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Puigdemont: Una tarde para conseguir la confianza, un año para ganar la credibilidad

Apretón de manos entre la CUP i Junts pel Sí en el Parlament de Catalunya

Arturo Puente

El principal problema de la propuesta que este miércoles presentó el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, y que este jueves ha sido avalada por la mayoría absoluta del Parlament, quedó patente el primer día en la sala de prensa donde comparecieron los portavoces de los grupos. Poco después de que Pugidemont apostara por la convocatoria de un referéndum vinculante sobre la independencia, con o sin el acuerdo del Estado, los periodistas preguntaron más veces por asuntos como los presupuestos o la crisis del PSOE que por un anuncio que, objetivamente, representa un hito histórico.

El problema es que, en Catalunya, supuestos hitos históricos ha habido decenas en los últimos cinco años. Tantos que ya muy pocos acaban de creer que vayan a hacerse realidad. A estas alturas, ni los favorables a lo que se anuncia tiran cohetes, ni sus detractores ponen el grito en el cielo, ni los periodistas indagan mucho porque a sus lectores tampoco les interesa demasiado. Como dice el diputado de JxSí, Germà Bel, la política catalana es platónica.

Con el de momento platónico anuncio de referéndum el president Puigdemont ha superado con un aprobado alto la cuestión de confianza, gracias a la CUP. Los anticapitalistas se querían quitar de en medio un asunto espinoso y en el que, además, ya ha conseguido más de lo que esperaba en julio pasado, cuando Puigdemont anunció la cuestión de confianza. El importante desgaste en imagen que la CUP ha sufrido por su rechazo a los presupuestos ha permitido que el horizonte del independentismo girase hacia el referéndum de autodeterminación, tal como los cupaires desean desde hace años. Viendo la valoración que este jueves hacían de la jornada, parecería que les ha valido la pena.

Así ha obtenido Puigdemont la confianza del Parlament para continuar la legislatura, y un ya veremos a los presupuestos de propina. Pero la confianza no va siempre ligada a la credibilidad, un material clave en la estrategia negociadora que es, al fin y al cabo, todo el procés soberanista en su capítulo institucional.

La propuesta de celebrar un referéndum, buscando hasta el último día el acuerdo con el Estado pero, si no se consigue, llevarlo a cabo igualmente, es una bomba de relojería colocada hábilmente sobre la mesa del próximo gobierno español, sea del color que sea. Pero, sobre todo, si es un Gobierno en el que participa Unidos Podemos. Los de Pablo Iglesias, cuyas dos victorias consecutivas en Catalunya están muy presentes en los pensamientos de los estrategas del procés, tendrían que demostrar en septiembre su compromiso con el referéndum desde el Gobierno. Palabras mayores.

Un referéndum como el propuesto por Puigdemont sería igualmente complicado de gestionar para un PP que no tenga garantizada la absoluta con Ciudadanos, como ahora pasa. Una vez el independentismo ha conseguido colocar durante dos legislatura el referéndum como tranca de seguridad para imposibilitar la formación de gobiernos, ahora quiere estirar esta situación todo lo posible, haciendo que el sistema político español baile alrededor de esta cuestión. Con las difíciles aritméticas a las que el Congreso parece condenado, un referéndum convocado fuera de la ley por la Generalitat puede poner en dificultades a cualquier Ejecutivo español sin suficiente estabilidad.

Pero todas estas cuentas sobre el plan táctico, al que se le adivina además cierta pulsión electoralista, podrían ser las de la lechera si el Govern no cuenta con la capacidad de convencer al resto de agentes. Tanto al otro lado de la negociación como los actores internacionales tienen que creer que el Govern va muy en serio y está dispuesto a llegar “hasta las últimas consecuencias”, como le ha reclamado la diputada cupaire, Anna Gabriel. Y, si el adversario no se cree el farol, más vale llevar una buena mano.

En la tarea de generar credibilidad sobre sus cartas, el principal enemigo del Govern de Puigdemont es la gesticulación vacía de anteriores ejecutivos catalanes. “El procés es una rueda de hámster”, ha afirmado la líder de la oposición, Inés Arrimadas, consciente de que su papel a partir de ahora es tratar de convencer a todos de que el líder de JxSí solo intenta tener su propio 9-N. La existencia de aquella manifestación en forma de consulta convocada por Artur Mas en 2014, de relato épico pero sin ningún efecto real, es el perfecto ejemplo de la gesticulación que ha acabado por resultar totalmente increíble incluso para muchos independentistas.

“Paso a paso. El imaginario del referéndum ya está colocado en el centro. Ahora hace falta que se mantenga y que los comunes vean que esta es la oportunidad”, aseguraba este jueves una fuente del entorno cupaire. “Es un cambio de actitud, y lo hemos valorado, pero ya veremos”, dejaban en el aire desde CSQP tras el debate. Fuera del Govern, ni los a priori más cercanos a la propuesta del referéndum tenían posiciones demasiado contundentes. Puigdemont ha ganado la confianza en una tarde, pero solo dispone de un año para llenarla de credibilidad.

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