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Sobre este blog

Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

Corfú, un 'odiseico' periplo por la diversidad natural griega

La antigua Fortaleza Veneciana de Corfú es una isla artificial dentro de la isla.

Noelia Román

Por mar, como Ulises en su ‘odiseico’ periplo, llegamos a Corfú, ansiosos de peripecias. Sabemos que en el puerto no nos espera Nausícaa. Y que de los feacios quedan apenas algunos rastros. Pero la más norteña de las Islas Jónicas sigue siendo un fantástico lugar para dejar volar la imaginación y pensar, por ejemplo, que esos marineritos vestidos de blanco y azul que pululan por la zona más agitada del viejo puerto capitalino tampoco difieren tanto de los hombres que navegaban a las órdenes de Alcínoo, cuando el heroico padre de Nausícaa reinaba en la isla.

Sirven al imperio que hoy día rige el mundo y disfrutan de un bastante plácido periodo de formación en una de las islas griegas más diversas. Sorprende que ellos, los hollywoodienses marines, sean una de las primeras imágenes que uno observa al arribar al lugar. No hablan una palabra de griego. Y se mezclan con autóctonos y turistas a su manera: música, alcohol y sexo.

Superada esa primera impresión, no demasiado atrayente, y franqueada la primera línea costera, Corfú ofrece historias y lugares homéricos. Basta con dar unos cuantos pasos para plantarse en la mayor ciudad medieval griega: la capital de la isla, que lleva su mismo nombre.

Adentrarse en ella es posar los ojos en la vieja Fortaleza veneciana que domina la ciudad. Rodeada por el mar de la costa este, es una isla –artificial– dentro de la isla. Es también pétrea y escarpada y, entre sus rocas, se cuela el verde que tiñe Corfú y los símbolos que identificaron a sus sucesivos constructores.

Ellos no imaginaron que, tiempo después, a los pies de la falda oriente de la fortaleza se extendería la Spianada, una de las mayores y más bellas plazas de Grecia. Concentra buena parte de la vida social de la isla y a su alrededor, se levantan regios edificios como el palacio que ahora acoge el Museo de Arte Asiático y el Listón, erigido durante la ocupación gala de Corfú y bajo cuyo pórtico encolumnado se cobijan hoy día numerosas cafeterías y restaurantes.

EN alguno de estos locales, es casi obligatorio degustar, en forma de dulce o como licor, la koum kouat, la pequeña naranja china que se cultiva en la isla desde inicios del s. XIX. Es el manjar más singular de Corfú, que también ofrece buen graviera, típico queso griego, y buen vino blanco.

Del Listón parten dos de las calles principales de la urbe: la que conduce al Ayuntamiento, otra hermosa muestra del estilo veneciano que abunda en la isla, y la que lleva a la iglesia de Spyridonas, el santo protector de Corfú. Vale la pena recorrerlas con tranquilidad, observando la arquitectura religiosa que las salpica.

La vieja capital se conserva entre la Spianada y la Nueva Fortaleza, otra construcción veneciana del siglo XVI. El espacio en esta zona es tan constreñido y sus calles tan estrechas que la ropa lavada de los vecinos se confunde en tendederos que van de un edificio a otro, imagen muy propia del Mediterráneo más oriental.

Descubrir uno de los barrios más interesantes de la ciudad implica enfocarse hacia el sur y cruzar una suerte de península híper verde que desemboca en Análipsis. En su subsuelo, duermen los restos de la antigua Corfú. Y en su superficie, se conservan aún los templos de Artesima, del siglo IV A.C., y el de Hera, el mayor de la isla.

La abolida familia real griega estableció su residencia veraniega en Mon Repó, otro de los palacios situados en esta zona. En la elección de los monarcas, que no fueron los únicos en aposentarse en la isla, quizá tuvo algo que ver la espectacular vista que se contempla desde Kanoni, en la parte sur del cerro, la que mira al islote de Blajerna.

Sisi, la emperatriz por excelencia, también se prendó de Corfú, donde tuvo un palacio que luego pasó a manos de Guillermo II, el último rey de Prusia.

En carruaje, tal vez alguno de estos próceres se acercó a los pies del Pantocrátor, el monte más alto de la isla con sus 906 metros. A su cima, hoy se puede llegar en coche, por las sinuosas carreteras que lo escalan, o a pie, en un recorrido que, desde la Antigua Perithia, supone aproximadamente una hora.

El paseo ofrece de todo: el pueblo más pretérito de la isla, Antigua Perithia, y la panorámica más completa, desde la cima del Pantocrátor. En días claros, no sólo se ve toda Corfú: también Albania, muy cerquita, e Italia, a lo lejos.

Los alrededores del Pantocrátor ofrecen multitud de playas, pero las de Nisaki, rodeadas de verde y de aguas híper cristalinas, son probablemente las más lindas. El espectáculo visual continúa bordeando la costa hacia el norte de la isla con Kalami y Kouloura, dos de los asentamientos más hermosos.

Para contemplar la puesta de sol más reputada de la también conocida como Isla Esmeralda, no obstante, hay que cruzar hacia oeste y parapetarse en la cima del cerro que domina Pélekas, un pueblito a 25 kilómetros de la capital.

Las escenas que se contemplan allí son tan románticas como las que evoca el afrancesado Canal d’Amour, en Sidari, al noroeste de Corfú. En el canal, las rocas alargan sus brazos hasta el mar y dibujan una suerte de fiordos en cuyas aguas turquesa, aseguran, se perpetúa el amor. La leyenda cuenta que quien nada allí lo tiene asegurado. Y las parejas, añade, no se separan nunca.

Homero no narró si Ulises llegó a bañarse en el Canal d’Amour. Y no parece probable, aunque el héroe abandonara Corfú para reencontrar, en Itaca, a su amada Penélope.

Tantos siglos después, es posible evocar el último trecho de su vuelta a casa a paso mucho más ligero: Itaca se halla a menos de 100 millas náuticas de Corfú y el viaje en ferry permite, además, hacer parada en Paxos y en Antipaxos, situadas en la parte septentrional del también conocido como archipiélago de las Sietes Islas.

Se cree, sin embargo, que Ogygía, la isla en la que Homero situó el naufragio de Ulises, es la misma que hoy se llama Othonoi, la tercera componente de las Diapontia junto a Ereikousa y Mathraki. Las Diapontia se encuentran a un paseo en barco de Sidari, sus playas son hermosas y, en invierno, están apenas habitadas.

Los lugareños cuentan que, a 20 minutos en barca del puerto de Othonoi, está la cueva donde Calipso retuvo a Ulises durante siete años. 'Se non è vero, è ben trovato', y la singladura hasta allí supone una excelente conclusión al ‘odiseico’ periplo por Corfú.

Vueling ofrece vuelos desde Barcelona a Corfú, en los meses de verano.

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