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El galimatías de las elecciones catalanas

Rosa Cañadell

Psicóloga y profesora —

Desde la crisis y el 15M el panorama político de este país no ha dejado de cambiar. De repente, todo el mundo se puso a inventar e innovar “nuevas maneras de hacer política”, y eso está muy bien, pues las viejas maneras, los políticos de siempre, por activa o por pasiva, no hacían más que llevarnos hacia el desastre.

Y así, poco a poco, y desde la izquierda, han ido apareciendo nuevas caras y nuevas formaciones políticas, agrupadas en torno a alguna persona mediática y con el objetivo primero de “confluir” y después de “ganar”. Las nuevas formaciones ya no tenían militantes y afiliados, como los partido de toda la vida, sino que tenían “seguidores virtuales” e iban montando grupos, “círculos” y asambleas. Todos estaban por confluir, pero cada uno montaba sus propias asambleas y así se fue tejiendo un puñado de grupos y grupitos que iban llegando a nuevos y viejos activistas, nuevos y viejos políticos (en algún caso porque veían la oportunidad de arañar algún cargo), de viejas y nuevas ideologías, en una “confluencia real” de personas, algunas de las cuales iban variando de grupo, círculo o asamblea. Todo el mundo presumía de “nueva política”, de más participación y transparencia, pero no era oro todo lo que relucía y la toma de decisiones tampoco ha acabado de ser demasiado innovadora, de hecho, el “núcleo fundador” siempre terminaba tomando las decisiones finales.

Las elecciones municipales consolidaron esta “nueva-vieja” política en el ámbito de la izquierda transformadora y dos grandes “confluencias”, Guanyem y Capgirem lograron entrar en muchos municipios y gobernar. El caso más importante es el de Barcelona con Barcelona en Comú, que reunió viejas y nuevas caras, viejas y nuevas formaciones políticas y llevó a una activista social a la alcaldía de la gran ciudad. Una victoria real.

A partir de aquí, y con las autonómicas sobre la mesa, esta nueva-vieja manera de hacer política se ha consolidado y se ha ampliado. Ya no sólo es “la izquierda” la que se apunta sino que se ha ampliado a todo el abanico político. Y aquí empieza el gran galimatías.

Aparte de la derecha pura y dura, PP y Ciutadans, todo el abanico político que conocíamos se ha desdibujado, y ahora tenemos unas listas, todas de gran “confluencia” en las que no hay quien se aclare. Me explico: Junts pel Sí, ya no es CiU, o ERC, o ICV, sino una lista donde hay número uno que proviene de ICV, pero que no defiende lo que dice ICV (y, además, dicen que tampoco será presidente), junto con caras nuevas, de la “sociedad civil”, cantantes, periodistas, y gente variada, y todos ellos o ellas, de la mano con las viejas figuras de siempre, Artur Mas, Oriol Junqueras, Vila d'Abadal, etc. Y una se pregunta, ¿además de la independencia, que defiende esta lista? ¿Quién tomará las decisiones? ¿Cómo gobernarán mientras construimos, o no, el “nou país”? ¿Quién decidirá las políticas que gobernarán el país (independiente o no)? ¿Quién decidirá si se aprueba la ILP de la Renta Garantizada Ciudadana? ¿Quién decidirá si aprueba o no la ILP de educación? ¿Quiém decidirá los presupuestos? ¿Quién decidirá si se reprivatiza o renacionaliza la sanidad? ¿Se decidirá según lo que ha defendido siempre Romeva? ¿Lluís Llach? ¿Mas? ¿Junqueras? ¿Carme Forcadell? ¿La ANC? Las personas que voten Junts pel Sí, aparte de votar independencia, ¿cómo saben qué votan?

Ya sé que lo que está claro es la apuesta por la independencia. Pero una cosa no quita la otra, porque el 28-S no se detendrá el mundo y el país deberá continuar funcionando y es el Parlament el que decide cómo debe funcionar. ¿Cómo votarán a partir del 28-S todos los diputados y diputadas de Junts pel Si? ¿Habrá disciplina de voto? ¿Todo el mundo votará según lo crea conveniente? No sé si es que yo soy más ignorante que la mayoría, pero, de verdad, que yo no me aclaro.

