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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Una pequeña victoria dentro de la gran derrota

Wolfgang Kaleck

Estos días me resulta difícil soportar las noticias de la televisión. La guerra que se ha cernido sobre Ucrania, el avance sangriento del Estado Islámico en Siria e Iraq y la destrucción de Gaza me dejan sin palabras, pues actualmente es poco realista pensar en una solución razonable para estos conflictos. Por eso es tan reconfortante escuchar una buena noticia que me llega de Argentina: mi amiga Cristina me cuenta que estaba haciendo cola en una tienda de Buenos Aires cuando se lo contó su hija y sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría. Es una noticia que nos afecta a todos, a gran parte de la sociedad argentina y a nosotros, que participamos en el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura militar argentina. El nieto de Estela de Carlotto, Guido Montoya Carlotto, de 36 años de edad, ha aparecido después de más de tres décadas de búsqueda.

Durante la dictadura que ostentó el poder entre 1976 y 1983, los militares argentinos no sólo provocaron la desaparición de más de 30.000 personas (opositores reales y presuntos), a las que torturaron y asesinaron, sino que también se apropiaron de aproximadamente 500 hijos de sus víctimas. Entre sus detenidos había muchas mujeres embarazadas, pero su estado no las protegió de torturas como las infames descargas eléctricas. Los criminales dejaban que las mujeres diesen a luz, casi siempre atadas de manos y pies, en los paritorios de los campos de tortura y, a continuación, las asesinaban. Como es bien sabido, los hijos se entregaban a familias de militares o a personas cercanas a ellos.

Del mismo modo que las Madres de Plaza de Mayo se manifiestan desde los años ochenta para conseguir verdad y justicia sobre la desaparición de sus hijos, las Abuelas de Plaza de Mayo intentan averiguar el destino de sus nietos desaparecidos. Los rudimentarios informes de los primeros años se han convertido en extensos expedientes y bases de datos con fotografías y material genético, y desde 1989 existe un banco de datos genéticos completo. También gracias a la presión de las Abuelas de Plaza de Mayo se inició el proceso contra los militares por el secuestro organizado de niños.

Ignacio es en realidad Guido

Se animó a todos aquellos nacidos durante los años de la dictadura, hoy ya adultos, a contrastar sus genes con el banco de datos si sospechaban que sus padres no eran los biológicos. De esta forma fue como se «recuperó» (así es como llaman las Abuelas al proceso de hallazgo e identificación) a Guido Carlotto, el nieto número 114. Los militares no sólo querían eliminar físicamente a sus adversarios, sino también apagar su recuerdo, y sus ideas progresistas y de izquierdas, incluso en la siguiente generación.

Por este motivo, para el movimiento en defensa de los derechos humanos, el esclarecimiento del destino de los desaparecidos y asesinados y la reconstrucción de sus identidades es un acto político, como lo es la búsqueda de los nietos. Cada uno de los nietos recuperados es una pequeña victoria dentro de la gran derrota. La abuela de Guido no es precisamente una desconocida: Estela de Carlotto, la carismática grande dame de los derechos humanos, que con su cabello blanco dirige a las Abuelas desde hace décadas, ha sido propuesta en varias ocasiones para el premio Nobel de la Paz, aunque en los últimos años se la ha criticado por su cercanía política a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

En la primera conferencia de prensa, como no podía ser de otro modo debido a que la reunificación familiar se había convertido en el centro de atención de todas las miradas, Estela de Carlotto explicó el peso que supone ser nieto cuando calificó a Guido como «nuestro nieto, mi nieto, el nieto de todos». Guido, profesor de música de provincias, con chaqueta de cuero y encanecido antes de tiempo, estaba encantado, aunque visiblemente nervioso y emocionado, cuando tuvo que responder ante las cámaras a las múltiples preguntas de los periodistas sobre su persona, su vida y sus sentimientos. Insistió en que él seguía sintiéndose Ignacio y quiere que le sigan llamando así, aunque se había acostumbrado ya a su nuevo antiguo nombre.

(En relación con lo anterior, Analía Argento narra el destino de muchos otros nietos en De vuelta a casa, un relato muy personal publicado en 2008).

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