Desde sus inicios las elecciones europeas son las que han contado con un mayor nivel de abstención en Cataluña y en España. Esto ha sido seguramente resultado de la hasta hace poco generalizada percepción de Europa como un ente abstracto, remoto y con poco que ver con la realidad más cotidiana de la ciudadanía. Sin embargo, esta visión ha cambiado en los últimos años. El estallido de la crisis hace ya más de media década, así como las brutales políticas de recortes que hemos sufrido desde entonces, nos han hecho darnos cuenta de que, a pesar de estar lejos, Bruselas, Estrasburgo o Berlin, entre muchas otras ciudades europeas, tienen mucho más que decir sobre nuestro presente y nuestro futuro de lo que nunca antes nos habíamos imaginado.
La Europa de la Troika y de la banca excluye a la gente de abajo, la clase trabajadora y los pueblos. Cada vez más la Unión Europea se ha convertido en un laboratorio social y económico donde se experimenta constantemente con recetas políticas y económicas generadoras de crecientes desigualdades sociales y en favor de los beneficios y los privilegios de una minoría. A pesar de la propaganda oficial en favor de los rescates y los recortes de los servicios públicos o de las excusas de instituciones cercanas que culpan a Madrid por todos nuestros males, no necesitamos ser economistas para entender cada vez mejor los efectos de las fórmulas económicas dominantes sobre nuestras vidas, sobre nuestros hogares, sobre nuestras ciudades, sobre nuestros cuerpos. Es por eso que tenemos que mover ficha.
La construcción de otra Europa debe fundamentarse en los valores del internacionalismo, más allá de fronteras y mercados. En el nuevo curso histórico, la cuestión nacional, ligada a las realidades de los países y de los pueblos, tengan o no un estado propio, reaparece como un elemento conflictivo y de fácil instrumentación, más aún cuando la crisis económica y social se agrava y el fascismo emite sus señales más amenazadores. Lejos de las controversias más recurrentes, la democratización de esta Europa debe incluir el principio universal al derecho de autodeterminación. En el caso de España, es impensable un proyecto europeo de ruptura con el orden de los mercados y de la banca si este no tiene presente el derecho a decidir de los países y naciones que están sometidos al régimen centralista de la transición.
El binomio de los derechos nacionales y sociales, aplicado en el escenario europeo, requerirá del apoyo político explícito, organizado, internacionalista y solidario hacia las reivindicaciones de los pueblos. El caso de Cataluña y de los procesos constituyentes que se puedan abrir desde abajo en cada país o nacionalidad, deberá estar en la agenda de la política europea. Habrá quien se haga sentir en las instituciones y en las calles. La autodeterminación de los pueblos es parte consustancial de los objetivos de una izquierda internacionalista que haga frente a la Troika y los gobiernos estatales o autonómicos que siguen las directrices del mercado. La soberanía real de Cataluña implica romper con la Troika y con las imposiciones de la Europa del Capital. No habrá soberanía real bajo el chantaje del pago de la deuda y la aplicación de planes de ajuste estructural. Por ello, es necesario que la defensa de los derechos sociales y nacionales vayan estratégicamente unidos. Este debe ser el rol de Podemos, sin ningún tipo de duda, la próxima campaña electoral a las elecciones europeas.
Sobre este blog
El blog Opinions pretende ser un espacio de reflexión, de opinión y de debate. Una mirada con vocación de reflejar la pluralidad de la sociedad catalana y también con la voluntad de explicar Cataluña al resto de España.
Llegir Opinions en català aquí.
