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“La gran coalición supondría la muerte definitiva del PSOE”

Josep Ramoneda, en su estudio

Enric Bonet

Josep Ramoneda (Cervera, 1949) es periodista, filósofo, escritor y uno de los referentes del pensamiento progresista catalán. Dirigió durante casi veinte años el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), pero con la llegada de CiU en el gobierno municipal de la ciudad en 2011 tuvo que abandonar la entidad. Desde entonces, está al frente de la revista de humanidades y economía La Maleta de Portbou y la Escuela Europea de Humanidades.

En plena vorágine de la crisis del euro, Josep Ramoneda publicó en 2012 el ensayo La izquierda necesaria. Era habitual escucharle decir entonces que “la izquierda es más necesaria que nunca, pero no se la encuentra”. Casi cuatro años después, Catalunya Plural lo entrevista en un momento en el que los partidos socialistas europeos siguen retrocediendo, pero en el que han surgido alternativas, como Syriza en Grecia, Podemos en España o En Comú y la CUP en Catalunya, que han permitido la llegada de una izquierda alternativa a las instituciones. Sin embargo, él recuerda que a estas alternativas todavía les falta mucho para consolidarse, y sobre todo para construir un programa diferente al de la socialdemocracia clásica.

Tras las últimas negociaciones entre PSOE y Podemos parece que la opción de un gobierno de izquierdas resulta imposible y que nos dirigimos hacia nuevas elecciones. ¿Por qué el PSOE y Podemos no llegan a ponerse de acuerdo?

Si se mira objetivamente el resultado de las elecciones del 20-D, sólo hay una opción de gobierno posible: el gobierno de izquierdas. PP y Ciudadanos no suman y la gran coalición es imposible porque supondría la muerte definitiva del PSOE. El socialismo español está en una situación muy delicada y corre el riesgo de convertirse en la Convergència del sur, un partido sólo de Andalucía y Extremadura.

Pedro Sánchez ha evitado esta muerte segura que supondría la gran coalición. Pero no ha tenido el coraje de desafiar los sectores del establishment de su partido que aún viven en la cultura del bipartidismo y no se atreven a afrontar el difícil reto que sería conformar un gobierno de izquierdas. Como las relaciones internas del PSOE no le permiten sumar un gobierno de izquierdas, Sánchez ha aceptado el mito del centro y de la superación de la derecha y la izquierda y ha apostado por aliarse con Ciudadanos. Pero el PSOE olvida que el centro solo no suma nunca. Las alianzas acaban haciéndose entre bloques, de izquierdas o de derechas. Y esta mayoría acaba arrastrando al centro.

¿Qué debería hacer Podemos ante la coalición PSOE-Ciudadanos?

Es muy difícil para Podemos sumarse a un pacto con Ciudadanos, ya que esta alianza representaría una fractura muy fuerte con su electorado de izquierdas, que no querría dar nunca un voto a un partido de derechas como Ciudadanos, en algunos aspectos liberal pero en otros más conservador que el PP.

Pero si lo pensamos fríamente Podemos podría salir ganando en términos electorales de un gobierno PSOE-Ciudadanos. Éste tendría una duración corta de dos o tres años y a Podemos le quedaría todo el espacio de la oposición de izquierdas. Ganaría el tiempo necesario para consolidarse orgánicamente y para encontrar su rol y su proyecto, que sigue siendo muy indefinido y genérico. Pero reconozco que vender estos argumentos a su electorado no es fácil. Lo podría justificar diciendo que se saca al PP y que se abre una mejor perspectiva de futuro.

¿Cuál crees que será el partido de la izquierda más perjudicado con la repetición de nuevas elecciones?

Pienso que tanto el PSOE como Podemos perderán votos en el caso de unas nuevas elecciones. Y no les conviene nada que las haya. En el caso de Podemos, debería empezar a pensar que es fuerte allí donde se presenta con partidos locales, como Catalunya, Galicia o la Comunidad Valenciana. Pero lo es menos cuando se presenta solo y esto debería hacerle reflexionar.

¿Por qué el PSOE se opone con tanta firmeza al referéndum?

