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Sobre este blog

Blog dedicado a la crítica cinematográfica de películas de hoy y de siempre, de circuitos independientes o comerciales. También elaboramos críticas contrapuestas, homenajes y disecciones de obras emblemáticas del séptimo arte. Bienvenidos al planeta Cinetario.

‘La invitación’, de Karyn Kusama: irreversible y destructivo dolor

Cartel de 'La invitación', de Karyn Kusama

Alicia Avilés Pozo

Las fórmulas mágicas no existen. Las casi mágicas, sí. A lo mejor no son perfectas ni en la mayoría de los casos podemos determinar cuál es el ingrediente estrella. Pero sí que las hay en el séptimo arte. Ocurre casi siempre cuando un buen cineasta sabe hacer malabares con los géneros sin que apenas lo notemos, con una aparente sencillez y con ese revestimiento ‘indie’ que gusta tanto como espanta. La cineasta Karyn Kusama se consagró así en la última edición del Festival de Sitges. 'La invitación' parece una película humilde, presume de bajo presupuesto, pero pone sobre la mesa de invitados un compendio de complejos platos y cubiertos cuidadosamente colocados. Listos para el caos.

La directora neoyorquina, coautora de algunos thrillers cuestionables como 'Jennifer’s Body' pero alabada por Sundance, nos introduce, con un prólogo más que premonitorio, en la inquietante cena que comparte un grupo de amigos en Los Ángeles tras mucho tiempo sin verse. En la misma se reencuentran Will y Eden (la anfitriona), que estuvieron casados y que parecen haber rehecho sus vidas tras haber compartido una dolorosa tragedia en la misma casa donde ahora se celebra la fiesta. Nada más traspasar las puertas nada funciona como debería. Comenzamos a respirar una tensión insana, que emana tanto los autores de la invitación amistosa como de las relaciones de Will con su exmujer, con su nueva pareja y con sus amigos.

¿Qué pasa? Es la pregunta que envuelve toda la película. Y la que nos deja amarrados a la pantalla. El juego de la dirección y del guion se vuelve entonces peligroso. Lo más normal es virar hacia la vía del aburrimiento, de los diálogos circulares, de los estereotipos sobre el dolor y la pérdida mil veces vistos, pero sucede que el magnetismo de esa fiesta, los detalles y el comportamiento errático de los protagonistas nos hacen caer en la trampa. Porque sí, es una trampa. Inteligente y emocionalmente trabajada. Tanto, que es imposible desvelar más pormenores de la historia sin reventarla. Tanto, que desprende un maravilloso guiño a 'El ángel exterminador' de Luis Buñuel y de esa pequeña maravilla de culto llamada 'Coherence'. Tanto, que conjuga el cine de terror, el de suspense y el drama desprendiéndose de etiquetas en cada secuencia.

El poder de 'La invitación' reside en la sugestión emocional. Es un grito interior de tristeza sin muchas palabras pero con un despliegue de miradas y gestos que orbitan alrededor del protagonista. La interpretación de Logan Marshall-Green es muy notable, un contrapeso de otras más irregulares en el grupo de amigos, entre los que destacan curiosamente algunas destacables figuras de la serie 'Juego de Tronos'. Los aspectos más deficientes del filme también tienen que ver una más que previsible catarsis y con algunas secuencias repetitivas. Contribuyen a su juego de asfixia pero rozan el agobio gratuito.

Como sucede siempre en los relatos de intriga, es el final el que determina el resultado. Y la guinda del menú es magistral en 'La invitación'. Nuestro recorrido por la profunda pena de sus protagonistas se queda en un segundo término para introducirnos en una intensidad terrorífica que está más allá de cualquier sentimiento. El último plano de la película es la ruptura definitiva con todo. Es el resultado del último dolor. El colectivo. El irreversible.

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