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Enrique Metinides: “Si volviera a nacer no sería fotógrafo”

Enrique Metinides: "Si volviera a nacer no sería fotógrafo"

EFE

México —

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Enrique Metinides, conocido por perseguir a la muerte con su cámara desde los siete años, confiesa en una entrevista con Efe que “si volviera a nacer no sería fotógrafo”.

“Estoy arrepentido totalmente”, dice tajante este reportero de ojos vivos que sobrevivió a diecinueve accidentes mortales.

Metinides (Ciudad de México, 1934) empezó su leyenda como reportero cuando su padre, de origen griego, cerró su tienda de fotografía en la Avenida Juárez de Ciudad de México y le regaló una de las últimas cámaras que tenía, una Brown Junior que capturaba doce fotos en blanco y negro.

“Con eso empecé a tomar fotos de coches que chocaban. Llegué a tener muchísimos choques en la calle, porque en ese tiempo los coches no se los llevaba la grúa si no estorbaban, y yo llegaba y siempre había un policía vigilando un carro. Posaban para mí”, cuenta Metinides.

Cuando su padre vendió su negocio, inauguró un restaurante de comida griega al lado de la séptima delegación del Ministerio Público, y los funcionarios iban a comer allí cada jueves.

“Les caí bien y me dijeron que fuera a la delegación para tomar fotos”, recuerda sentado en su comedor, lleno de máscaras, ranas, vírgenes de Guadalupe y fotos familiares, objetos que, perfectamente distribuidos, dejan ver su carácter meticuloso.

Ahí fue cuando el joven reportero, cuyo pánico incurable a los aviones le ha impedido conocer Dinamarca, Japón, China o Grecia, algunos de los países donde ha expuesto, fotografió a su primer muerto en una delegación, que además estaba decapitado.

Metinides, cuya afición a las películas de gángsters le hicieron casi inmune a las imágenes escabrosas que retrató desde pequeño, empezó a colaborar con el diario La Prensa cuando el reportero Antonio Velázquez le vio tomar fotos en un accidente en San Cosme.

“Alquilábamos un taxi hasta Lecumberri, la única cárcel que había en toda la Ciudad de México. Allí conocí a uno que le llamaban 'El Sapo', que había matado 168 personas y cinco reos dentro, y era mi amigo y me cuidaba de los demás presos porque era el jefe de todo Lecumberri”, narra Metinides, quien nunca pidió permiso a sus padres mientras aún estaba en la primaria.

El fotógrafo, alias “El niño”, recuerda que durante toda su carrera, en la que colaboró también con Crimen, Alarma o Nota Roja, “todo lo que era el ambiente policíaco era muy amigo de la prensa”, tanto que una fotografía suya ayudó a resolver un asesinato.

El reportero, que nunca salía a una cobertura sin una rana de cerámica y una estampa de la Virgen de Guadalupe, reclama que ahora no dejan trabajar a los periodistas, ocho de ellos asesinados este año.

Las autoridades y los directivos de los periódicos deberían alcanzar “una especie de acuerdo (para) que no se publiquen ese tipo de fotos morbosas, llenas de sangre, y que los dejen trabajar, pero sin agredirlos”, puntualiza.

Metinides, quien fundó el departamento de prensa de la Cruz Roja en Ciudad de México, denuncia que “no quieren que se sepa lo que está pasando en el país”.

“Hay mucha víctima a diario. Yo le tomé fotos a miles y miles de cadáveres, pero esta saña no la vi”, añade.

Aunque tuvo la oportunidad de adentrarse en las escenas del crimen de una forma que ningún reportero podría hacer ahora, señala que en su época sus condiciones laborales tampoco eran buenas, ya que durante años tuvo que hacer quince turnos dobles al día.

“El Niño” revela que lleva 30 años sin comer carne ni nada que provenga del mar, ya que con los horarios que tenía como reportero comía constantemente tacos y quesadillas en puestos de la calle, y ahora no puede ni cenar porque su estómago no lo aguanta.

“Mi entrada era a las 10, pero en la madrugada me avisaban y me decían: 'oye, hay un incendio, ahora va la ambulancia por ti' y me llevaban y me iba lejísimos. Casi no dormía, comía mal, te pagaban mal, y aparte una envidia por las fotos de algunos compañeros... horrible”, relata Metinides.

Pese a todo, sus ojos se iluminan cuando muestra su colección de más de 3.000 coches de policías y bomberos que le regalaron personas que conoció gracias a su profesión, casi tanto como cuando presume del estreno en México del documental “El hombre que sabía demasiado”, en el que él es protagonista.

Paula Ericsson

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