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La nobel Alexiévich lleva a Estocolmo a “las voces humanas solitarias”

La nobel Alexiévich lleva a Estocolmo a "las voces humanas solitarias"

EFE

Estocolmo —

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La Premio Nobel de Literatura 2015, Svetlana Alexiévich, dio hoy protagonismo en su discurso de aceptación del galardón que recibirá el jueves, a las “voces humanas solitarias”, a la que ha escuchado durante 40 años para contar a través de la vida cotidiana la Historia con mayúsculas.

La periodista y escritora, merecedora del galardón por su obra “polifónica, un homenaje al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo”, según la Academia sueca, se definió como “un oído humano”, que durante cuarenta años ha escuchado miles de pequeñas historias, que le han provocado tanto “admiración” como “repulsión”.

En un discurso de 40 minutos leído en ruso, Alexiévich, de 67 años, no subió sola a la tribuna sino que estuvo rodeada de “cientos de voces” que están con ella desde su infancia, y así empezó a relatar algunas de las historias que le han contado.

Habló sobre las mujeres rusas en la Segunda Guerra Mundial, los descarnados relatos de las víctimas de la explosión nuclear de Chernobil o las vivencias en la guerra de Afganistán, temas centrales de algunos de sus libros, con los que ha creado un nuevo género literario que supera el formato del periodismo.

Y es que, para mostrar la verdad cuando se escribe de momentos terribles de la historia, se necesita “una literatura que vaya más allá de la literatura. Es el testigo quien debe hablar”, dijo la nobel, a quien le interesa “la vida cotidiana del alma, esa que la gran Historia no suele tener en cuenta”.

Con un lenguaje sincero y directo, supo sobrecoger a la audiencia con pasajes de su lectura, plagada de testimonios como los recogidos en “La guerra no tiene rostro de mujer”, sobre la que el censor soviético le dijo: “Después de su libro nadie querrá ir a la guerra. Su guerra el terrible. ¿Por qué no hay héroes?”

Nacida en la antigua Unión Soviética, Alexiévich habló del comunismo. “La gente quiso instaurar el reino de los cielos en la Tierra. ¡El paraíso. La ciudad del sol!. Y al final, solo quedó un océano de sangre y millones de vidas arruinadas por nada”.

Hace veinte años que el “imperio rojo” desapareció pero el “hombre rojo” sigue todavía existiendo, dijo la autora de “La guerra no tiene rostro de mujer”, “Los ataúdes de zinc” o “La súplica”.

La escritora reconoció que antes de la guerra de Afganistán, creía en el socialismo de rostro humano, pero tras vivir aquel conflicto regresó “libre” de todas sus “ilusiones”, como “otras muchas personas”.

Alexiévich escribe sobre temas trágicos porque es así como viven los que conocieron lo antiguos regímenes comunistas. “El 'hombre rojo' está por todas partes y vive de esos recuerdos”.

Un hombre que tras la caída del comunismo y el accidente de Chernobil, se dio cuenta de que había “un mundo sin espías, sin enemigos del pueblo”, cuando “la Atlántida socialista fue tragada por las aguas”, “se encontró frente a cientos de preguntas y estaba solo. Nunca estuvo tan solo como en esos primeros días de libertad”.

La escritora indicó que tras la “caída del imperio” ese mundo ahora se divide entre “eslavófilos y occidentalistas”, entre “los que pueden comprar y los que no pueden”.

Finalmente el “hombre rojo”, cuya historia no está segura de que haya terminado, no ha sido capaz “de acceder a ese reino de libertad con el que soñaba en su cocina. Se han repartido Rusia sin él, se ha quedado con las manos vacías. Humillado y robado. Agresivo y peligroso”.

Ante un auditorio lleno, criticó que Rusia haya vuelto a “los tiempos de la fuerza”. “los rusos hacen la guerra a los ucranianos. A sus hermanos. Mi padre es bielorruso y mi madre ucraniana. Hay muchos en esta misma situación. Los aviones rusos están bombardeando Siria...”.

Así, “el tiempo de la esperanza ha sido reemplazado por el tiempo del miedo. El tiempo ha dado marcha atrás....vivimos en una época de segunda mano”.

Sobre este hecho, Alexiévich dijo: “dejamos pasar la oportunidad que tuvimos en los años noventa. En respuesta a la pregunta: ¿Qué debemos ser, un país fuerte o bien un país digno donde se pueda tener una buena vida? Elegimos la primera opción: un país fuerte. Así hemos vuelto a los tiempos de la fuerza”.

La periodista resaltó que tiene tres hogares: “Mi tierra bielorrusa, la patria de mi padre donde he vivido toda mi vida, Ucrania, la patria de mi madre donde nací, y la gran cultura rusa sin la que no me puedo imaginar. Las tres me son muy queridas”.

“Pero en estos días, es difícil hablar de amor”, reconoció.

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