El portal de un edificio poco concurrido, el banco de un parque, la acera de una calle del que no importa el nombre o, con suerte, el interior de un cajero automático o de un piso abandonado. Cartones, capas de ropa, mantas y todos los recuerdos de lo que algún día había sido una vida apretados dentro de algunas mochilas. Como compañeros de viaje, el frío, el miedo y la propia soledad. En Cataluña hay alrededor de 11.500. Y sólo en la ciudad de Barcelona, hay 3.000 personas sin techo, de las cuales 900 viven directamente en la calle, tal y como afirma la Red de Atención a Personas Sin Hogar del Ayuntamiento de Barcelona. El 90% son hombres, el 10% mujeres. El 44%, lleva más de 3 años en esta situación. Lo que hoy día sólo parecen ser datos, informes y una realidad confusa y desdibujada que para muchos parece irreal, son personas que han tenido que afrontar el deterioro de su vida y que, por muchos motivos, terminan tirando la toalla y aceptando la desolada situación de tener que sobrevivir en la calle. Estas personas se convierten en un obstáculo que hay que esquivar coincidiendo en la misma acera. Se les llama fácilmente sin techo, pobres o mendigos y se les carga de prejuicios de una manera prácticamente automática, deshumanizante de los mismos, subestimando su existencia y quitándoles la identidad.
Muchas veces las imágenes que se utilizan de las personas sin hogar recurren al estereotipo y tienden a presentarse como seres aislados, inactivos o descuidados. “Son estos prejuicios que hacen pensar que están en la calle porque quieren o que su familia ha roto con ellos, son tres sesgos muy habituales que la sociedad asocia a los sin techo. Y nada más lejos de la realidad: el alcoholismo es una enfermedad y en muchos casos, una herramienta para soportar y huir de la calle; no tener hogar es a menudo una acumulación de desdichas como la pérdida de trabajo, la rotura de una relación, la aparición de una enfermedad mental ...; y son a menudo los mismos sin hogar que deciden romper con la familia, por la vergüenza que sienten de su situación ”, explica Pepe Garrido. “Y lo peor es la soledad. Todos los sin techo comienzan su relato de la misma manera: somos invisibles”, concluye Xesc Cabot.
Pep Garrido y Xesc Cabot son cineastas con un alto nivel moral e intelectual. Aseguran que todos los sin hogar con quienes han hablado comienzan su relato de la misma manera: “Somos invisibles”. De ahí que la película Sense Sostre sea sobre todo “un gesto que pondrá la mirada en lo que no preferimos ver, el gesto de hacer visible lo invisible”. El cine puede hacer mejor que ninguna otra forma de expresión este gesto: “Permite visibilizar una realidad que también es nuestra, para remover conciencias, para empezar a hacer posible una sociedad libre de sinhogarismo”. La película lleva gestándose desde 2016: los directores, con su productora audiovisual Atiende Films, se han asociado con en Norbert Llaràs, de Alhena Production, que llevará la producción ejecutiva. En la actualidad, ya existe guión de la película: será la historia de Juan, un sin hogar que decide abandonar su rutina de alcohol y violencia en las calles de Barcelona para emprender un viaje sobrehumano hacia un destino que sólo él conoce.
El reto de encarnar a Juan lo asumirá el actor Boris Ruiz. Además, en la historia personal de Boris figura también un encuentro íntimo con la condición de sin hogar de Pere Màrtir, pintor sin techo que alojó durante casi dos años en su casa. El personaje ha nacido del relato, anécdotas y vivencias de todos los ex sin techo y personas implicadas en la resolución del fenómeno que se han han conocido a lo largo de la escritura y documentación del film, gracias a la colaboración de entidades que luchan contra el sinhogarismo como son la Fundació Arrels, Suara Cooperativa y el Centro de Urgencias y Emergencias Sociales de Barcelona. El resto del equipo artístico ya está cerrado: la actriz Geraldine y Oona Chaplin interpretarán la familia del protagonista. Además, una serie de ex sin techo y actuales voluntarios de la Fundació Arrels participarán en el proyecto, aportando verdad y realismo a la ficción.
Los directores conciben la película como un híbrido entre el documental y la ficción, pero que no renuncie a integrar elementos mágicos o irracionales. Un realismo extenso para una realidad aumentada, capaz de abarcar no sólo la superficie o la materia, sino los componentes psíquicos, oníricos y delirantes de la experiencia. “De hecho, muchos de los sin techo con quienes hemos hablado insisten en que, si hacemos una película sobre su experiencia, debería ser una película de terror”, apuntan. Su cine se inscribe en la gran tradición del cine de autor inspirado desde Chaplin a los hermanos Dardenne pasando por De Sica, Buñuel, Malick, Kiarostami, Lynch, Haneke, Costa, Weerasethakul y tantos otros.
Ahora el proyecto llega a una de sus fases más importantes para determinar su viabilidad: hasta el 4 de abril la película entra en campaña de micromecenazgo para recaudar 30.000 euros indispensables para cubrir el coste del rodaje. Además, con la campaña se pretende viralizar al máximo la realización de la película, que se rodará en noviembre de este año, y empezar a crear conciencia de la problemática. Los responsables de Sense Sostre quieren que no se quede en una simple película estrenada el 2018; les gustaría que se convirtiera en uno de los referentes en sinhogarismo en nuestro país, que haga que la gente hable y, lo más importante, que la gente actúe. Como cita Paul Éluard, “existen otros mundos, pero están en éste”.
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