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Lorena Ros: “El silencio de las víctimas da impunidad a los abusadores”

La fotopriodista Lorena Ros, este mes en Barcelona./Enric Català

Toni Polo / Enric Català (fotos)

Barcelona —

Según las estadísticas de la ACE (Estudio de experiencias adversas en la infancia), en las sociedades occidentales un 25% de las mujeres y un 13 % de los hombres sufrieron abusos sexuales antes de cumplir los 17 años. Los datos (sencillamente apuntados en la solapa del libro fotográfico Unspoken, que acaba de publicar la editorial Blume) son escalofriantes. Pensar que una de cada cuatro mujeres y uno de cada siete hombres que nos cruzamos por la calle han sufrido abusos sexuales en la infancia nos debería dar vergüenza. Lorena Ros (Barcelona, 1975), fotoperiodista catalana acreditada con premios tan importantes como el World Press Photo, hace una denuncia no a través de los números sino a través del arte en un libro que va mucho más allá de estos registros y que pretende ser (y lo consigue) “una herramienta de sensibilización y concienciación”, en palabras de la autora. “Es un libro antiestadístico. Pongo caras e historias de personas que han hablado para romper un silencio, en muchos casos, de muchos años”, dice, con pleno conocimiento de causa.

Ros ha plasmado en imágenes ocho años de trabajo de campo durante los cuales ha establecido amistad y complicidad con muchas personas que han sufrido este problema y han querido colaborar con su testimonio para poner su granito de arena (enorme) con el fin de romper el tabú que rodea esta problemática. Los protagonistas de Unspoken se han sacudido los fantasmas y Lorena lo ha reflejado con sus herramientas. Con todo el cuidado, todo muy medido. Fotográficamente. Después de toda una carrera profesional trabajando en Afganistán, en África, en Rusia, siempre con proyectos de denuncia social (inmigración, tráfico de mujeres...), se ha centrado en una realidad escondida pero muy cercana. “No hay que ir lejos para obtener testimonios, los tenemos aquí mismo”. Para plasmar estos retratos ha cambiado de idioma: “Yo fotografiaba acción”, recuerda. “Aquí no ¡. Aquí he buscado otro lenguaje visual, uno que asociara los retratos con los recuerdos, con los objetos”.

“Esperamos que deje de ser un tema tabú, que se pueda desestigmatizar”, considera la autora.“ El miedo hace que la soledad sea cómplice de todo lo que ha pasado. Si la sociedad fuera más abierta, las víctimas podrían librarse de este peso con más facilidad y los delincuentes no se sentirían tan impunes, porque el silencio de las víctimas da impunidad a los abusadores”.

“Es evidente que los agresores tienen una distorsión de la realidad”, dice la fotógrafa. “Buscan en un menor un objeto sexual, eso significa que tienen una desviación sexual. Y creo que decir que son enfermos los justificaría en algo. Y no es eso, tienen funciones normales, son padres de familia, están capacitados como cualquier persona, pero evidentemente algo no funciona”.

¿Hay más miedo, más vergüenza, más ganas de olvidar? ¿Por qué muchos no hablan? “Porque el tema en sí es asqueroso. ¡Imaginar un niño haciendo una felación a un hombre de 40 años ...! La mente humana no se lo quiere imaginar, no quiere ni pensar en ello” .Lorena considera que con el silencio social que hay alrededor del tema, todos somos un poco cómplices de los abusadores. Muchos sentimientos se agolpan en las cabezas de las víctimas: vergüenza, miedo, dolor, tristeza, incomprensión... “Incluso culpabilidad”, dice Lorena, “cuando la culpa es el único sentimiento que nunca debe tener la víctima. La única persona que no es culpable de los abusos es quien los ha sufrido”.

Los 17 testigos seleccionados en el libro muestran todo un abanico de casos que han pasado cerca de Barcelona, en México y en Estados Unidos, donde Lorena ha vivido. Hay quien, zambullida en la misericordia de Dios, perdona; quien cuando decidió hablar fue culpado; quien, por una educación estricta, nunca lo explicó; quien simplem y cruelmente no fue creída; quien cree que la madre sabía lo que pasaba con su padrastro pero callaba; quien se convertía en esclava de los amigos del padre; quien fue víctima de sacerdotes... Todo explicado en breves textos, casi telegramáticos. “Hay también trabajo de asesoramiento legal, porque alguno de los testigos denuncia directamente los abusos en el libro”, apunta la fotógrafa.

Poesía visual

El mensaje está en las estampas: vemos un retrato actual de cada protagonista y una foto de la época en que ocurrieron los hechos y, como si rodeara a los personajes, toda una poesía visual en imágenes que nos cuentan el miedo, el recuerdo, el silencio, la vergüenza, el dolor. Atmósferas que plasma Lorena Ros y que esconden mucho más de lo que enseñan a primera vista: “Hay misterio y ambigüedad”, dice. Una ambigüedad que muestra el drama vivido, el drama que no pueden olvidar, el drama que no debemos olvidar.

“Hay fotos de sitios donde ocurrieron las agresiones y lugares que he tenido que reconstruir”, explica Lorena. “Pero en el fondo, que sean los espacios reales donde sucedió todo o sean recreaciones es poco importante. Interpreto la memoria de cada persona que sufrió abusos”. Lo hace siguiendo las explicaciones de los personajes. “Por ejemplo, fui fotografiando lavabos de bares hasta que la chica me dijo: ‘¡este!’ Evidentemente, no era el mismo, pero sí era lo que le recordaba los hechos”. Una simple pared de baldosas claras y la cadena de una cisterna se convierte en una auténtica proclama, una denuncia... igual que una foto con dos columpios, que evocan todo lo que puede haber comenzado en un parque infantil. O un suelo sucio, vacío y abandonado. O unas hierbas desordenadas en un bosque aparentemente apacible. O... Todo son lugares universales, conocidos, podrían estar en cualquier parte del mundo. La mayor satisfacción que tuvo Lorena fue cuando una de las víctimas le dijo: “Cuando vi la foto, vi mi interior”.

Lorena Ros sabe que las víctimas deben hablar para superar el drama: “Los que hablen más pronto, es decir, cuando son más jóvenes, lo tendrán mejor. No hablar es el origen de muchos otros problemas”, como el alcoholismo u otros, que también refleja el libro... “A veces puede ser suficiente a hablar con alguien, aunque no sea haciendo público el caso. Cada uno debe hacerlo como pueda o como crea conveniente”.

Lorena Ros no se considera valiente: “No creo que sea la palabra. Esta, más que una tarea valiente es una tarea importante”. Nunca pierde la mirada profesional en un tema tan delicado, tan dramático y que la involucra tan de cerca: “Pero yo no soy la protagonista del libro. Lo son ellos”.

“No sé qué porcentaje hay de arte y qué de denuncia. Yo soy la autora y no sé ni siquiera si me puedo considerar artista” . La respuesta la podemos dar los que no somos ni artistas ni autores, los que somos lectores, espectadores, admiradores del libro: el equilibrio es perfecto, un 100% de denuncia y un 100% de arte.

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