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Sobre este blog

Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

De Carcasona a Montsegur, en busca del Santo Grial

Las murallas de la cité de Carcasona.

Alicia Fàbregas

Es noche cerrada y en el aire resuenan cantos alzados a la gloria de Dios. Es 16 de marzo de 1244 y doscientos infelices van a morir abrasados en las hogueras de Montségur por blasfemos. El último reducto cátaro va a ser aniquilado allí. Para algunos son cristianos místicos, para otros, temibles herejes que el Papa Inocencio III va a intentar borrar de la faz de la Tierra, derramando toda la sangre que sea necesaria. Sus historias de resistencia heroica y represión feroz, retruenan en las murallas de la cité de Carcasona.

En poco más de una hora en coche, se llega desde Toulouse a esta ciudad fortificada, ejemplo viviente del ingenio militar de aquellos tiempos, huella imborrable de la Cruzada Albigense, la cruzada contra los cátaros, que sentó los cimientos de una Inquisición formada en el sur de Francia a finales del s.XII y que entraría en la Península por Aragón en el s.XIII.

La resistencia

Carcasona aguantó y fue de los últimos reductos cátaros en caer. Asediada, acabó rindiéndose. Fue aquí donde murió el señor feudal Ramón Roger Trencavel, uno de los máximos exponentes de la defensa cátara, y ese fue el punto de no retorno para esta corriente religiosa considerada como herejía para el papado. Este movimiento místico brota de Toulouse y se extiende por todo el Languedoc en los siglos XII y XIII, por eso los castillos en lo alto de montañas escarpadas abundan en esta zona. Se dice, además, que los cátaros eran poseedores del Santo Grial y lo tenían guardado a buen recaudo, otro de los misterios que difícilmente se resolverá pero que ha contribuido a agigantar la imagen de estos caballeros de la Edad Media.

La ciudad medieval de Carcasona, protegida por una imponente doble muralla, que hacía la función de dificultar el movimiento de los invasores en caso de traspasar la primera muralla, con tres kilómetros de longitud, fue declarada patrimonio mundial de la UNESCO en 1997. Paseando por sus calles estrechas y empedradas, obviando la multitud de restaurantes modernos, tiendas de recuerdos y demás, uno puede imaginarse a aquellos místicos caballeros vegetarianos y castos, que creían en Dios y en Satanás y que predicaban la salvación mediante el ascetismo y el estricto rechazo del mundo material, que había sido creado por el diablo para corromper a los hombres.

Con eso en mente, se llega a la basílica de Saint-Nazaire, con unas vidrieras espectaculares que proyectan un halo de misterio en el interior de este santuario.

Comida con historia

Saliendo del pasado y volviendo al presente por el Puente Viejo, sobre las aguas del río Aude, te plantas en el centro moderno de Carcasona. En la Place Carnot, abundan los restaurantes y cafés que en el buen tiempo rodean con sillas y mesas a la fuente central. En esos locales, como en muchos de los que hay en Carcasona, se puede probar el cassoulet, un plato típico de la zona que se dice que proviene de los cátaros. Se trata de una especie de fabada, aunque bastante diferente, con varias especias, hierbas, legumbres, carne de pato o de oca y salchichas. Una delicia contundente que no está de más hacer bajar con los buenos vinos de la zona.

Hacia el norte y hacia el sur

Conduciendo un rato hacia el nordeste, se llega a unas profundas gargantas y a unos cañones y puentes naturales, lamidos y moldeados por las aguas de los ríos Cesse y Brian. En esta espectacular obra de la naturaleza se encuentra uno de los pueblos más bellos de Francia, Minerve. La producción vitícola abunda en este rincón que también es conocido por ser uno de los últimos refugios de los cátaros. Aguantó unas semanas el asedio del ejército de Simón de Monfort, el máximo exponente de la Cruzada Albigense, pero terminó rindiéndose y los 150 refugiados cátaros ardiendo en una gran hoguera.

A una hora de coche conduciendo hacia el suroeste desde Carcasona y a 1200m de altura, en el castillo de Montsegur, se forjó con espada de fuego la definitiva decadencia de los cátaros. Allí, con el sol en la cara y el viento frío, las estrofas de Iron Maiden centrifugan en el aire y rescatan la Historia: “Encarando el sol mientras se dirigen hacia su tumba / Arde como un perro o vivirás como un esclavo / La muerte es el precio para la libertad de tu alma / Para ponerse en pie con los cátaros y morir y ser libre”.

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