de [Vicenç] Pagès, aún no lo he leído... Y recuerdo que en la librería Documenta de Barcelona me recomendaron ‘La tragèdia de cal Pere Llarg', de Girbal Jaume, que me pareció fantástico... Pero sobre todo me voy mucho a la literatura extranjera del siglo pasado. Ahora, por ejemplo, estoy con Capote o Fante...

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