Los socialistas españoles creen que permitir una consulta sobre la independencia en Catalunya los hundiría electoralmente en el resto de España. Pero los buenos resultados de Podemos en las elecciones generales han servido para romper el tabú que hacer una concesión en Cataluña te perjudica en el resto de España. Me sorprende que los partidos españoles no hayan hecho lo mismo que el primer ministro británico David Cameron con el referéndum escocés. Si Rajoy hubiera autorizado una consulta en 2012, probablemente la habría ganado 70 a 30. Pero si ahora esperan tanto, quizás acabarán perdiendo.

¿La situación actual de enfrentamiento entre el nacionalismo español y el catalán se prolongará durante los próximos años?

Esta situación de empate eterno hay que ver hacia dónde evoluciona. El independentismo debe tener en cuenta que su única fuerza es el voto de los ciudadanos y que no dispone de ningún mecanismo de coacción para imponer una salida unilateral. Si mañana el presidente Puigdemont proclamara la República catalana, no cambiaría nada y estaríamos en el mismo punto en el que estamos ahora. Pero cuando el independentismo llegue al 55%, entonces los partidos españoles deberán aceptar la idea de un referéndum y lo harán cuando ya sea demasiado tarde para sus intereses. Pero no está escrito en ningún sitio que el independentismo llegue a ese 55% y ahora se adentra en una fase muy complicada.

¿En qué consiste esta situación complicada del independentismo?

El gobierno catalán sigue vendiendo al público que llegarán a la independencia en dieciocho meses. ¿Pero cómo explicarán en la primavera de 2017 a sus electores que no ha habido ninguna desconexión? En algún momento deberán reconocerlo a la ciudadanía y esto provocará problemas en el seno del independentismo. Se ha presentado a la CUP como el gran problema de la mayoría independentista, pero el gran problema es la disputa entre Esquerra y Convergència por la hegemonía del independentismo. Y el día en el que suba la tensión la unión entre estos dos partidos se romperá.

En Comú, Podemos e Iniciativa están construyendo un nuevo partido de izquierdas que aspiraría a gobernar en Catalunya. ¿Es una hipótesis factible?

En estos momentos se plantea en Catalunya la cuestión de quién se hará con la hegemonía de la izquierda. La tuvo durante muchos años el PSC, pero éste ha dejado de ser un partido imprescindible en el escenario político catalán. Ahora la lucha es entre ERC y En Comú. Al ir junto con Convergència en las elecciones del 27-S, ERC cometió un error monumental y se está alejando del espacio de la izquierda. Además, le perjudicó la investidura final de Puigdemont que evitó unas nuevas elecciones en las que ERC se hubiera presentado por separado y probablemente hubiera ganado a Convergència. Estas dificultades de ERC hacen que En Común tenga muchas posibilidades de hacerse con la hegemonía de la izquierda catalana.

Dejando de lado Catalunya y España, ¿en qué situación se encuentra actualmente la izquierda europea?

Seguimos en plena crisis de la socialdemocracia que empezó durante los años ochenta, cuando se rompió el consenso socialdemócrata y se impuso el mal llamado modelo de gobernanza neoliberal. Desde entonces la socialdemocracia no ha encontrado un discurso alternativo. Lo simboliza la figura de Tony Blair, que vendió el discurso de la tercera vía como la gran solución. Pero en realidad era la aceptación del marco ideológico y cultural inspirado en la nueva ortodoxia económica, que predominaba desde los mandatos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Ésta promovía el discurso del no hay límites, de la ineficiencia del estado y la desregulación generalizada.

Además, la crisis económica y las políticas de austeridad han generado unas fracturas sociales muy profundas y han generado un malestar muy grande, capitalizado por la extrema derecha en la mayoría de países. La izquierda ha tardado muchísimo en reaccionar y la extrema derecha se está apropiando de las clases populares que se han sentido traicionadas. Por ejemplo, en Francia buena parte del electorado comunista vota ahora al Front Nacional de Marine Le Pen.

Una de las razones de la crisis de la socialdemocracia es la fractura de las clases medias.

