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Los gobiernos español y catalán entierran sus grandes diferencias para mostrar unidad ante el atentado

Puigdemont sugirió comparecer tras la reunión de coordinación junto a Rajoy, que se mostró de acuerdo

Arturo Puente

Primera muestra de unidad –que es algo más que cordialidad– en esta legislatura entre los gobiernos español y catalán. Ambos ejecutivos han dejado este viernes de lado sus inmensas diferencias políticas para hacer frente común en la crisis abierta por los atentados terroristas que han sacudido Catalunya.

Las relaciones entre los ejecutivos están muy deterioradas, pero aún mantienen un fino hilo de comunicación que pasa por los despachos de las vicepresidencias. Así se logró el primer entendimiento entre ambos, que comenzó en forma de comunicaciones privadas desde el mismo momento en que se conoció que en la Rambla pasaba algo más que un atropellamiento. Gracias a esto, el Ministerio estuvo informado en todo momento de los pasos dados por el Departament de Interior, sintonía que se trasladó hasta los cuerpos policiales que dependen de cada uno.

Con todo, la imagen que rubricara lo que ocurría en los despachos se ha hecho esperar algo más. Pocas horas después del atentado, la Generalitat convocó una primera reunión de crisis. A ella acudieron, además de las fuerzas policiales y de emergencias, los máximos líderes del Govern y del Ayuntamiento de Barcelona. Pero también estuvo invitado el Gobierno central, que acudió con su delegado en Catalunya, Enric Millo. Era la única persona presente en Barcelona, aunque la vicepresidenta Sáenz de Santamaría se encontraba ya de camino.

Horas después llegó a Barcelona el presidente Rajoy, que formó su propio gabinete de crisis en la sede de la Delegación del Gobierno. Este sí, sin la presencia de ningún miembro del Govern de la Generalitat ni de los Mossos. Fuentes del Departament de Interior indican de forma escueta que “no les invitaron”. La falta de caras conocidas de Moncloa en la reunión presidida por Puigdemont, junto a la ausencia de la Generalitat en la presidida por Rajoy, encendió las alarmas.

Lo cierto es que, para el Govern de la Generalitat, las horas siguientes al atentado se convirtieron en una auténtica prueba de solvencia ante los ojos del mundo. La adecuada política de comunicación de crisis aplicada por los Mossos, que se ha destacado por su transparencia, rapidez y precisión, junto a la ausencia del Estado durante buena parte del jueves, dejó a Puigdemont y a su Gobierno como únicas caras visibles de la Administración en Catalunya y de la investigación del atentado.

Tampoco Rajoy quiso entrar como elefante en cacharrería en un momento tan delicado y en un terreno tan pantanoso como el catalán, por lo que el Gobierno central dejó margen de actuación a la Generalitat, que se había encargado hasta entonces. A lo que no renunció es a la foto encabezando su propio gabinete de crisis, al que siguió una declaración sin preguntas ante periodistas con el ministro del Interior que, pese todo, se produjo pasadas las 12 de la noche.

Tropiezos aparte, como el que ocurrió cuando el Ministerio del Interior difundió un teléfono para recabar información diferente al establecido por los Mossos, los caminos divergentes acabaron allí. El viernes por la mañana miembros de ambos gobiernos, además del rey Felipe VI, las autoridades del Ayuntamiento y otros líderes políticos aparecieron encabezando la concentración de la plaza de Catalunya. Rajoy remarcó desde su cuenta de Twitter su mano tendida a la Generalitat.

Horas después, Rajoy y Puigdemont se sentaron en la misma mesa, presidiéndola el gallego, en la primera reunión de coordinación conjunta tras los atentados. Al acabar la cita, el catalán sugirió comparecer juntos ante los medios –también sin preguntas, que Rajoy aceptó. Con sus parlamentos, demostraron que, si bien la unidad es algo más que cordialidad, no es ni mucho menos sinónimo de acuerdo.

“A los terroristas se les vence con unidad institucional y colaboración policial”, aseguró Rajoy, quien fiel a sus ideas definió al pueblo español como “un pueblo unido”. En cambio, Puigdemont destacó “la solidaridad, la convivencia, la libertad y el respeto”, que son “la mejor arma que tiene nuestra sociedad” para ganar al terrorismo. Diferencias buscadas en el matiz para dotar de importancia a la ceremonia de la unidad.

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