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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Pedaleando hacia la autonomía femenina

Andrea María Navarrete

Lourdes Cifuentes

La bicicleta fue el primer vehículo al que se subieron las mujeres, ellas solas, sin ser llevadas por hombres, sin necesidad de que las guiaran, que les marcaran el camino hacia el que dirigirse. Sólo ellas, con sus pedaladas, rumbo al mundo, conscientes de su cuerpo, de su potencial pero también de sus limitaciones físicas.

La historia de la relación entre las mujeres y la bicicleta comienza tarde, porque las primeras bicis estaban hechas por y para hombres, poco eficientes y difíciles de manejar. Por ello hay que esperar hasta mediados del siglo XIX para contar el inicio de la historia entre el transporte y el género femenino.

“Para montar en bici había que soltarse los corsés, las faldas con muchas capas”, explica Andrea María Navarrete, docente universitaria, ciclista urbana y cicloviajera y fundadora del colectivo Mujeres Bici-bles.. Es, en ese preciso momento, cuando la autonomía de las mujeres cobra vida y se convierte en algo real porque subirse en la bici ofrecía independencia, es decir, movilidad para salir solas al mundo. Además “las mujeres se apropiaban del territorio” que hasta entonces les había estado vetado.

Hoy, lejos de aquella inglaterra victoriana , la relación de las mujeres con la bicicleta, desde la perspectiva de género, no se ha desarrollado igual en todas partes del mundo. En Latinoamérica, dice Andrea María Navarrete, “no todas accedemos a la bicicletas”. Lo cuenta por propia experiencia: “Toda la vida pedí de regalo una bicicleta y hasta que no me la pude comprar no me pude subir. Nunca fue un regalo en mi casa”. El motivo, que es un objeto de la calle, “que por ser un objeto de la calle no es un regalo para niñas a las que se regala muñecas, cocinas, patines. Eso es lo que sucede en Latinoamérica”.

De ahí nació su amor por las bicicletas de las que, dice, llegó a tener hasta nueve. Lleva años ayudando a mujeres a subirse a la bicicleta, como vehículo de empoderamiento. Aunque a veces sea difícil, tal y como asegura, “sobretodo cuando llegan con traumas”. Por eso cree que subirse, tanto por primera vez como volver a hacerlo tiene algo de terapeútico, tiene que ver con la resiliencia.

Lo que nació de forma recreativa cogió carices reivindicativos, de empoderamiento del género femenino. Mujeres Bici-bles está compuesto por ciclistas urbanas y nació en 2012 por iniciativa de un grupo de mujeres que se propusieron pedalear “solas”, sin amigos, en la ciudad colombiana de Bucaramanga. Pronto otras mujeres quisieron seguir sus pasos. “Ahí empieza la red”. Por eso decidió subirse a su bicicleta y comenzar a pedalerar, a viajar por todo el continente desde Colombia, pasando por Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Norte de Argentina, Paraguay y Brasil. En esa su ruta fue “armando grupos” y se generó la red latinoamericana de mujeres Bici-bles que ahora aterriza en España. De momento y en apenas tres meses de estancia Navarrete ya ha sembrado cuatro grupos repartidos en Murcia, Valencia, Alicante y Granada.

La diferencia entre la relación de las mujeres con la bicicleta en España y Latinoamérica se ve en la calle, a simple vista. “Aquí mujeres y hombres pueden subirse a la bicicleta y está más normalizado”, pero la autonomía no es completa, dice la fundadora de mujeres Bici-bles: “aquí hay carencia mecánica en la bici, las mujeres se suben pero no saben arreglar un pinchazo, no hay verdadera autonomía. Aún queda trabajo porque no se puede hablar de un empoderamiento real”.

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