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Arturo Barea regresa al Lavapiés que inmortalizó en “La Forja de un rebelde”

Barea regresa al Lavapiés que inmortalizó en "La Forja de un rebelde"

EFE

Madrid —

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Arturo Barea (1897-1957) regresa a Lavapiés, que le dedica una plaza cuya inauguración, el 4 de marzo, será un “acto festivo” con presencia de hispanistas como Ian Gibson o William Chislett o escritores como Elvira Lindo, que explican la importancia del autor de “La forja de un rebelde”.

Hasta ahora, Madrid no distinguía de ninguna manera a quien fue uno de sus cronistas, no conocido “muy masivamente” pero “muy admirado” por quienes le han leído, explica a Efe el concejal presidente de distrito Centro, Jorge García Castaño, que dice de Barea que es “un escritor injustamente olvidado”.

Natural de Badajoz, Barea creció en Madrid, en Lavapiés, barrio castizo que retrata en “La forja”, primer tomo de su “obra maestra”. Vivió y relató (a través de la radio y bajo seudónimo) la Guerra Civil en la capital española.

Murió exiliado en Reino Unido, país al que llegó junto a su mujer y traductora, Isla Kulcsar en 1938. Allí escribió su trilogía (1941-1944), publicada primero en inglés y después en castellano, pero en Argentina (1951). España tuvo que esperar a la transición democrática para ver editada su obra, lo hizo Turner, en 1977.

Tuvo un éxito “relativo” pues la gente ya había comprado la obra de manera clandestina, explica a Efe José Esteban, que la editó tras haberla vendido “de extranjis” como librero.

“Barea no ha sido debidamente recordado en España”, asegura el hispanista William Chislett, “fascinado” por un autor cuya lápida en Faringdon restauró junto a otros admiradores con “23 euros por barba”.

También le cree “desconocido” Elvira Lindo. La escritora explica que el callejero “no se acuerda demasiado de sus escritores” y en el caso de Barea se suma su pertenencia a “los vencidos”. “Nunca es tarde”, añade, y pide reconocer su memoria acercando su obra a lectores jóvenes.

“Después de leer el primer tomo uno ve Lavapiés con otros ojos”, asegura a Efe Ian Gibson, que espera que la plaza sea “un incentivo” para que más gente lea la “apasionante trilogía” formada por “La forja”, “La ruta” y “La llama” e imagina para este espacio, donde Barea acudía como alumno a las Escuelas Pías, hoy sede de la UNED, un busto o estatua del autor.

Para el hispanista, “La forja de un rebelde”, que Mario Camus llevó a televisión en 1990 en una de las series más costosas de RTVE, es “uno de los testimonios más conmovedores de la Guerra Civil”, y ve “incomparable” la descripción de la defensa de Madrid.

Del Lavapiés de Barea, donde se describen las “redes de solidaridad” como “elemento indispensable para la supervivencia de sus habitantes”, queda, a juicio de Chislett, precisamente esa “esencia solidaria”, “su carácter de lucha y defensa del barrio y la vecindad”.

En lo urbano, se mantienen muchas calles, comenzando por su plaza, hasta ahora sin nombre y algunos rincones que “apenas han cambiado”, también restos de arquitecturas. Salir a la calle y ver qué queda del barrio es para Gibson un ejercicio “fascinante” y “didáctico” que también recomienda Lindo y que quienes deseen pueden recorrer con la guía de colectivos como La Liminal.

Un acto “coral”, “festivo” y “muy de barrio” en el que intervendrá “mucha gente”, honrará a Barea el 4 de marzo, para romper con un olvido que no es “atípico” y tanto Gibson como Chislett citan a Manuel Chaves Nogales, autor de “A sangre y fuego” como otro escritor no recordado.

A juicio de García Castaño, esta circunstancia obedece a que en Madrid y en España sigue muy presente “la historia oficial de cuarenta años de franquismo”.

El edil de Ahora Madrid, en cuyo distrito se homenajeará a Barea y a Gloria Fuertes, pide “reflexionar” más allá de la ley de memoria histórica sobre un callejero donde casi todos son “hombres y militares” y faltan otras profesiones, mujeres o más épocas históricas. Como ejemplo alude a Antonio Palacios, el “Gaudí madrileño”, que no tiene ninguna calle.

“Es fundamental conocer nuestra historia para construir nuestra identidad como ciudad y sin duda la figura de Arturo Barea es una pieza fundamental que nos ayuda a profundizar en quiénes somos”, concluye Chislett, sobre este autor forjado en Lavapiés.

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