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'Cien años de soledad', un siglo de progreso

'Cien años de soledad', un siglo de progreso

EFE

Madrid —

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El hilo conductor de la saga de los Buendía, los protagonistas de 'Cien años de soledad', es, en cierto modo, el progreso de todo un siglo, enriquecido en el caso de Macondo por las idas y venidas de gitanos, militares y gringos, portadores de una tecnología a veces disfrazada de irrealidad y fantasía.

Y son precisamente las páginas de 'Cien años de soledad' las que han servido de inspiración a una exposición de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) que reinterpreta, desde la perspectiva de la ingeniería y la técnica, la obra maestra de Gabriel García Márquez.

'Ingeniería, prodigios y naturaleza en Macondo' celebra el quincuagésimo aniversario de la novela con un juego singular; ilustra diversos fragmentos del texto con la colección de la biblioteca de la UPM, estableciendo un paralelismo entre los avances técnicos narrados por García Márquez y el fondo bibliográfico de esta universidad madrileña.

La directora de la biblioteca de la UPM, María Boyer, explica a Efe que la obra del nobel colombiano “recoge un desarrollo técnico muy importante” y presentaba, para la institución, una oportunidad para demostrar que es posible “unir la formación humanística y técnica”.

A pesar de que el fondo bibliográfico de la UPM, si bien inmenso, es “muy especializado”, Boyer ha logrado organizar una “complicada labor de encaje” y enlazar catorce pasajes de 'Cien años de soledad' con libros procedentes de todas las facultades que integran la universidad.

Así, la exposición (abierta hasta el próximo 8 de mayo en el rectorado de la UPM) comienza con las primeras líneas de la novela, cuando “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento”, el coronel Aureliano Buendía evoca un Macondo de “casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río”.

Al lado del fragmento puede verse un libro de grabados de 1875 cedido por la Escuela Técnica Superior (ETS) de Edificación que ilustra, precisamente, un poblado de cabañas de la Sudamérica rural.

La operación se repite a lo largo de la exposición. Un atlas de Colombia acompaña el episodio en que José Antonio Buendía, el patriarca de la familia, parte exiliado y sin rumbo en busca de un lugar donde fundar una nueva aldea.

En ese mismo primer capítulo, García Márquez cuenta cómo los primeros habitantes de Macondo hallan en un manglar un galeón español “rodeado de helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana”, que encuentra reflejo en un volumen ilustrado de la ETS de Ingenieros Navales.

La máquina de la memoria que José Arcadio Buendía ingenia “para acordarse de los maravillosos inventos de los gitanos”, imaginada “como un diccionario giratorio”, sirve de excusa para introducir un ejemplar dedicado a los ordenadores y la informática.

Un tomo de arquitectura colombiana enseña un perfecto ejemplo de la típica casa de hacienda que Úrsula, la esposa del patriarca, manda construir cuando sus hijos “estaban a punto de casarse”.

A los pescaditos de oro que fabrica el coronel Aureliano Buendía en su vejez alude 'El oro bajo tus pies', procedente de la ETS de Minas, mientras que varios tratados de botánica y agricultura, uno de ellos fechado en 1768, dan cuenta de los frutos tropicales cultivados en Macondo.

Y, por supuesto, los libros de la UPM ilustran, a través de exquisitos grabados, los grandes artilugios que llegan al pueblo con el paso de los años: el telégrafo, el ferrocarril, el automóvil y, finalmente, el avión, que permite la creación del servicio de correo aéreo de Macondo.

Incluso la facultad de INEF está representada en la muestra, gracias al pasaje en que Meme, la hija de Aureliano Segundo, aprende de la mano de los gringos “a nadar como una profesional” y a “jugar al tenis”.

La exposición aborda, en definitiva, una visión distinta de la trágica epopeya de los Buendía, interpretando 'Cien años de soledad' como la crónica de una lucha interminable entre la tecnología y la naturaleza, entre la modernidad y la tradición.

No queda duda de que en Macondo, quizás más que en cualquier otro lugar, es de indiscutible aplicación la 'tercera ley' de Arthur C. Clarke: “Cualquier tecnología suficientemente avanzada no se puede distinguir de la magia”.

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