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Cuando la Historia pasa por las escuelas

Una alumna de la escuela Àngel Baixeras consulta un cuaderno de un antiguo alumno del centro.

Pau Rodríguez

Barcelona —

Encima de los pupitres unas cuantas cajas con pilas de documentos colocados previamente por la maestra. Circulares, fotografías en blanco y negro, cartas al director, recortes de prensa, cuadernos descoloridos... Los niños y niñas se las miran con curiosidad. El estado de conservación de este papeleo es diverso, y las fechas que en algunos casos se observan se remontan hasta casi 100 años atrás. Àlex se pone a repartir guantes entre sus compañeros. Todos se los enfundado entre risas. Comienza la clase de historia en quinto de primaria de la Escuela Àngel Baixeras de Barcelona.

Los alumnos se sumergen entre la documentación que alberga el que fue uno de los primeros centros del Patronato Escolar de Barcelona, creado en 1922, mientras la maestra, Mercè Garcés, se pasea entre las mesas para resaltar los hallazgos. “¡En esta carta pone URGENTE!”, exclama una niña, que zarandea triunfal un sobre amarillento. Lástima, está vacío. Pero un yugo y cinco flechas estampados en el reverso del sobre vuelven a inquietar a esta niña rápidamente.

“¿Alguien sabe qué significa este escudo?”, pregunta Mercè al resto del grupo, mostrando el sobre al resto de alumnos. Ninguna respuesta. “Es el escudo de la Falange Española, que era el partido político que usaba Franco”. ¿Y quién era Franco? Los niños y niñas se lanzan: “¡Un dictador!”, “el que prohibió el catalán”, “que separaba a los niños y niñas en la escuela”, “que expulsó a los maestros que había antes en esta escuela”. No sabrán qué mensaje transportaba el sobre donde ponía URGENTE, pero ahora ya empiezan a saber qué fue la Falange.

Más adelante, otra niña encontrará un recorte de El Noticiero Universal con fecha 11-11-1917, el día que se colocó la primera piedra de esta escuela, por orden del Ayuntamiento, “invirtiendo en él la deja que ordenó Àngel Baixeras”, según consta en el viejo periódico. Ahora ya sabemos que la escuela lleva este nombre porque se construyó con el dinero del señor Baixeras, y sobre todo porque este urbanista fue quien reformó la popular avenida Via Laietana, donde se encuentra ubicado el centro.

Estos son dos ejemplos de cómo construyen conjuntamente la historia en este centro -también en la escuela La Farigola, como veremos más adelante-, en vez de dedicar la hora de clase a repasar el libro de texto. “Así les despertamos la curiosidad por aprender; están más que motivados porque es su escuela, por el factor de proximidad”, explica Mercè, que a la vez destaca que esto también sirve para crear “sentimiento de pertenencia” entre los alumnos de orígenes diversos.

Tanto la escuela Baixeras como La Farigola -del barrio de Vallcarca, también de 1922-, dedican unas horas a la semana con los alumnos más mayores a hacer investigación del propio patrimonio. Ambas forman parte de la Red de Escuelas Históricas, que coordina el ICE de la Universidad Autónoma, un paraguas que les ha servido a las docentes, entre otras cosas, para poner en común su trabajo y asesorarse sobre cómo abordar una tarea de investigación histórica de manera didáctica, o de clasificación de los documentos que han rescatado.

“Es importante trabajar con el método científico: a partir de las fuentes diversas ir construyendo el discurso”, explica Clara Masriera, arqueóloga y una de las coordinadoras de la red. Esta metodología, siempre adaptada a las edades en cuestión, les permite fijarse objetivos y cumplirlos. Como fuentes utilizan principalmente de dos tipos: por un lado, el propio patrimonio de los dos centros -tienen mucha documentación en ambos casos, y en cuanto al Baixeras, además, material escolar antiguo de todo tipo-. Por otro lado, entrevistan a antiguos alumnos y maestros de diferentes épocas -república, franquismo, transición a la democracia-, que ayudan los niños y niñas a solucionar algunos enigmas de su propia escuela y del contexto histórico de cada etapa.

¿Quién era María Baldó?

¿Quién era María Baldó?

La escuela La Farigola, que junto con Baixeras fue el primer edificio levantado por el Patronato Escolar de Barcelona, en 1922, tiene al lado un parque con vistas a toda la ciudad que lleva por nombre Maria Baldó. ¿Quién era María Baldó? ¿Por qué en el parque no consta ninguna referencia? El año pasado, el grupo de sexto de la escuela La Farigola inició una investigación sobre su figura, pero el final de curso se les echó encima y decidieron pasar el relevo al actual curso de sexto.