La crisis ha terminado con la utopía de la época anterior a la crisis que decía que todos conformamos una inmensa clase media. Como lo explica la socióloga Marina Subirats, la mayoría formábamos parte de una gran clase media, en la que unos iban a Zara y otros a Louis Vuitton, pero todos éramos clase media. La crisis ha hecho que esta clase media se haya partido por la mitad. Algunos lo han perdido todo y han vuelto a ver un abismo económico y en cambio otros han conservado el trabajo y las cosas les van bastante bien, ya que la inflación ha bajado.

Esta fractura de la clase media me preocupa mucho. El miedo es muy eficaz y todavía hay personas que tienen miedo de perder aún más. Este miedo puede consolidar la cultura de la indiferencia. Puede favorecer el establecimiento de unas sociedades escépticas, que contemplan de una manera acrítica y distante los dirigentes políticos y que convierten en una asunción fatalista la democracia, que consiste en votar cada cuatro años. Esto nos llevaría al capitalismo post-democrático y al totalitarismo de la indiferencia.

Pero han surgido alternativas como el 15-M, Podemos, Syriza o el liderazgo de Jeremy Corbyn en el partido laborista británico.

Fenómenos como el de Podemos, Jeremy Corbyn o Bernie Sanders son interesantes porque son sintomáticos de un malestar general. Pero todavía les falta mucho para consolidarse y adquirir una cierta dimensión. Vivimos en unos tiempos muy rápidos y viviremos a menudo fenómenos emergentes que decaerán con la misma velocidad con la que han subido.

Lo más sorprendente de estos procesos de indignación es que han permitido que los movimientos sociales se conviertan en actores políticos. Esto no entraba en la lógica del sistema, que contemplaba los movimientos sociales para que hicieran ruido en la calle y crearan calidad democrática. Pero sin que estos se pasaran de la raya. En el caso español, hemos visto cómo estos movimientos han hecho el gesto de disputar el poder político y esto ha cambiado las reglas del juego y ha provocado la ruptura de un régimen agotado.

Pero no acabo de ver que estos procesos de indignación dispongan de un proyecto diferente al de la socialdemocracia clásica, que se adapte a los tiempos actuales. No quieren mirar de frente al hecho de que no hay nada que garantice la alianza contranatura entre capitalismo y democracia. El mundo está lleno de sistemas capitalistas que no tienen nada de democrático, como el capitalismo de estado chino o el capitalismo mafioso ruso. Y esto debemos tenerlo en cuenta, ya que el sistema puede adoptar una forma suave y llevarnos hacia un modelo de gobernanza, conocido como autoritarismo pos-democrático. La democracia en el sentido fuerte de la palabra no estoy seguro de que tenga una larga vida por delante.

Durante este último año se ha reducido la conflictividad en la calle, ¿te preocupa que la sociedad vuelva a la misma cultura de la indiferencia que había durante los años anteriores a la crisis?

Desde que Podemos se presentó a las elecciones europeas con un resultado inesperado, la conflictividad social ha prácticamente desaparecido. Esto tiene un aspecto positivo y es que demuestra que la gente todavía cree en la política. Pero también tiene otro factor más discutible, que es que ha desmovilizado la sociedad. El paso de los movimientos sociales a la política institucional es muy complicado, ya que es un territorio completamente distinto. En el caso de Podemos y Barcelona En Comú, resulta interesante ver como por primera vez se están situando en puestos de poder personas con las cuales las élites económicas no habían hablado nunca. Ésta es una novedad positiva, pero habrá que ver cómo se adaptan a este espacio tan controlado y que no se acaben convirtiendo en un número de teléfono más.

¿Qué piensas de la nueva ola de indignación en Francia, simbolizada por el movimiento Nuit Debout (Noche en pie)?

Es una demostración más de la crisis de los partidos socialdemócratas. En un mismo momento le caen todas al presidente Hollande. El ala izquierda del partido le obliga a retirar su proyecto de reforma constitucional, la calle se moviliza en contra de la reforma laboral y su ministro de economía, Emmanuel Macron, crea una plataforma para presentarse a las elecciones presidenciales de 2017 con una línea social-liberal. En este momento, el Partido Socialista francés quizás no está a punto de desaparecer, pero es un ejemplo de libro del hundimiento de la socialdemocracia.

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