Carta de Don Miguel de Cervantes a Pilar Zamora

Muy estimada y apreciada Señora Doña Pilar Zamora:

Tenga a bien vuesa merced, recibir esta misiva de mi puño y letra, dada su condición de candidata a ser futura regidora en ese lugar de la mancha de cuyo nombre siempre quiero acordarme, por ser ahora Villa Real donde primero fundose el Pozo de Don Gil, según merecido otorgamiento por el más sabio de los monarcas de la época.

Entendienda vuesa merced que es mi único y principal objeto, interesarme por la ingrata situación de la que están siendo objeto los dos personajes principales de la más importante y universal de mis novelas, cuales son el Hidalgo Caballero y su Escudero fiel.

Siéntome a la par indignado y sorprendido al conocer que, siendo este como es el año de celebración del cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de mi obra, ándanse preparando, sin ton ni son, todo un sin fin de celebraciones y pantomimas a tal efecto sin criterio en las más de las ocasiones, pues más denotan la evidente intención de quienes gobiernan por acaparar los votos de los habitantes de la villa, que un real y verdadero interés por el propio acontecimiento.

Digo esto, siendo sabedor de que el principal referente cultural en la villa del Valeroso Caballero, el Museo del Quijote, ha permanecido cerrado y sin contenido tiempo, sin que, hasta la fecha en cuestión, esto haya provocado la menor preocupación de quienes ahora venden a bombo y platillo la trascendencia de la narración de sus andanzas.

Más pareciera que, como reza el “refranillo”, solo se acordasen de Santa Bárbara cuando truena“, saturando por doquier a la población con innumerables actos y menciones quijotescas, algunas de ellas, jocosas y jacarandosas en extremo, pues es mi humilde opinión, destacar que no resulta del todo afortunado mancillar la figura del hidalgo en comparsa de carnaval.

Valore bien vuestra merced en su gobierno estos consejos que tengo a bien dedicarle, y no caiga en el error de quienes ahora le preceden:

La cultura no ha de ser flor de un día, sino árbol centenario de sólidas y ancestrales raíces, que requiere de generosos riegos y cuidados permanentes, para dar así los esperados y suculentos frutos que habrán de hacer más libres a quienes de ellos gusten.

La cultura no ha de ser arma arrojadiza en manos de los gobernantes, sino patrimonio universal en manos del pueblo soberano que con ella se enriquece.

La cultura no ha de ser elemento diferenciador de poderosos, sino puente que una la senda de la igualdad entre todos los hombres y mujeres.