A nivel personal es habitual hacerse una idea de cómo es una persona en función de los amigos con los que se relaciona. Esta idea no necesariamente tiene que ser acertada pero podemos aceptar que tiene su lógica.
En cambio, esta filosofía no se puede trasladar inmediatamente al mundo de la política. Desgraciadamente esta asociación se está aplicando de forma bidireccional en el gran debate catalán.
Se cruzan acusaciones de compartir criterios con personas o grupos políticos que deslegitiman al contrincante dialéctico. Le pasó esto al exprimer secretario del PSC, Pere Navarro, al aparecer brindando con cava con los líderes del PP y Ciudadanos con motivo del aniversario de la aprobación de la Constitución española.
Y, desde el otra lado, se ridiculiza que dirigentes y militantes de izquierdas de ICV o las CUP se dieran la mano en la Vía Catalana del pasado 11 de septiembre con el consejero de Salud, Boi Ruiz, y de otras representantes de los recortes antisociales del gobierno catalán.
Viví en primera persona una de estas situaciones. Un destacado miembro de la Asamblea Nacional Catalana se dirigió a mí y me pidió si podía insultarme. Se lo autoricé y lo hizo. “¿Cómo puede ser que una persona de izquierdas como tú escriba en un portal como este?”. Era el motivo de su indignación.
Este es el problema a resolver. No podemos poner una línea divisoria entre partidos o entre personas en función de si son independentistas o no. Si son de los nuestros o de los otros. Se entiende que Raimon no esté de acuerdo, a veces, con los que lo consideran uno de los suyos.
La vida, y sobre todo el debate político, están llenos de matices y hay que escucharlos y debatirlos. Con toda la vehemencia que se quiera pero abiertos a las razones del interlocutor.
Otro ejemplo de esta coincidencia en algunas cuestiones en personas que discrepan con muchas otras la hemos tenido en la votación en el Parlamento Europeo del nuevo presidente de la Comisión Europea.
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