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Bayreuth en formato vía crucis, entre amenazas globales y neurosis religiosas

Bayreuth en formato vía crucis, entre amenazas globales y neurosis religiosas

EFE

Bayreuth (Alemania) —

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El Festival Richard Wagner de Bayreuth adoptó en la presente temporada aires de via crucis, con el estreno de un “Parsifal” envuelto en neurosis religiosas y marcado por el miedo a atentados terroristas extendido por toda Baviera.

Un Anfortas crucificado -el británico Ryan McKinny- y el desfile de wagnerianos de todo el mundo subiendo a pie por la Verde Colina -el dispositivo de seguridad impedía el acceso en coche hasta la puerta del teatro- fueron las imágenes de la apertura, el lunes, en lo escénico y lo más mundano.

El “Parsifal” concebido por Uwe Eric Laufenberg, con Harmut Haenchen a la batuta, no era pieza fácil y tenía perfil de solución de urgencia después de que quedaran apeados de la producción los nombres de Jonathan Meese, como director escénico, y de Andris Nelsons, como maestro.

Era el único estreno de la temporada en Bayreuth, que repone a partir de hoy el “Anillo del Nibelungo” de Frank Castorf y luego el “Tristan” De Katharina Wagner, biznieta del compositor y directora del festival.

McKinny estableció su particular duelo de voces con Klaus Florian Vogt -Parsifal-, con una representación de Anfortas perseguido por crucifijos, aunque el vencedor de la noche fue un tercero, Georg Zeppenfeld -Gurnemanz-.

Laufenberg situó la ópera de Wagner en algún lugar de la frontera entre Irak, Siria y Turquía, entre soldados armados hasta los dientes como los que patrullan por Oriente Medio y refugiados como los que huyen de la guerra hacia Europa.

El mensaje que parece querer dar el director escénico a su “Parsifal” es el de la humanidad como única redención posible frente a las religiones confrontadas.

La redención es el eje de esa ópera, la última que compuso Wagner, estrenada en ese mismo teatro en 1882 con el deseo expreso por parte del compositor de que solo se representara ahí.

El baño de sangre y crucifijos de Laufenberg discurre entre alusiones a otros monoteísmos, incluido el Islam, lo que de antemano hizo que se etiquetara a la producción de controvertida.

A ello apunta la escena inicial del segundo acto, con las jóvenes encargadas de robarle la “pureza” a Parsifal convertidas en mujeres prisioneras de su velo islámico, hasta que pasan a ser piezas de un harén en el desierto.

Al final, las ovaciones mayores fueron para la batuta veterana de Haenchen, que asumió el desafío de llenar el hueco dejado a última hora por Nelsons, y para las voces -tanto del héroe local, Vogt, como para Elena Pankratova, como Kundry.

Los wagnerianos se tomaron con espíritu valiente lo de subir la cuesta andando o dando un rodeo por los jardines -“por aquí subieron andando también reyes y poderosos desde Luis II de Baviera”, comentaba Maximilian Hoffner, octogenario y asiduo a Bayreuth, apoyado en un bastón.

“No importa lo que quieran representar aquí los creadores de hoy. Wagner y su música siempre acaban imponiendo su ley”, añadía, en alusión al provocador “Anillo” de Castorf, abucheada en su estreno, dos años atrás, y ahora adoptado como una especie de chiste pasajero por el público de Bayreuth.

Otro Max varias décadas más joven -Maxwell-, procedente de Estados Unidos y acompañado de varios amigos, acudió por primera vez a Bayreuth y se tomó con menos resignación las restricciones.

“Ni alfombra roja con los seres extravagantes locales, ni Angela Merkel... No es lo prometido”, decía, para juzgar a continuación exageradas las medidas de seguridad especiales adoptadas para este año y que incluyeron la supresión de algunos lujos, además de la ausencia de políticos destacados que nunca se perdían un estreno.

Al Max americano le parecía exagerada tanta medida de seguridad, pese a explicársele que justo esta semana Baviera estuvo sacudida por tres ataques -el de un refugiado afgano en un tren regional, el tiroteo mortal de Múnich y el atentado suicida en Ansbach-

Su tocayo alemán no extrañaba ni la presencia de líderes ni otros fastos -“yo no vengo de safari fotográfico, sino a escuchar a Wagner al único teatro del mundo creado exclusivamente para sus óperas”.

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