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Las solicitudes de becas para actividades lúdicas de verano se disparan

La familia de Jordi Haro, justo antes de que dos de sus hijos partieran de colonias hacia el Montseny.

Pau Rodríguez

Barcelona —

En época de becas menguantes, las entidades que gestionan las colonias y los casals de verano en Cataluña han conseguido multiplicar el dinero que destinan a garantizar un espacio de ocio y descompresión a los hijos de las familias que no pueden costeárselo. Cuando la conselleria de Irene Rigau no consigue satisfacer la creciente demanda de becas comedor y el ministro Wert trata de endurecer las ayudas a universitarios sin recursos, las dos principales entidades catalanas -sin ánimo de lucro- que organizan actividades lúdicas en verano, la Fundació Catalana de l'Esplai y la Fundació Pere Tarrés, han doblado su presupuesto para becas. El problema es que, pese al esfuerzo, el número de familias que piden estas ayudas casi se ha triplicado.

La familia de Jordi Haro es una de ellas. Lampista autónomo y con su mujer en paro, los 225 euros que cuesta una estancia en el paraje del Montseny para cada uno de sus hijos se antoja inasumible. Sin embargo, dos de sus hijos, de 9 y 13 años, han podido ir, porque la entidad que organiza las colonias es el esplai Druida de Barcelona, una de las 60 entidades que integra la Fundació Catalana de l'Esplai, que se ha hecho cargo del 75% del coste de la escapada. Así, a la familia de Haro les sale a unos 55 euros por niño, “que duelen -dice Jordi-, pero que es lo mínimo que les podemos dar a los críos, después de haber aprobado todo el curso con buenas notas; el esplai les encanta”.

Como en la familia de Jordi, 3.200 niños y niñas han sido beneficiarios de las becas de la Fundació Catalana de l'Esplai, que ha presupuestado 191.000 euros este curso en ayudas, exactamente el doble que en 2012. Pero es que la demanda de becas ha alcanzado las 4.100 familias, mientras que el curso pasado solo fueron 1.400. En el caso de la Fundació Pere Tarrés, que proyecta más de 400 actividades para niños y jóvenes en toda Cataluña, ha aumentado un 50% las solicitudes respecto al año anterior: de 1.673 en 2012 han pasado a casi 2.500 en 2013 -y eso que en 2011 tuvieron solo 700. En su caso, de momento pueden cubrir sólo unas 1.800 peticiones. Ambas entidades han dejado el período de demandas abierto, de modo que los solicitantes podrían incrementarse.

La Fundació Catalana de l'Esplai y la Fundació Pere Tarrés, aunque son los referentes -entre los dos suman en sus actividades a más de 50.000 niños y niñas-, representan solo una parte de las entidades que organizan a lo largo de julio y agosto colonias, rutas, campamentos, casals, campos de trabajo, estadas deportivas y demás actividades lúdicoeducativas. Ninguna Administración, al tratarse de educación no reglada, cuenta con la relación de todas las actividades que se realizan en Cataluña. Y tampoco se hacen cargo de ellas, excepto algunos Ayuntamientos, que organizan casals de verano municipales. De nuevo en estos casos depende la partida de becas del estado de salud de las arcas de los consistorios catalanes.

Más solidaridad y fórmulas más imaginativas

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Si estas fundaciones han conseguido multiplicar su partida para becas no ha sido porque la Administración haya incrementado sus subvenciones. La ampliación de presupuesto se debe fundamentalmente a una mayor aportación de empresas y particulares y a campañas tan simpáticas y originales como efectivas a la hora de recaudar céntimo a céntimo. En la Fundació Catalana de l'Esplai, por un lado, han contado con 50.000 euros extraordinarios obtenidos de la Maratón por la Pobreza organizada el años pasado por TV3 -es decir, obtenidos de los televidentes catalanes.

Pero por otro lado, han echado mano de la imaginación. “Además de las becas, estrenamos un sistema de autofinanciación”, explica Josep Maria Valls, portavoz de la Fundació Catalana de l'Esplai. “A cada familia que se apunta a unas colonias o casal le damos un talonario para una lotería con un valor determinado, en función del tiempo de la actividad; entonces la familia tiene dos opciones: o va vendiendo los números del talonario -para costearse la actividad- o lo guarda y luego sorteamos unas cuantas estancias para toda la familia”, detalla Valls, quien defiende que de momento la iniciativa funciona bastante bien.

Una válvula de escape saludable de la cruda realidad

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“Hace un par o tres de años que no nos vamos de vacaciones”, dice Jordi Haro, que sabe que las colonias, aunque solo de una sola semana, son un espacio de descompresión para sus hijos. De escapar de la Barcelona hostil y entrar en contacto con la naturaleza. “Se relacionan con otros niños, se divierten como en ningún otro sitio”, añade.

Josep Maria Valls define estas actividades como “escuelas de ciudadanía”, y incide en como fomentan la “autonomía”, sobre todo en los jóvenes. Ádemás, destaca también cómo los campamentos, colonias y demás se erigen en la única oferta de “ocio no basado en el consumismo”.

En situaciones de vulnerabilidad, y ya en casos más críticos que el de la familia Haro, las actividades lúdicoeducativas son incluso “preventivas”. “Separan al niño de un contexto de dificultades que les acarrea desazón y desorden”, valora Maria Valencia, responsable de las actividades veraniegas de la Fundació Pere Tarrés. Además, “costituyen un espacio de educación integral: de desarrollo intelectual, físico, emocional, de vínculos con el adulto monitor, de relación con la naturaleza, de educación en valores cívicos...” enumera Valencia, que sentencia: “Estas actividades no son un lujo, son una necesidad”.

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