Ahora mismo, este grupo de alumnos, bajo la docencia de Montse Batallé, maestra de medio, se encuentra en el primer escalón del proceso de investigación, la lluvia de propuestas para escoger cuáles serán los objetos de estudio en los próximos meses. Montse confía en que algunos optarán por seguir con la investigación de sus predecesores sobre Baldó, pero durante la clase las inquietudes de los alumnos son diversas: qué asignaturas se hacían antes, cómo iban vestidos los alumnos o cuál era la distribución de la escuela son algunos de los enigmas que los alumnos de La Farigola también quieren esclarecer.

“El objetivo de este enfoque de la asignatura es que vean que la historia que contiene el libro de tetxo existe porque alguien lo ha tenido que investigar”, explica Montse, segura de que este proceso de descubrimiento les ayudará a ser “personas más criticas”. Como Mercè, Montse también constata cuan “motivador” es que se sientan partícipes de este proceso. “Te van haciendo preguntas, y las que tú ya sabes las respondes con otra pregunta, de manera que sean ellos los que vayan avanzando y construyendo el conocimiento”, expone Montse.

Además, aunque el objetivo de la materia es fundamentalmente pedagógico, en La Farigola consideran que también es importante dar a conocer sus hallazgos. “Probablemente no descubriremos nada que no esté estudiado, pero al menos lo ayudamos a difundir, en este caso en Wikipedia”, apunta Montse, que con sus alumnos va llenando la entrada de la escuela año tras año.

En función de en qué desemboquen las investigaciones de estos meses, Montse se plantea iniciar una entrada en Wikipedia con el nombre de Maria Baldó, una figura de larga y diversa trayectoria cultural, política y docente. Activista feminista -en la vertiente relacionada con la educación de la mujer- y escritora en diversas publicaciones, Baldó dirigió la escuela La Farigola en su primera etapa, para luego ocupar algunos cargos públicos hasta el final de la Guerra Civil. Con la entrada de los nacionales, Baldó tuvo que marchar al exilio -Toulouse-, de donde ya no volvió.

Ahora, desde La Farigola han llegado a un principio de acuerdo con el Ayuntamiento de Barcelona para que permita a sus alumnos, una vez finalizada su investigación, colocar una placa en el parque que lleva su nombre para dar a conocer la su figura.

¿Qué eran las escuelas del Patronato?

¿Qué eran las escuelas del Patronato?

Edificios monumentales, con grandes espacios para circular y juntar niños de varias aulas, y con un “carácter”, según Celia Cañellas, profesora e historiadora, que permitió introducir en la enseñanza elementos tan innovadores entonces como la escolarización por niveles, los grupos de refuerzo, la mayor atención al niño o las enseñanzas artísticas. Corría el año 1922. Cataluña -desde 1914- había alcanzado una cierta autonomía administrativa con la Mancomunidad, pero sin competencias en enseñanza primaria. Aún así, el Ayuntamiento de Barcelona llegó a un acuerdo con el ministerio para conseguir gestionar dos escuelas, cuyos monumentales edificios ya estaban levantados, obra del arquitecto Josep Goday. Eran nada menos que los grupos escolares Àngel Baixeras y La Farigola.

Ese acuerdo, impulsado por el técnico de la comisión de cultura del ayuntamiento Manuel Ainaud, supuso la creación del Patronato Escolar de Barcelona, organismo que en un principio no duró mucho, porque Primo de Rivera lo suspendió poco después de llegar al poder, en septiembre de 1923. La semilla, sin embargo, ya estaba sembrada, según Cañellas. Entre otros aspectos, se había dado forma a uno de los pilares que consiguieron dotar de este talante las escuelas del Patronato: el Ayuntamiento podía seleccionar a los maestros para los centros del Patronato y les pagaba un suplemento, con el objetivo de conseguir los mejores.

Durante la dictadura de Primo de Rivera, algunas asociaciones de padres y madres -Amigos del Baixeras, por ejemplo- asumieron el coste de este plus para los maestros, y con la apertura del régimen -la dictablanda de Dámaso Berenguer-, a partir de 1930, se comenzó a restablecer la gestión municipal, porque había el interés de acabar de perfilar los 11 grupos escolares que estaban en construcción.

Con la llegada de la República, los valores de las escuelas del Patronato, muy innovadores para su época, quedaron imbuidos de los del nuevo régimen, también pioneros. Coeducación, laicismo, el maestro como primer ciudadano, la introducción del catalán como lengua vehicular a través del decreto de bilingüismo -de la mano del ministro Marcel·lí Domingo-, entre otros elementos, marcaron un período en que el Patronato siguió abriendo escuelas -en este caso, adaptando edificios- y gestionándolas.

Y después, la Guerra Civil. Durante el conflicto, el Patronato mantuvo el ritmo de creación de grupos escolares por la vía de las incautaciones de edificios. “Y no morirá hasta el año 1939, que queda abolido”, sentencia Cañellas. Los grupos escolares se convirtieron en escuelas nacionales, y una parte importante de sus directores y maestros fueron apartados de la docencia o alejados de Barcelona a partir de las depuraciones.

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