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Barcelona tiene todavía que acabar de entender a Dalí, según un especialista

Barcelona tiene todavía que acabar de entender a Dalí, según un especialista

EFE

Barcelona —

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El historiador y crítico de arte Ricard Mas, que acaba de publicar el primer libro que analiza la relación de Dalí con la capital catalana, ha asegurado que “Barcelona tiene todavía que acabar de entender a Dalí”.

Editado por el Ayuntamiento de Barcelona, “Dalí y Barcelona” es el resultado de dos años de investigación en archivos y hemerotecas y de entrevistas con unos cincuenta testimonios significativos de las actividades de Dalí en la ciudad.

Mas confiesa que “los diarios y revistas de la época son una gran fuente de información, como si fuera un yacimiento arqueológico, pero curiosamente Dalí no salía en la sección de Cultura, sino en los ecos de sociedad, porque es un fenómeno, un creador, un pensador que todavía en Barcelona tenemos que acabar de entender”.

Según el autor, la relación del pintor ampurdanés con la ciudad condal abarca un período de más de ochenta años: desde sus primeras visitas al Park Güell, con cuatro o cinco años, hasta su última estancia en la clínica Quirón, en diciembre de 1988, casi dos meses antes de su muerte.

En la primera mitad del libro, más analítica y sintética, Mas revisa la obra artística daliniana a partir de sus exposiciones, conferencias, orígenes familiares, relaciones con Lorca, su actitud hacia la obra modernista y, especialmente, de Antoni Gaudí.

La segunda parte del volumen, más vivencial, despliega un conjunto de experiencias y relaciones con diversos sectores de la sociedad barcelonesa: el mundo del espectáculo, el escosistema del arte, el comercio y la restauración, la sanidad y el microcosmos del hotel Ritz.

Entre la cincuentena de personalidades que el autor ha entrevistado figuran el estilista Lluís Llongueras, la cantante Maruja Garrido, el chófer Blai Matons, el mentalista Uri Geller, el piloto de helicópteros Josep Soler-Roig, la madame Señora Rius, el escultor Xavier Corberó, la hijas del pintor Isidor Beà, el editor Eduard Fornés, el restaurador José Monje o el anticuario Artur Ramon, así como sus parientes Felip Domènech, Eulàlia Bas Dalí, Maria Teresa y Fèlix Serraclara.

Al libro le faltarían aspectos como los cuadros “Maniquí de Barcelona” o “La esfinge de Barcelona”, o un capítulo sobre Dalí y la prensa de Barcelona, que es un tema del que se podría hacer incluso una tesis doctoral, sostiene Mas.

Tampoco ha podido confirmar a través de testimonios la posible invitación que Dalí hizo a los Beatles en el restaurante Reno, en una comida en la que les regaló a cada uno un consolador.

Sí ha podido constatar las malas relaciones de Dalí con Jordi Pujol, quien curiosamente le otorgó la primera Medalla de Oro, pero “eso no impidió que en uno de sus encuentros el pintor se tirara un sonoro pedo ante Pujol”.

La gran pregunta, admite Mas, es por qué no hay una calle, una plaza, una estación o un aeropuerto con el nombre de Dalí: “Aquí se debería hablar de sus simpatías u oportunismo con el régimen de Franco, en medio de una intelectualidad mayoritariamente de izquierdas, pero Dalí es en realidad un conservador libertario, o, como él mismo dice, un anárquico monárquico”.

El factor más determinante por el que a Dalí se le haya negado el pan y la sal, incluso después de muerto, fueron “las declaraciones que hizo en septiembre de 1975 a un periodista de France Press a propósito de los últimos cinco fusilamientos del franquismo, en las que dijo que ”aún deberían ejecutar a más gente“.

Aquellas desafortunadas palabras, que “le persiguieron el resto de su vida”, provocaron, recuerda Mas, que el libro “Todo Dalí en un rostro”, de Luis Romero, que iba a publicar Polígrafa, al final fuera editado por Blume, y “la presión intelectual contra Dalí fue liderada por Antoni Tàpies”.

Acaba el libro con un “epílogo macabro”: “recién fallecido, el Ayuntamiento de Barcelona se afanó en entregar a Dalí la Medalla de Oro de la Ciudad antes de que fuera enterrado, con un Pasqual Maragall imponiendo con prisas en Torre Galatea la medalla al cadáver”.

Este último episodio ilustra, según Mas, que “el balance de la relación de Dalí con Barcelona es, de momento, negativo”.

Además de las escasas obras de Dalí que hay en el MNAC, “Barcelona no obró como Madrid, donde el alcalde Tierno Galván se entendió bien con el pintor y se le dedicó una plaza y un monumento sólo tres años después de su muerte, mientras que aquí el alcalde Narcís Serra no materializó una propuesta de monumento ante la catedral”.

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