Y si seguimos, nos encontramos en situaciones similares, Catalunya Sí que es Pot, con Lluís Rabell a la cabeza, ¿qué defenderá? ¿Lo que dice ICV? ¿Lo que dice EUiA? ¿Lo que dice Podem? ¿Lo que dice Pablo Iglesias? ¿Lo que dice Rabell? ¿Es una coalición de ICV-Podemos-Equo? ¿O es otra cosa? ¿Qué cosa? ¿Por qué hay una cabeza de lista que no es de ninguna de las organizaciones que forman la lista? No tengo nada en contra de Rabell, todo lo contrario, me parece un muy buen candidato y un luchador constante, lo que no acabo de entender es porque ahora, todos los partidos tienen que poner una cabeza de lista que no sea de ninguno de los partidos que forman la lista. Si se tratara de una nueva organización, entonces todo sería diferente, pero que yo sepa, ni ICV, ni EUiA, ni Podem se han disuelto.

Y lo mismo vale para la CUP-Crida Constituent. Todo el mundo sabe que la CUP es la organización que vertebra esta candidatura y está muy bien que se incluyan personas independientes y que no son de la CUP, sin embargo, ¿es necesario que los cabeza de lista sean expresamente no afiliados al partido? ¿Serán estos cabezas de lista los que decidirán lo que se haga a partir del 28-S? ¿Será la CUP? ¿Será Baños? ¿Será Gabriela? (Todos ellos muy queridos y valorados, que quede claro). Vale decir, a favor de la CUP, que fue ésta la primera organización que ya puso una persona independiente cuando se presentó por primera vez a la Generalitat y, con David Fernàndez, han salido muy bien.

Por otra parte, con esta “nueva forma de hacer política”, si bien se ha logrado una mayor participación de una parte importante de la población, corremos el riesgo de poner todos los activistas en las listas y todos los esfuerzos en las elecciones, lo que implica desmontar los movimientos sociales y quedarnos sin capacidad de movilización que, como todas sabemos, es imprescindible para hacer frente a las agresivas políticas actuales. ¿Si vamos chupando todas las y los activistas hacia las instituciones, quien quedará para organizar la larga lucha que nos espera? El enemigo es muy fuerte, sólo hay que ver lo que está pasando en Grecia, y necesitaremos mucha fuerza en la calle para poder hacer frente a las políticas de la Troika. Hay que recordar que copar las instituciones y gobernar es muy importante, pero si dejamos la sociedad desorganizada y desmovilizada, difícilmente avanzaremos.

Y, por si todo esto fuera poco, tenemos el procés en medio del campo de juego. ¿Son o no plebiscitarias estas elecciones? ¿Cómo se sabrá si la mayoría de ciudadanos están por la independencia? ¿Se contarán los votos como en cualquier referéndum? ¿Se decidirá por el número de escaños que obtengan las diferentes listas? ¿Se decidirá por mayoría simple? ¿Se hará después un referéndum? ¿Como se continuará después del 28-S? ¿Qué pasará si no gana el sí? ¿Y si gana, quién, y con qué criterios, construirá el nuevo país?

Sigo pensando que todo ello es un buen galimatías y que estaría bien que todas estas cuestiones se clarificaran, sobre todo porque la ciudadanía tiene derecho a saber, un poco más claramente, lo que implicará su voto.

Y para terminar, un deseo, una petición: pase lo que pase el 28-S, es imprescindible que todo el abanico de la izquierda de este país, “confluya” en un programa social que, con independencia o sin ella, conduzca este país a unas políticas de regeneración democrática y de recuperación de derechos sociales y laborales, que echen atrás las privatizaciones, disminuyan las desigualdades, aumenten presupuestos sociales... en fin, todo lo que se supone deben hacer las izquierdas cuando están en las instituciones. Las personas, sobre todo las clases más desfavorecidas, se merecen salir del agujero en el que la crisis y el actual gobierno les ha dejado.

Es necesario que todo el galimatías en que se han convertido estas elecciones no nos deje en una nebulosa en la que la precariedad laboral, los desahucios, la privatización de los servicios públicos, la pobreza infantil, la violencia de género y tantas otras cosas terribles, continúen avanzando.

Y por todo ello, sería necesario un compromiso de todas las fuerzas que se autodenominan de izquierdas para hacer un programa común de mínimos y defenderlo conjuntamente a partir del 28-S, con independencia de la independencia.

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