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Nuestros cuerpos, nuestras armas

Mar García Puig, Laura Pérez, Celia Enes, Cristina Hernández, Mireia Iniesta, Yolanda Olmos y Noelia Bail

Área de Feminismos de Podem Barcelona —

La Fiscalía de Madrid acaba de solicitar que se confirme la sentencia condenatoria a Rita Maestre por participar en la protesta de la Complutense con un escrito que ha saltado a las redes y los medios por su sesgo ideológico: “La ridiculización del papel de la mujer en la Iglesia, las frases con rimas pretendidamente ingeniosas, el mostrar el torso desnudo o el sujetador en un espacio que para los católicos es sagrado, el alarde de su forma de vivir que implica expresiones que llevaban pintadas en su torso, tales como ‘violenta, bollera, puta, libre, lesbiana’, supera con mucho la libertad de expresión”.

Son precisamente los argumentos que aduce la fiscal en su escrito los que confirman el potencial subversivo de la protesta y revelan el reaccionarismo, el cariz patriarcal y confesional que muestran a menudo la judicatura y otros ámbitos del Estado incluso, para sorpresa de muchos, más de 30 años después de la Transición. Para la fiscal, alardear de ser “violenta”, “bollera”, “puta” o “libre” en una iglesia situada en un espacio público supera la libertad de expresión. Por desgracia, la libertad de expresión es a veces en nuestro país un privilegio de unos pocos y sirve para acallar, insultar y condenar a las personas que nos rebelamos cada día contra la desigualdad, las injusticias y los abusos de poder. En concreto y con palabras feministas: nosotras nos rebelamos, entre otras cosas, contra el patriarcado, la heteronormatividad y el machismo estructural y cotidiano.

Según la fiscal, la ridiculización del papel de la mujer en la iglesia o enseñar un torso desnudo o en sujetadores superan también la libertad de expresión. Históricamente, la iglesia se ha caracterizado por alinearse con el Estado en la represión a las mujeres, cuyos cuerpos han instrumentalizado en tanto que máquinas reproductoras. Fuera de este papel asignado, el cuerpo de las mujeres, usado libremente, resulta ofensivo, como muestran las reacciones a la protesta. Sin embargo para estas instituciones no ha sido ofensivo pisotear el derecho a la libertad sexual y reproductiva de las mujeres, y el derecho a la manifestación y libertad de expresión usando nuestro cuerpo como instrumento frente a un sistema que continua tratándonos como menores.  Los esfuerzos para llevar a cabo esta infantilización de las mujeres responden a un intento desesperado de evitar que cambie un status quo que hace un tiempo que se pone en cuestión. El patriarcado encontró un perfecto instrumento en las instituciones judiciales, que se encargaron de sistematizarlo. Hoy todavía quedan vestigios en el sistema judicial de un machismo estructural contra el que cabe luchar día a día. Son muchos los ejemplos que saltan a las páginas de los periódicos, escandalizan a la sociedad tres minutos y caen en el pozo del olvido del anecdotario. Lo vemos a menudo: juezas que le preguntan a las mujeres que son vícitimas de violación si cerraron bien las piernas o condenas de violación anuladas porque la víctima llevaba tejanos y se supone que tuvo que colaborar activamente para quitárselos.

“En la playa es normal estar sin sujetador para broncearse todo el cuerpo. Pero era un templo, no una playa. En el presente caso, la conducta de la acusada quedándose en sujetador, traspasa lo que podría ser una falta de protocolo o de saber estar. Esa falta de protocolo y falta de saber estar sería que se quedase en sujetador en un pleno del ayuntamiento o quedarse en sujetador en una recepción oficial”, afirma la fiscal. La referencia al ayuntamiento, al que Rita Maestre no estaba vinculada en el momento de la protesta, dirige nuestra mirada al cambio representado por Ahora Madrid, pero más allá de posibles conjeturas apunta claramente a una férrea regulación del espacio público que afecta a las que nos manifestamos en las calles contra la violencia machista, los recortes en educación y en sanidad o los desahucios, mediante legislación represiva como la Ley Mordaza.

Ante las palabras de la Fiscalía de Madrid, que confunde una protesta feminista con el libre uso del cuerpo que hacemos las mujeres en diferentes espacios y que criminaliza los torsos desnudos que protestan en la Universidad contra la privatización del espacio público, nosotras, desde Barcelona,

también gritamos frente al patriarcado y al neoliberalismo al unísono con Ahora Madrid: “Somos putas, señoritas, bolleras, pescaderas... Seguimos siendo las brujas que no pudisteis quemar. ¡Somos y seguiremos siendo libres!”

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