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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Libertad de prensa y activistas de la información

Wolfgang Kaleck

(Aclaración del traductor: Como reacción a las investigaciones contra el blog Netzpolitik.org, desde hace un par de semanas se ha suscitado en Alemania un debate intenso sobre el alcance de la protección de la libertad de prensa, también en relación a las publicaciones de supuestos secretos de Estado. El citado blog había publicado documentos confidenciales del servicio secreto interior de Alemania que trataban de una planeada vigilancia de internet. La Fiscalía general federal ha iniciado investigaciones contra dos periodistas de Netzpolitik.org y sus fuentes por supuesta alta traición).

Dentro de la causa netzpolitik.org se trata de más que del – indudablemente grave – proceso penal contra dos periodistas. El debate también trata de la relación entre la prensa y el estado represivo. Durante la semana pasada varios medios prestigiosos se han expresado de manera solidaria y agradablemente clara. Esto es de suma importancia, porque netzpolitik.org representa una nueva forma de periodismo, la cual de ninguna manera es reconocida o tutelada en todos los países, sobre todo cuando se trata de responder si para ellos también cuenta la libertad de prensa.

WikiLeaks, Julian Assange y otros medios y profesionales similares, que no trabajan bajo el techo de las corporaciones mediáticas tradicionales, son quienes en este momento más sienten esta represión, pues no se les reconoce protección constitucional alguna para aquella parte de su trabajo que claramente muestra relación con el trabajo periodístico.

Los enemigos de esta nueva forma de intervención pública argumentan que los escritores y escritoras, blogueros y blogueras, publicadores en twitter y columnistas aficionados no son periodistas profesionales e independientes, sino que, en el fondo, no son más que activistas, lo cual, para empezar, es una objeción débil, dado que los activistas pueden actuar con diferentes roles. Si organizan, por ejemplo, una manifestación, podría ser diferente la calificación legal de su trabajo, en este caso no periodístico. Pero existirán casos en los cuales será difícil separar las actividades periodísticas de las que no lo son.

Los argumentos que se dirigen contra ellos pueden estar justificados en el esfuerzo de muchos periodistas profesionales por cumplir con unos exigentes estándares de calidad y de ética, requisitos que no siempre se dan en los medios informales. Pero en algunos casos, esta objeción surge por la arrogancia y por el miedo ante la propia perdida de relevancia. Profesionalidad, según dicen, equivale al empleo fijo en un órgano de medios clásico. Pero eso de ninguna manera garantiza artículos de alta calidad, y ello por no hablar de la independencia, que en buena parte de los grandes medios brilla por su ausencia. Desde hace mucho tiempo, las secciones de viajes y automóviles, en una parte indispensable, no son más que anuncios, burda publicidad enmascarada. Muchos periodistas de ciencias, de economía e incluso de política reportan de manera embedded, esto es, incorporados, envueltos en los nidos del poder, cerca de los centros políticos y económicos, como meras correas de transmisión de sus directrices.

Estas disyuntivas acerca de cuál debe ser el estatuto del periodista profesional también se muestran en una polémica protagonizada por Glenn Greenwald, en la cual dice que “todos los verdaderos periodistas son activistas”, un punto de vista que no necesariamente hay que compartir. Pero cuando advierte que la supuesta objetividad de tantos periodistas y medios deja al lector en incertidumbre sobre el punto de vista de dichos medios, y con ello le quita la posibilidad de ver con un ojo crítico las informaciones, debo darle la razón.

Además, en esta situación, los nuevos estilos de información “más activistas” resultan ser un correctivo importante que puede contribuir a mantener un panorama de medios independientes. Ahora depende de las autoridades y de los tribunales de Alemania que propicien este desarrollo en el sentido de que reconozcan que los nuevos medios y las nuevas formas de comunicación también gozan de la protección de la Constitución.

¿Y las investigaciones sobre netzpolitik? Con el fiscal federal general Range ya se tiene a un chivo expiatorio, y no sin justificación. Y es que, según las informaciones disponibles, el proceso se habría iniciado en mayo; hubiese sido lo correcto, conseguir lo más rápido posible un dictamen respecto a si los documentos incriminados son realmente secretos de Estado. Y la intención de perjudicar a la República Federal por parte de los blogueros, necesaria para las inculpaciones, no es reconocible. La protección de la libertad de prensa tuvo de todos modos que haber llevado a una suspensión del proceso en un estado temprano del mismo.

¿Por qué no vino el anuncio del ministro federal de Justicia, que es quien tiene el poder directivo? Y ¿quién quiere confiarle la protección de la constitución a un presidente de la Oficina Federal para la Protección Constitucional que no tiene escrúpulos en atacar a pequeños medios con el derecho penal con tal de tener bajo control a informantes de la propia casa? Y además: ¿El Parlamento no debería haberse encargado ya de limitar legalmente este derecho de defensa de la nación frente a los traidores que proviene de una tradición autoritaria?

Postscriptum:

Hace dos martes fue cesado anticipadamente el fiscal general federal Harald Range por parte del ministro federal de Justicia Heiko Maas, después de que Range alegara públicamente que el ministerio de Justicia realizó una “intromisión insoportable en la independencia de la justicia”. Maas había ordenado al fiscal general federal de detener inmediatamente un dictamen, según el cual se trataba de secretos de Estado en los documentos publicados por netzpolitik.org.

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