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El verano dispara el número de abandonos de animales

FOTO: Las Noticias de Cuenca

Las Noticias de Cuenca / Mónica Jiménez

Cuando los voluntarios de 'Cuencanimal' vieron a Dylan, pensaban que estaba muerto. Tras recibir un aviso fueron a recogerlo y lo encontraron sobre un charco, “extremadamente delgado, apenas tenía pelo, en muy malas condiciones”, recuerda Purificación García, vicepresidenta de la protectora, quien agrega que la compañera que fue a rescatarlo “pensó que no se había llegado a tiempo”. Sin embargo, unos meses después, en la actualidad, es un perro “precioso, juguetón, está genial”.

Dylan es solo un ejemplo, “pero hay muchos, un montón de casos y cada vez peores, que llaman más la atención y son muy llamativos”, asegura. En concreto, según el Estudio de Abandono y Adopción 2016 de la Fundación Affinity, en 2015 en España fueron recogidos por las sociedades protectoras más de 137.000 perros y gatos, un dato “preocupante y que constata que el abandono sigue siendo un problema estructural que precisa una mayor intervención y cooperación de todos los agentes implicados”.

No obstante, desde 2008 se observa un descenso, aunque moderado, de esa cifra, evolución que confirma Purificación a partir de su experiencia en Cuencanimal, activa desde 1998. Desde entonces, admite, las adopciones son “un poco mejores”, ya que los propietarios cada vez están más concienciados a la hora de adoptar a una mascota, aunque, con el paso de los años, los patrones se repiten y la época estival continúa siendo “temporada alta” también en cuestión de abandono, al igual que la finalización de la temporada de caza, momento en que el contacto de la protectora incluso queda bloqueado por la cantidad de peticiones de recogida.

En sus instalaciones residen 102 perros, límite que no quieren superar para no hacinarlos y poder ofrecerles unas condiciones mínimas de espacio y atención, de modo que, a partir de ese número, se añaden a una lista de espera, que actualmente se sitúa en 50 ejemplares.

En cuanto al protocolo, lo primero que hacen cuando reciben un animal de compañía es hacerle un chequeo, vacunarlo, esterilizarlo, colocarle un chip y, una vez que pasa un tiempo prudencial, lo fotografían y difunden sus datos para encontrarle una familia adoptiva, información que comparten con la protectora francesa Galgos France, con quien trabajan y que, según Purificación García, pasa por ser “la mejor protectora extranjera, ya que hace un seguimiento de por vida” a unos animales “que han sufrido mucho”.

Una vez adoptados, el destino preferente suele ser Francia y el resto de Europa, “España menos”, constata, para indicar que los conquenses también adoptan, “pero todavía se siguen viendo muchos perros de raza comprados que luego acaban aquí, todos los perros de raza que te puedas imaginar”, desde yorkshires a mastines, pastores alemanes, galgos o mestizos. Mientras esperan una nueva vida, en Cuencanimal forman “una gran familia”. Por la mañana, cuando las cuidadoras llegan, abren los patios y les dejan libres para que vayan a jugar.

“A la hora de la comida ellos ya saben que se van a encontrar en su box pienso y agua fresca y van entrando”, afirma, puesto que son “muy inteligentes y muy listos” y enseguida se adaptan a las costumbres de la protectora, aunque para ello sea necesario inculcarles rutinas de alimentación o de paseo. Eso sí, “aunque están genial, mejor que en la calle o muertos, no tienen familia”, resalta.

En relación a las motivaciones que llevan a su propia familia a abandonar a su mascota, “hay muchísimas, desde que ya no vale para la caza, a que se cambian de piso, se han separado, tienen un bebé o alergia”. En definitiva, “porque son caprichos, no adopciones responsables” y, a la hora de adquirir una mascota, sus dueños “no piensan que debe ser para toda la vida”.

Para proporcionarle todo el calor que les han negado en su propio hogar, la veintena de voluntarios de Cuencanimal se vuelca en cada caso que llega a la protectora, un proyecto que “agota, cansa, pero luego compensa”. “Es imposible dedicarnos a más”, confirma Purificación, quien subraya que siempre se necesitan más voluntarios, socios o adoptantes y que hay muchas formas de colaborar y, una vez dentro, “es difícil salir porque te engancha y bajas cansado, pero feliz”, confiesa.

Mención aparte merece el proyecto de casas de acogida, a las que se trasladan las mascotas que llegan “en muy mal estado y que no pueden estar en las instalaciones”, casos extremos ante los que se solicita un hogar provisional biene a través de la web de Cuencanimal o entre su red de contactos para que alguien se haga cargo del animal durante su recuperación y le procure el calor de hogar necesario para ello, mientras la protectora corre con los gastos de comida y atención veterinaria.

El dinero para sufragar todos estos servicios sale de donaciones particulares, de rifas o de la venta de lotería de Navidad y un euro “se estira al máximo, tanto que, a veces, casi que llega”. No cuentan con ningún apoyo económico, “gracias a Dios”, dice, consciente de que, en caso contrario, con la llegada de la crisis hubiesen tenido que cerrar.

Una situación que se repite en la protectora Ámalos, de Motilla del Palancar, cuyos dos cuidadores atienden a 83 perros y 6 gatos que han llegado desde Campillo, Tébar, Pozoseco o Castillejo, sobre todo de su área de servicio o víctimas de atropellos, según cuenta la presidenta, Marta García. Una vez en sus instalaciones reciben las mismas atenciones que en el resto de protectoras y, una vez se “hacen” a ellos y comprueban que nadie les reclama, llega el momento de intentar buscarles familia. “Los queremos mucho, intentamos que no les falte de nada, pero hay muchas cosas de las que carecen”, explica, como juegos o paseos.

Antes de acoger a su animal de compañía, intentan hacer ver al propietario que una protectora “no es el paraíso” y en ocasiones se les ofrece la ayuda de un etólogo, especializado en la modificación de conductas, otra de las causas más aducidas detrás de muchos abandonos, que ambas consideran “cruel y descabellado” porque son “un miembro más de la familia”. Por esta razón, no dudan en pedir a quien esté pensando en ello, que lo descarten y que pidan ayuda “porque ellos no tienen la culpa”.

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