Eloy Tizón declara que la madurez tiene mucho de mito porque a los 50 uno también está perdido

Eloy Tizón escribe cuentos con una sensación de inquietud y “de estar vivo” que “tiene algo de aventura vital”, de un viaje en el que el destino no está claro, con la incertidumbre de la vida real, asegura, y es que “la madurez tiene mucho de mito, a los 50 uno también está perdido”.

Tizón (Madrid, 1964), una de las voces más singulares del mundo de los relatos en el panorama nacional, llegó ayer a la ciudad de A Coruña, donde ha presentado su libro “Técnicas de iluminación”, e impartirá hoy y mañana un taller de escritura a quince personas seleccionadas por sus relatos “soñados”.

Es esta clave onírica pero también real el hilo conductor de los diez relatos de “Técnicas de iluminación”, publicado por Páginas de Espuma, en el que juega con lo luminoso y lo oscuro de los cuentos, con “cierta verdad”, como le gusta escribir, enmarcada en todo caso en esa “cápsula del tiempo” en la que al final se convierte todo libro que atrapa el momento vital que estamos atravesando.

Tizón se deja llevar lentamente en cada cuento, en cada narración única, por una voz casi musical que ilumina en un determinado momento el resto del relato, a veces cotidiano con más o menos profundidad, la mayoría conmovido por “cierta trascendencia” al ver a alguien asomado a una ventana o jugando en un parque.

“La vida siempre está reescribiéndose, siempre puede haber otro paso”, confesó ayer en el auditorio del centro Ágora de A Coruña, donde impartirá hoy y mañana el taller de escritura.

Para el escritor, la vida es algo “precioso” y es el arte el que da “esa consciencia”, pues no se trata de un pasatiempo sino de una “dimensión que toca más lo existencial y nos ayuda a vivir”, ya que los libros nos acompañan “en la luz y también en la sombra”, añade.

El autor de “Técnicas de iluminación”, que publica siete años después de su anterior libro de relatos, “Parpadeos”, y de novelas como “La voz cantante” o “Seda salvaje”, cree que los cuentos requieren mayor esfuerzo al lector que la novela, porque “tienes que entrar diez o doce veces a lo largo del libro” en una historia diferente.

“Es exigente también, como la poesía”, pues “es difícil leer un cuento distraído”, y por ello, sostiene, el lector de relatos está “más preparado, es un lector más literario”.