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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Bellas y Bestias

Patricia Orejudo

Un tren recorre México hacia el norte, desde su frontera sur. Es un tren de mercancías, pero transporta también cientos de miles de personas cada año. Las mercancías viajan en las mejores condiciones, tienen un valor. Las mujeres y las niñas, los niños y los hombres tienen que subir en plena marcha, trepar y aferrarse a lo que puedan: una barandilla, una escalera, cualquier cosa, hasta encontrar un hueco entre vagones o ganar el techo. Recorren, así, miles de kilómetros, durante semanas o meses, saltando de un tren a otro. Porque este tren fueron varios trenes, que no compartían más que vías y destino. Ahora forman parte de una monstruosa criatura: La Bestia.

La Bestia no es solo un medio de transporte. Es la encarnación de una violencia extrema: extorsión, mutilaciones, muerte. Mujeres y niñas que se inyectan anticonceptivos antes de partir, porque saben del riesgo de ser brutalmente violadas, de caer en redes de trata. La Bestia es esa violencia indigesta, originada en un mundo atroz que, para no saber, se mantiene a prudencial distancia.

La Bestia cruza el municipio de Amatlán de los Reyes, en el Estado de Veracruz. Allí hay un pueblecito llamado La Patrona. Las familias que lo habitan llevan tiempo viendo pasar, entre los campos de caña que cultivan, esos trenes cargados de personas. Tiempo observando, sin conocer el origen ni comprender los motivos. Al principio pensaron que eran aventureros con ganas de conocer otros mundos. Aventureros que así, posados sobre los vagones, recordaban a moscas. Antes de ser la Bestia, fue el Tren de las Moscas.

Cuenta Norma Romero, una de las campesinas de La Patrona, que un día las moscas le hablaron. Volvía a casa con el pan y la leche que Leonila, su madre, le había mandado comprar en el abarrote del otro lado de las vías. Regresó con las manos vacías. Desde el tren, ojos desesperados y bocas suplicaban comida. Ella les dio lo que llevaba.

De eso hace más de veinte años y, desde entonces, cada día, Norma y Leonila, y Carla y Julia, y María Karina y Bernarda y Lorena y Guadalupe cocinan arroz, frijoles y tortillas. Esperan luego el paso de la Bestia para lanzar a los polizones botellas de agua y bolsas con comida.

Y así fue al principio: simplemente, la alegría de dar, la generosidad de mujeres humildes que habían reconocido al otro como hermano. Desde ese momento, no hubo retorno. El colectivo espontáneo no se arredró frente a las críticas de sus hombres, ni ante las amenazas de las autoridades con encerrarlas por colaborar con la inmigración ilegal -la solidaridad, es sabido, genera desconfianza-. Y estas hermosas mujeres fueron rebautizadas, en honor a su pueblito, como las Patronas de México.

Las Patronas comenzaron a saber, a conocer. Se organizaron para llegar a más hermanos. Ampliaron sus acciones. Comenzaron a acompañar, a atender, a asesorar… Paso a paso hasta el ineludible visibilizar, cuestionar, denunciar la anestesia del primer mundo frente al sufrimiento de millones de personas a las que se niega su condición de tales en función de su origen.

Hay una Bestia en México, pero no es la única. La Bestia espera en cada frontera, en ese no-lugar que usted y yo cruzamos, felices por llevar un nuevo sello en nuestro pasaporte. La Bestia atraviesa, desgarrando, las vidas que cayeron del lado sur. Y la Bestia habita también en el origen de las personas obligadas a partir, y no las abandonará aunque, con suerte, logren llegar a su destino. Lo narra la excelente, sobrecogedora, La Jaula de Oro.

Para internacionalizar la lucha contra las fronteras, para continuar tejiendo redes y seguir sensibilizando sobre la realidad de las personas migrantes, las Patronas van recorriendo el mundo. En Madrid estuvieron el pasado verano. Tuve la fortuna de acompañarlas en la proyección de un corto, en el cine de verano del Patio Maravillas. Decían estas asombrosas mujeres que no son políticas, quizá porque creen que la política se ha convertido en algo demasiado sucio, que parece contaminar todo lo que toca. Pero su ejemplar labor constituye una hermosa rehabilitación de la política en su sentido original: el quehacer orientado al bien común.

Las Patronas de México han sido nominadas al Premio Princesa de Asturias para la Concordia 2015. Si cualquier premio cobra prestigio en función de quienes lo ganan, esta reciente nominación podría constituir el último (aunque involuntario) regalo de estas mujeres, tan bellas.

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