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Carles Puigdemont levanta el telón al último acto del 'procés'

Puigdemont promete un referéndum "vinculante" para una nueva era en Cataluña

Arturo Puente

No está entre las funciones de los políticos llenar los teatros, por muy buenos actores que sean. Pero este lunes el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha sido el encargado de inaugurar el año en el teatro Romea de Barcelona, en una conferencia sobre el escenario con la que el líder catalán ha levantado el telón a un 2017 que se ha comprometido a convertir en el acto en el que llegue el desenlace del 'procés'.

“2017 es el año en que termina un proceso y comienza una era”, ha descrito el president, sobre un escenario que lucía el atrezo de un embarcadero, parte del decorado de 'La taberna dels bufons', que se representa estos días en el Romea. La imagen marinera, que en la política catalana ha quedado indisolublemente ligada al imaginario metafórico de Artur Mas, proyectaba sobre el discurso del president una sombra tan pesada como la de su antecesor sobre su legislatura. Una carga de la que éste se desembarazaba asegurando que “este año garantizaremos el derecho a decidir de los catalanes” con “un referéndum vinculante”. Este año será el del referéndum, no más tarde, fijaba el de Amer, pero tampoco lo fue ninguno de los anteriores.

En su discurso, de contenido principalmente político pero en el que no ha evitado mostrar rasgos de su personalidad que no se permite desde el atril institucional, Puigdemont ha cultivado su imagen de president que efectivamente hará la independencia. Después de zanjar el asunto sobre su reelección a principios de año, asegurando que no se presentaría a la reelección, el objetivo del mandatario ahora es actuar con las manos libres de sospechas de personalismo para poder “culminar el tránsito de la postautonomía a la independencia”.

Con todo, Puigdemont ha tirado de vena optimista para asegurar que es un paso que se está dando en estos momentos. “Catalunya ya ha salido del régimen común”, ha descrito, en referencia a la conferencia de presidentes autonómicos que se celebrará mañana y a la que él ha rechazado asistir. “El café para todos ha terminado aunque algunos no quieran entenderlo”, ha asegurado.

Si bien el compromiso del maestro de ceremonias es acabar el 'procés', Puigdemont no se ha prodigado en recetas sobre cómo conseguirlo. Eso sí, tras admitir que “no hay recetas para construir un Estado”, ha destacado algunos puntos como imprescindibles: la previsibilidad, la garantía de la seguridad jurídica y la firmeza. Pero, para todo ello, ha asegurado necesitar que los catalanes demuestren de nuevo que la voluntad independentista es un anhelo mayoritario en la sociedad y no una cosa nacida en el despacho de un president. Es decir, la vuelta a las urnas y la movilización en la calle, dos elementos que en los últimos años se han confundido en Catalunya.

“Esto no va de un día que alguien apretará un botón y todo cambiará”, ha asegurado, “es un tránsito. Un proceso que hace cada uno en su intimidad”, describía el jefe del Ejecutivo, desplegando una visión de la independencia más cercana a la mística que al derecho internacional.

Pese a eso, posteriormente ha aterrizado su discurso en asuntos que tienen muy poco que ver con el cambio individual y mucho con lo que vote el parlament el próximo 9 de febrero, día en que la Cámara aprobará o rechazará las cuentas de su gobierno para el año 2017. Evitando cuidadosamente ligar los presupuestos al referéndum, como su Govern sí ha hecho durante las semanas pasadas, el president los ha defendido asegurando que son “necesarios”.

En esta prometida última subida del telón, Puigdemont también inaugura su supuesto último año como president. Salida que se quedará pequeña si, como ha vaticinado, se produce un “cambio de era”, que traerá una Catalunya “rotundament libre, más próspera y más justa, democrática y solidaria”. Así se imagina él el acto final de la obra llamada 'Procés', cuyo guión está aún sin escribir. “Sé que son tiempos difíciles para pedir a la ciudadanía confianza en la política”, ha considerado el autor, “pero nuestro compromiso es insobornable”.

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