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Cuando innovar es combatir la exclusión social: comunidad, participación y otras fórmulas

IntermediAcción

Alicia Avilés Pozo

Desde la crisis económica, el riesgo de pobreza y exclusión social se ha incrementado en España de manera preocupante mientras que los niveles de riqueza han vuelto a sus posiciones iniciales. Es decir, hay una desigualdad social que no solo se mantiene, sino que se ha agravado y que se manifiesta en múltiples formas. Mientras que los servicios sociales tratan de recuperar todo lo perdido por los recortes sociales del Gobierno, numerosas entidades, colectivos, fundaciones y ONG trabajan cada día para revertir una situación que en muchas ocasiones se ha ido de las manos. Pero de lo que están convencidos es de que conseguir la inclusión social para por apuntar al contexto e innovar.

En las I Jornadas de Servicios Sociales organizadas por la Federación de Municipios y Provincias de Castilla-La Mancha (FEMP-CLM), uno de los encuentros se ha centrado en algunas de estas acciones sociales innovadoras. La intervención comunitaria y el trabajo en red es una de ellas y así lo han detallado representantes de colectivos que trabajan con la interculturalidad de los barrios y con atención a la diversidad, mediante enfoques grupales.

IntermediAcción ha hecho al público partícipe de una de las experiencias más activas en este sentido. Actualmente trabaja en el barrio del Polígono (Santa María de Benquerencia) de Toledo con esa “estrategia comunitaria”. Básicamente, su trabajo consiste en abordar las consecuencias de la crisis en barrios muy diversos, cuyos ciudadanos ahora disponen de menos recursos públicos, de más desigualdad, de un claro desapego hacia las instituciones y de peores condiciones laborales.

Pero, según ha explicado Fernando Pérez del Olmo, portavoz de este colectivo, este fin se logra mediante el trabajo comunitario: “cuidando los espacios de relación, apostando por estrategias sinérgicas y no finalistas, fomentando la corresponsabilidad para el bien común y promoviendo el relato inclusivo”. Con ello se refiere también al denominado “conocimiento compartido” o lo que es lo mismo, que los habitantes de un barrio puedan ayudarse entre ellos mediante redes de colaboración.

Aunque IntermediAcción lleva años en esta tarea, ha detectado la necesidad de que se produzcan determinadas “transiciones” en el modelo actual de servicios sociales, como pasar de los planes y programas a los pactos locales, de un modelo asistencial a otro más comunitario, apostar por el fomento de la convivencia entre la ciudadanía y reducir la dispersión de recursos.

Es el mismo modelo que ha defendido Loli Hernández, de la Red del Observatorio Internacional de Ciudadanía y Medio Ambiente Sostenible (CIMAS). “El trabajo comunitario es posible si no lo vemos como una carga, sino como una forma diferente de trabajar, que nada tiene que ver con hacerlo detrás de una mesa”, subraya. Se trata una forma de acción social que “apenas se enseña” en la Universidad y que rompe con el modelo actual de intervenir “persona a persona”, algo que ve imposible. Hay que hacerlo “en comunidad y aprovechando todas las redes para potenciar las relaciones sanas y paralizar las nocivas”.

“De la persona a su contexto”

La “participación como estilo de vida” es la tesis defendida por la también escritora y trabajadora social, que anima a transitar “de la persona a su contexto” y pide una profunda transformación de los servicios sociales para dejar de hablar de “inclusión” como una forma de separar a alguien de la sociedad. “Debemos apostar por una construcción social colectiva donde todos podamos vivir mejor, mediante procesos grupales que generen comunidad y con los que trabajar las potencialidades de las personas”, recalca. Aunque también deja claro que este modelo debe usarse en beneficio de la gente y no de la Administración. Es decir, la intervención comunitaria no debe suponer menos recursos públicos.

Al margen del trabajo en comunidad, otros sistemas de inclusión social expuestos en el encuentro han sido los de acompañamiento en la mejora de la empleabilidad. Desde la Fundación Secretariado Gitano, Carlos Ruiz ha detallado la metodología del Programa ACCEDER, que abarca varios objetivos, el más importante el de la inserción laboral de la población gitana. Entre los logros de este proyecto se encuentra el haber roto con el modelo también “asistencialista” que existía en estos casos y en crear itinerarios personalizados para la obtención de un puesto de trabajo.

La metodología de esta iniciativa se basa en una serie de fases que van desde la difusión y captación de las necesidades de la población, hasta la acogida, el diagnóstico de su situación, la posterior orientación laboral, la formación y finamente el seguimiento de la persona en el puesto de trabajo. Lo realiza en conjunción con decenas de empresas colaboradoras –tanto grandes compañías como pequeños comercios-, mientras que en paralelo también apuesta por la igualdad de género y por eliminar los prejuicios y estereotipos.

En la inserción laboral como método de inclusión se ha centrado más concretamente Rafael López, de la Fundación El Sembrador que pertenece al Programa de Empleo de Cáritas en Albacete. Se trata de una iniciativa mediante la que se han creado varias empresas destinadas únicamente a la inserción y en las que también colabora la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y la Federación de Empresarios de la provincia FEDA. Su método consiste en detectar nuevos yacimientos de empleo, sobre todo en medio ambiente, servicios, hostelería y transformación de productos de calidad, prestando especial atención al medio rural.

Actualmente, El Sembrador cuenta, entre otros, con proyectos ya en marcha como el Café Cultural El Búho de Elche de la Sierra, los Viveros El Sembrador de Hellín o el programa Koopera para la recogida, tratamiento y donación de ropa de segunda mano en toda la provincia de Albacete.

Finalmente ha intervenido Jorge Fernández, de la Fundación RAIS, que trabaja en fórmulas de innovación social para personas sin hogar. Entre sus medidas se encuentra ‘Housing First', un modelo que plantea una forma diferente de afrontar el ‘sinhogarismo’: facilitar viviendas accesibles y con carácter permanente a las personas sin hogar que se encuentran en peor situación.

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